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El retorno de los brujos

Tal parece que hoy surge un novedoso y creciente estándar colectivo que niega, neutraliza o diluye la idea de que la realidad solo se vislumbra a través de la evidencia científica

Jesús Canale

CRITERIO

Tal parece que hoy surge un novedoso y creciente estándar colectivo que niega, neutraliza o diluye la idea de que la realidad solo se vislumbra a través de la evidencia científica, es decir, a través de aquello que se muestra y demuestra mediante el ejercicio de un método que se apoya en la observación, la experimentación, la confirmación y la reconfirmación victoriosa cuando fracasa la negación de aquello que se propone como realidad.

Me queda claro que el llamado método científico no es la única vía para alcanzar la verdad, pero, en general y de manera ordinaria, la realidad, esa que se deja conocer por nosotros mediante el estudio sistematizado de cada fenómeno —la materia, la vida, la mente, etcétera— y que nos permite a fin de cuentas continuar progresando, requiere efectivamente del mencionado método.

Por eso llegamos a la era de las vacunas, de los viajes al espacio, de literalmente ver a distancias de miles de millones de kilómetros y a la vez ver y fotografiar seres tan diminutos que cabrían un millón de veces alineados en un milímetro y para ejemplo uno tan real (tan cruelmente real) como el coronavirus; también gracias a ese método científico hemos logrado prolongar la esperanza temporal de nuestras vidas en todo el mundo, y tan es así, que hace apenas cien años —en 1924— la esperanza de vida en México era de 33 años y hoy es de 76 años. Y así una lista interminable de realidades y de logros consumados.

En el libro-ensayo El Retorno de los Brujos, Louis Pauwels y Jacques Bergier publicaron en 1960 una serie de fenómenos sociales pasados y vigentes en aquel entonces que les llevaron a concluir que habría en el sentir colectivo de la época lo que ellos llamaron “realismo fantástico”, que mostraba la suposición de que existían o se suponían hechos que escapaban a la perspectiva sistematizada del conocimiento, que no eran alcanzables por la ciencia. Pues nos parece que hoy viene desarrollándose algo similar, de serios alcances, me refiero al negacionismo y conspiracionismo, que ya más que una actitud personal de unos cuantos es ya un movimiento organizado para hacer a un lado todo aquello que, viniendo de espacios científicos, no es compartido por quienes simplemente opinan que tal o cual conocimiento, recomendación o advertencia no tienen bases en la realidad sino que son producto de cuentos de unos cuantos que, a efecto de manipular a las muchedumbres mediante tragedias irreales, se ponen de acuerdo (conspiran) para lograrlo.

Hay dos ejemplos de dimensión mundial: Que el cambio climático no es tal o que no implica los riesgos que se dice y que no es consecuencia de las acciones u omisiones de nadie y, por otro lado, que la cuestión de las vacunas es un engaño perverso para modificar negativamente la naturalidad biológica del ser humano (curiosamente no se escucha decir lo mismo de la vacunación a los animales).

Bajo estas consideraciones, qué fácil se explica que tras el nuevo triunfo electoral de Donald Trump, la comunidad científica ya se ha manifestado muy preocupada en varios países del mundo, pero más especialmente, como es lógico, en los Estados Unidos, donde verá reducido sus apoyos tanto en recursos materiales como en su prestigio, toda vez que para el próximo Presidente norteamericano el cambio climático es incierto (foto) y hoy cada vez más correligionarios de Trump se declaran antivacunas o están más preocupados por los riesgos que por los beneficios de las vacunas a pesar de la evidencia científica (estadística, epidemiológica) del espectacular balance positivo de éstas.

Llama la atención que las pulsiones anticientíficas, negacionistas y conspiracionistas son más intensas entre los líderes políticos populistas, tal y como nos consta en América del Norte, del Centro y del Sur; afirman los que saben de esto que suele tratarse de personas narcisistas, de criterio rígido y autoritarios. Lo que sea, pero el asunto es que por lo visto los brujos están de regreso y su “realismo fantástico” más que fantástico es fantasioso.

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