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Trump “truena el látigo”

Trump pretende castigar a México por dos flujos, el migratorio y el de estupefacientes (en especial, el fentanilo)

Julio Hernández López

ASTILLERO

Acostumbrado a la amenaza como método para doblegar negociaciones, Donald Trump le ha dado una forma más preocupante a sus previos amagos reiterados, al expresar ya no en sentido condicionado sino ejecutivo, con apariencia de definitivo, que en su primer día de vuelta a la Casa Blanca impondrá a los productos de México y Canadá aranceles de 25%.

Trump es especialista en fanfarronear lo que luego no habrá de cumplir (recuérdese la verborrea constante sobre la construcción física del muro fronterizo entre México y Estados Unidos), acogiéndose luego a “soluciones” alternas que habrá de proclamar como ingeniosas sustituciones (la Guardia Nacional mexicana como “migra 4T” en nuestra frontera Sur).

Así que nada será verdad en la retórica trampista hasta que se convierta en realidad (y, aún así, siempre se reservará este personaje el recurso del saleroso recular).

Pero, aun cuando se tomen con las reservas debidas sus anuncios flamígeros, Trump entraña para México (el caso de Canadá tiene otro contexto) una oportunidad política dorada para mantener la exacerbación de sus seguidores, una base social ávida de acciones contra dos males que atribuyen al exterior, sin aceptar que hay específicas contrapartes de responsabilidad en la propia nación aún imperial, pero en clara decadencia.

Trump pretende castigar a México por dos flujos, el migratorio y el de estupefacientes (en especial, el fentanilo), como si fueran hechos aislados, sin correlación con el aprovechamiento hipócrita de la mano de obra sin regularización documental y del consumo vicioso que sin el abasto extranjero podría llegar a vías de mayor erupción social.

En lo inmediato, el tronante anuncio impacta a México en los dos ámbitos que se le exige controle y repare con rapidez, pues dice el Presidente electo que no retirará los aranceles hasta que sus demandas sean satisfechas. Obliga a México a lo que con toda prontitud se está haciendo con Omar García Harfuch a la cabeza: Tratar de entregar cuentas aunque sean efectistas (la Operación “Enjambre”, que usó mil 500 elementos para detener a un puñado de jefes policiacos de municipios menores y a una alcaldesa), mostrar más disposición a la confrontación letal con grupos del crimen organizado y detener a capos de mediano nivel.

En el ámbito migratorio, el Gobierno federal parece muy dispuesto a apretar más la de por sí endurecida mano que el sexenio anterior mantuvo con Francisco Garduño (protegido hasta ahora, a pesar de tantos actos reprobables y criminales, como lo sucedido en Ciudad Juárez, con saldo de decenas de migrantes muertos en una virtual celda incendiada).

En cuanto deje el gobierno de Puebla, Sergio Salomón Céspedes pasará a dirigir el Instituto Nacional de Migración, con el apoyo, formal o informal, del represivo ex director del propio INM, Ardelio Vargas, uno de los jefes policiacos que actuaron contra la APPO en Oaxaca y campesinos en San Salvador Atenco.

En cuanto a la economía, anoche mismo hubo un movimiento cambiario del dólar a la alza respecto al peso. Y otra calificadora de deuda, HR Ratings, bajó la perspectiva de México de negativa a estable, entre otras causas porque el arribo de Trump “podría llevar a un deterioro en la relación comercial con el principal socio de México”.

Por cierto, en Sinaloa, particularmente en Culiacán y sus alrededores, continúa y se agrava la violencia. El gobernador Rubén Rocha Moya, a pesar de todos los pesares, sigue flotando, totalmente rebasado por las fuerzas en pugna, abandonada la población a su suerte a pesar de los miles de elementos federales enviados allá.

Mucho se habla de que Rocha Moya es insostenible en las circunstancias del trumpismo desbocado y que podría ser “invitado” a declinar (las perspectivas de relevo son igualmente perniciosas: Se ha llegado a hablar de Gerardo Vargas Landeros, actual presidente de Ahome, por su “capacidad” de mediar entre los dos bandos bélicos en pugna). ¡Hasta mañana!