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Tres consecuencias graves de un triunfo de Trump

Un triunfo de Trump repercutiría en todo el panorama geopolítico, desestabilizando la democracia mundial y el Estado de Derecho.

León Krauze

Si Donald Trump vuelve a la Casa Blanca en 2024, las consecuencias de su reelección se extenderán más allá de las fronteras de Estados Unidos. Un triunfo de Trump repercutiría en todo el panorama geopolítico, desestabilizando la democracia mundial y el Estado de Derecho. Desde Ucrania hasta las instituciones estadounidenses, los riesgos son monumentales.

La lista es larga.

Aquí, tres particularmente graves:

Trump significaría la caída de Ucrania y fortalecería a Putin. Durante su Presidencia, Trump socavó la alianza con la OTAN y no ha parado de expresar su admiración por líderes autoritarios como Vladimir Putin. Trump ya ha señalado que, de ganar en noviembre, detendría la ayuda militar estadounidense a Ucrania.

Sin ese apoyo, la capacidad de Ucrania para defenderse colapsaría y la Rusia de Putin podría imponer condiciones injustas de rendición o incluso optar por arrasar Ucrania. Si Ucrania cae, aumentaría el riesgo de una mayor expansión rusa hacia estados de la OTAN. Rusia lleva mucho tiempo apuntando a debilitar las alianzas occidentales. La victoria de un candidato aislacionista en Estados Unidos daría a Putin un triunfo propagandístico.

Trump debilitaría las instituciones democráticas estadounidenses. La democracia en Estados Unidos está en una coyuntura precaria. Trump ha dejado claro que su segunda Presidencia tendría la venganza como prioridad. Ha incluso amenazado con usar las fuerzas armadas contra sus enemigos políticos. No es casualidad que personas de gran importancia en su primer Gobierno, como el general John Kelly, usen los últimos días de la campaña para advertir de las propensiones fascistas de Trump.

Los esfuerzos de Trump por anular las elecciones de 2020, mediante falsas afirmaciones de fraude electoral generalizado, sólo se vieron frustrados por la independencia de los tribunales y los funcionarios estatales. Si gana, podría remodelar estas instituciones. Su desdén por el Estado de Derecho y la Constitución podría provocar la erosión de las normas democráticas, como el traspaso pacífico del poder.

El peligro es real.

Trump provocaría una crisis humanitaria sin precedentes por las deportaciones masivas. A lo largo de su carrera política, Trump ha impuesto políticas punitivas de migración, pero nada comparado con lo que ahora ha anunciado: Deportaciones masivas, dirigidas a millones de inmigrantes indocumentados, sin importar cuánto tiempo hayan vivido en Estados Unidos o si tienen hijos nacidos en Estados Unidos.

Durante su primer mandato, Trump separó a miles de niños de sus padres en la frontera e impuso -con la colaboración del Gobierno de López Obrador, hay que decirlo- políticas brutales, como “Permanezca en México,” que desataron una crisis humanitaria. Un segundo mandato de Trump podría ver la expansión de estas políticas draconianas, con ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas) llevando a cabo redadas y deportaciones a gran escala.

Se calcula que en Estados Unidos viven al menos once millones de inmigrantes indocumentados. Deportar incluso a una fracción provocaría trastornos sociales y económicos. Las familias quedarían destrozadas y comunidades enteras -muchas de las cuales dependen en gran medida de la mano de obra inmigrante- estarían cerca del colapso.

El drama humano no tendría parangón en la historia moderna de Estados Unidos… y México.

En una semana sabremos si Estados Unidos continuará su imperfecto camino hacia la democracia, o retrocederá hacia el caos, el aislacionismo y la crueldad.

La elección está clara. Las consecuencias también.

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