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La mano de López

López debería irse completamente y dejar que el movimiento que él fundó siga su camino, que acabe de madurar y verdaderamente se convierta en la fuente de soluciones, no en una masa amorfa que le sirva a él y sólo a él para seguir influyendo en la vida pública.

Sergio Valle

La ratificación en el Senado de la República de Rosario Piedra Ibarra al frente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos ha reforzado el debate alrededor de la presunta influencia que el ex presidente López Obrador ejerce sobre el gobierno de Claudia Sheinbaum y en ambas cámaras del Congreso de la Unión.

Votar para que repita en el cargo alguien que evidentemente no lo merece, pero que además con toda claridad nunca fue la candidata de la Presidenta, lleva inevitablemente a esa especulación.

Lo mismo, quizá peor, cantarle las Mañanitas a AMLO inmediatamente después de la votación a la que muchos senadores de Morena habrían sido obligados por su coordinador parlamentario, Adán Augusto López, quien fue y al parecer sigue siendo uno de los principales operadores de AMLO.

En todo caso, no le veo gracia ni mérito alguno seguir la línea de quien ya se fue por encima de quien ha sido electa en un proceso democrático, con todo y lo malo que de eso se pueda decir. Es malo para la doctora Sheinbaum y lo es aún más para el País, que desde el oficialismo se den esas muestras de división entre quienes ostentan el poder, que en sus manos tienen las decisiones que pueden llevar a México a resolver sus problemas o conducirlo al despeñadero.

En fin, que esos visos de división y de influencia del ex mandatario son también una expresión de lo que podría sucederle a Morena en el futuro no tan lejano, que como otros partidos de izquierda terminaron autoextinguiéndose por no resolver de forma civilizada su vida interior.

No tiene porqué haber un pajarito hablándole al oído a la Presidenta, porque hasta donde se sabe y se ve, tiene los tamaños suficientes para conducirse en el cargo incluso con más éxito que su antecesor…aunque quizá ese sea el problema.

López debería irse completamente y dejar que el movimiento que él fundó siga su camino, que acabe de madurar y verdaderamente se convierta en la fuente de soluciones, no en una masa amorfa que le sirva a él y sólo a él para seguir influyendo en la vida pública. Pero no parece que quiera hacerlo, cuando desde que ganó Claudia la Presidencia utilizaba casi a diario sus mañaneras para opinar y hasta para recomendar con nombres y apellidos a quienes podrían formar parte del gabinete entrante.

No parece que se quiera ir cuando en el Senado votan por quien él quiso. No parece que se quiera ir cuando mantiene bajo su control la definición de candidaturas a través de su hijo, como secretario de organización de Morena.

Están dadas las condiciones para que se repita la historia de otros movimientos de izquierda que acabaron convertidos en pequeñas parcelas de poder…hasta que desaparecieron.

El PRI duró muchos años en el poder no nada más haciendo fraudes electorales. O sea, sí hacía fraudes pero también ganaba muchas elecciones y tenía una disciplina entre sus militantes que sirvió justamente para que no se gestaran poderes paralelos al interior que debilitaran a quienes ostentaban los cargos públicos. Y si alguien lo intentaba, había mecanismos implacables para ponerlos en paz.

Los presidentes priistas ejercían el poder a plenitud, sin regateos y sin oposición interna. Pero cuando les tocaba irse, se iban completamente; desaparecían totalmente de la escena pública y dejaban a su sucesor cometer sus propios aciertos y errores. Así fue en la mayoría de los casos. Qué triste sería para nosotros como sociedad repetir, en pleno siglo XXI un Maximato como el que ejerció Plutarco Elías Calles.

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