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En México nadie sabe cómo

Duele pero hay que decirlo: En México nadie sabe cómo detener la violencia. Si lo supieran, ya lo hubieran intentado.

Jorge  Ramos

Les llaman “monstruos”. Son camionetas blindadas de manera artesanal. Tienen láminas metálicas por todos lados, sin placas ni identificación. Las transforman los narcos para realizar sus ataques y estar protegidos. Son, en realidad, pequeños tanques. Las policías locales no pueden hacer nada contra ellos. De hecho, muchas veces no hacen nada. Y se esconden hasta que se van. Así es la vida en muchas poblaciones de México donde el Estado ha desaparecido.

Hace unos días en Zinapécuaro, Michoacán, al menos tres de estos vehículos blindados entraron por la calle principal y dispararon contra el Palacio Municipal. Las huellas de los balazos aún se ven en las paredes. Testigos aseguran que nadie les puso resistencia. Imposible saber para quién iba el mensaje o qué buscaban esos criminales. Lo que sí sabemos es que causaron pánico en la población y que ahí nadie se siente protegido a pesar de los miles de soldados y miembros de la Guardia Nacional que el gobierno ha enviado a Michoacán.

Aquí quería poner otro ejemplo de la violencia en México y, desafortunadamente, hay mucho de dónde escoger. A principios de mes, un grupo de sicarios se metió a un bar de Querétaro —un Estado que, hasta hace poco, era considerado de los más seguros del País— y mató a 10 personas. Otra decena resultó herida. La explicación del nuevo gobierno de Claudia Sheinbaum es que se trataba de un ajuste de cuentas entre bandas criminales. Quizás. Pero el caso es que murieron muchos civiles, que la Policía no pudo hacer nada para evitarlo y que la impunidad es la constante en casi todas las masacres que ocurren en territorio nacional.

Duele pero hay que decirlo: En México nadie sabe cómo detener la violencia. Si lo supieran, ya lo hubieran intentado. Lo que hemos visto desde la época de Felipe Calderón, cuando se declaró la guerra contra los narcos, son distintos experimentos —todos fallidos— para enfrentar la violencia.

Hace poco todos le cayeron encima al embajador saliente de Estados Unidos en México, Ken Salazar, cuando dijo que “la estrategia de abrazos, no balazos, no funcionó”. En México lo criticaron por decir lo que es absolutamente cierto pero que nadie del partido Morena se atreve a decir. Y en Estados Unidos por haberse tardado tanto tiempo en decirlo y no aprovechar la cercanía que tenía con el ex presidente Andrés Manuel López Obrador para convencerlo de que cambiara de estrategia.

Al final, los números lo dicen todo. En el gobierno de AMLO hubo 188 mil 994 homicidios dolosos, según cifras oficiales, más que nunca. Un desastre desde cualquier ángulo que se vea. Lo que nos lleva a una durísima conclusión: Para que el gobierno de Claudia Sheinbaum tenga éxito en materia de seguridad, se tiene que alejar de lo que hizo López Obrador. En secreto todos saben que lo que dijo el embajador Salazar fue tardío pero certero.

Yo estoy absolutamente convencido de que la presidenta Sheinbaum, que su secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch, y que todos los miembros de su gabinete quieren un México más seguro. Eso es lo mismo que quieren todos los miembros de la oposición y más de 130 millones de mexicanos. Y todos por la misma razón: Les conviene. ¿Quién quiere vivir en un país donde no sabes si vas a regresar a la casa?

Pero esa fórmula de cuatro puntos —atención a las causas, consolidación de la Guardia Nacional, más labores de inteligencia y coordinación entre las fuerzas de seguridad— no es suficiente y tiene, en su esencia, el mapa genético de los abrazos, no balazos.

Es verdad que en el primer mes de la Presidenta se detuvieron a 22 criminales que estaban en la lista de “objetivos prioritarios”, como anunció el secretario García Harfuch. Y también me van a decir que la estrategia de seguridad iniciada con AMLO ha dado resultado y que hay una tendencia a la baja. Sí la hay. Pero no es lo suficientemente efectiva ni rápida. De seguir así, vamos a tener toda una década, o más, de masacres y feminicidios.

Vamos a los números para probarlo. En el primer mes de gobierno de AMLO —diciembre de 2018— hubo 2 mil 893 homicidios dolosos. Mientras que en el primer mes de gobierno de Sheinbaum —octubre de 2024— hubo 2 mil 564 asesinatos. Sí, son menos. Pero pasamos de tener 96 asesinatos por día a 85 por día. Esa sigue siendo, como en la película Bardo, una pirámide de muertos. Y si multiplicamos esos 85 muertos diarios por 365, nos encontramos con que en el primer año de Sheinbaum habrá más de 31 mil muertos. Eso es totalmente inaceptable. Los mexicanos no votaron por eso.

Estados Unidos tampoco sabe qué hacer con México. Sabe que los cárteles mexicanos están controlando el tráfico de migrantes y de fentanilo, y que el año pasado murieron 107 mil estadounidenses por sobredosis. Y lo único que se le ocurre a Trump es imponer aranceles si México no detiene a los extranjeros y a las drogas. Así que todo cae en los hombros de Sheinbaum.

Nadie sabe cómo parar la violencia en México. Pero ver hacia atrás es la fórmula perfecta para fallar y volver a caer.

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