Noviembre ¿dichoso mes?
Este noviembre será dichoso mes sólo a condición de que en él cesen las embestidas de la 4T contra la ley, las instituciones y la democracia, y que en Estados Unidos la elección presidencial se decida en favor de Kamala Harris, y no del bárbaro y nefasto Trump.
“Noviembre, dichoso mes, que empieza con Todos Santos y acaba con San Andrés”. La primera fiesta, celebrada hoy, es un recordatorio de la Iglesia Católica a sus fieles: todos pueden alcanzar la santidad si imitan el ejemplo de quienes están en los altares por su vida y sus obras.
En cuanto a San Andrés, diré que fue hermano de San Pedro, y pescador como él. Éste, condenado a sufrir muerte de cruz, dijo que no era digno de morir como su Maestro y pidió ser crucificado cabeza abajo. Andrés, por su piadosa parte, rogó que su cruz tuviera forma de equis, pues no merecía una cruz igual a la de Cristo.
Recuerdo haber mirado en la Catedral de Toledo una pintura del Greco donde San Andrés aparece con esa cruz aspada. Me conmueve la magnanimidad de los romanos, que obsequiaban con benevolencia las peticiones de los ejecutados sobre la forma en que querían morir. Exhorto a los devotos de los mártires a tomar en cuenta la caritativa bondad de sus verdugos.
Este noviembre será dichoso mes sólo a condición de que en él cesen las embestidas de la 4T contra la ley, las instituciones y la democracia, y que en Estados Unidos la elección presidencial se decida en favor de Kamala Harris, y no del bárbaro y nefasto Trump. Si continúan los irracionales abusos de Morena, no sólo admitidos sin chistar por Sheinbaum, sino aun alabados por ella; si los norteamericanos cometen nuevamente la supina estupidez de llevar a la Casa Blanca al demencial magnate, entonces noviembre no será dichoso mes, sino mes negro que nos traerá a los mexicanos infortunios y calamidades de todo orden.
Que San Andrés y Todos los Santos nos protejan.
Don Frustracio regresó a su casa después de un viaje que duró dos meses. Tras esa prolongada ausencia, venía animado por el propósito de disfrutar con su esposa la intimidad matrimonial. Doña Frigidia -tal es el nombre de la señora- puso freno al impulso de su cónyuge. Le dijo: “Hoy no, querido. Me duele la cabeza”.
El siguiente día, don Frustracio renovó su petición. Esa noche adujo la mujer: “Tendrás que disculparme. Estoy muy fatigada”. No se desanimó el señor. Al otro día volvió a insistir de nuevo. Entonces, doña Frigidia se encalabrinó. Le dijo airadamente a su marido: “Es la tercera vez en tres días que me pides lo mismo. ¿Qué clase de hombre eres? ¿Un maniático sexual?”.
Chinguetas es un sujeto frívolo y superficial. Casado por las dos leyes no tiene respeto alguno por la santidad del matrimonio, ni considera el hecho de que el hogar y la familia son el cimiento de la sociedad. Ayer regresó a su casa cuando sonaban ya las 7 de la mañana en el reloj de la sala. Traía aliento alcohólico y mostraba en el cuello de la camisa manchas de bilé. Con justificado enojo le espetó su esposa: “¿Puedes darme un motivo que explique tu llegada a estas horas?”. “Sí -respondió Chinguetas-. El desayuno”.
No se usa ya la palabra “solterona”. Lo celebro, porque es vocablo despectivo y discriminatorio. Diré entonces que estas dos hermanas eran célibes de edad. Tenían una farmacia. En cierta ocasión se llegó al mostrador un hombre joven y de excelentes prendas físicas, según mostraba su ajustado pantalón. Le dijo a una de las hermanas: “Sufro un problema de carácter sexual que sólo puedo describirle a un dependiente varón”.
“Dígamelo a mí -le indicó ella-. Soy farmacéutica graduada”. Respondió el joven: “Tengo una erección permanente que no cede ni de día ni de noche. ¿Qué puede darme?”. Contestó la mujer: “Déjeme consultar el caso con mi hermana. Ella es doctora”. Regresó a poco y le dijo al muchacho: “Podemos darle 100 mil pesos y la mitad de la farmacia”. FIN.