Supremacía feral
Con cada nueva iniciativa, el Gobierno está mandando un mensaje. Y es violento. Nadie podrá impugnar lo que hace.
Con la aprobación atropellada de la llamada “Supremacía Constitucional”, todos perdemos. Claudia Sheinbaum ha perdido la oportunidad de demostrar que actuará en función de la evidencia y la razón. Morena ha perdido al demostrar su insaciable ambición de poder y la necesidad de acumularlo aunque con ello mine la legitimidad del Gobierno, o la gobernabilidad del País. La oposición ha perdido al evidenciar su pequeñez ante la enormidad de los retos. Pero más grave aún. Los ciudadanos hemos perdido derechos y la posibilidad de hacerlos valer. Hemos quedado aún más indefensos ante una Presidenta, y un partido que rutinariamente abusan de su poder. En nombre del “pueblo” terminan arrebatándole los poquísimos mecanismos que tenía para defenderse del Leviatán.
Hay que resaltar la gravedad y la anormalidad de lo que estamos presenciando. Una vorágine de reformas constitucionales diseñadas con prisa, promovidas sin debate amplio y de cara a la ciudadanía, aprobadas por élites partidistas que reproducen lo que criticaban del Pacto por México. Una serie de iniciativas redactadas de forma desaseada por el partido/ Gobierno que usa su mayoría calificada, obtenida de manera tramposa, para aplastar cualquier disenso. En México hoy, el proceso legislativo y el Congreso están secuestrados por Adán Augusto López y Ricardo Monreal, quienes redactan leyes sobre la marcha, sin deliberación democrática, sin rigor normativo, sin técnica legislativa. Al aventón, regodeándose por ello. “Bomberos piromaniacos” los llama Alfredo Lecona, porque incendian la casa y luego presumen haberla rescatado.
¿Claudia Sheinbaum está al tanto de lo que estos dos hombres -operadores del ex presidente López Obrador- aprueban? Cada nueva propuesta corre en contra de lo que el nuevo Gobierno intentó hacer en el CEO Dialogue, organizado por Marcelo Ebrard. Ahí buscaba recuperar la confianza sacudida entre inversionistas y ofrecer algún viso de certidumbre. Eso se trastoca cuando amanecemos con reformas que van y vienen, transitorios a la ley redactados y luego eliminados, un Partido Verde que dice no acompañar las reformas pero después recula. Ante las críticas justificadas, el oficialismo responde con consignas políticas como “ganamos con 36 millones de votos” o “el Poder Judicial es corrupto”, o “son los jueces quienes están provocando la crisis constitucional”. Detrás de la retórica se asoma la meta morenista y no es cumplir la voluntad de una parte del pueblo o hacer más funcional la justicia para los más vulnerables. Es el control político absoluto. De todo, incluyendo el Poder Judicial, para que quede en sus manos.
Quienes rieron en el seminario en Harvard no estaban burlándose de los mexicanos ni del pueblo ni del País. Alrededor del mundo, y seguramente en la Universidad de Berkeley -donde Sheinbaum estudióríen o miran con consternación una reforma judicial donde el requisito para ser ministro de la Suprema Corte es tener 8 de promedio, obtener 5 cartas de vecinos y ganar una elección dominada por el partido en el Gobierno. Nos miran y no saben si reír o llorar.
Con cada nueva iniciativa, el Gobierno está mandando un mensaje. Y es violento. Nadie podrá impugnar lo que hace. Ni los jueces aunque violen sus derechos laborales o acaben con la carrera judicial. Ni la Suprema Corte aunque las reformas anulen la división de poderes, destruyan el federalismo e incumplan compromisos contraídos en tratados globales. Nadie podrá apelar a derechos humanos y principios fundamentales de la Carta Magna, porque ahora Morena decidirá qué partes le conviene cumplir de la Constitución. Nadie podrá interponer acciones de inconstitucionalidad, controversias constitucionales o amparos aunque Morena mastique el proceso legislativo o Claudia Sheinbaum desacate normas del sistema internacional.
La “Supremacía Constitucional” le da todo el poder al partido en el Gobierno, sin que los contrapesos -incluida la Suprema Corte- puedan contener cualquier arbitrariedad convertida en ley. Vaya peligro. Imaginen este andamiaje arbitrario en manos de un político de derecha. Imaginen qué pasará si el Estado les viola un derecho y no tendrán a quién apelar, a quién o dónde acudir. Imagínense indefensos ante quienes buscan gobernar sin ataduras, sin correas, sin límites. A dentelladas. Y no hay que imaginarlo; es la nueva realidad de la “Supremacía Feral”.
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