El reto para Sheinbaum: Negociar con un misógino patológico
Claudia Sheinbaum enfrenta ahora este desafío. Como la primera mujer en ocupar la Presidencia de México, su liderazgo rompe barreras de género y redefine el papel del País en la política internacional.
La relación entre Donald Trump y líderes políticas de todo el mundo ha sido, en el mejor de los casos, tensa y, en el peor, abiertamente conflictiva. Desde Theresa May, ex primera ministra del Reino Unido, hasta Angela Merkel, ex canciller de Alemania, pasando por figuras emergentes como las ex primeras ministras de Nueva Zelanda y Finlandia, Jacinda Ardern y Sanna Marin, ha mostrado un patrón consistente de desdén hacia las mujeres en el poder. Con la llegada de Claudia Sheinbaum a la Presidencia de México, surge una pregunta inevitable: ¿Podrá el estadounidense tratarla como una socia estratégica o insistirá en verla como adversaria?
Trump ha demostrado ser un misógino patológico que descalifica a mujeres líderes que no se inclinan ante él. May sufrió sus comentarios condescendientes durante las negociaciones del Brexit. Con Merkel, la relación fue gélida, llena de críticas constantes a sus políticas migratorias y comerciales. Incluso líderes jóvenes como Ardern y Marin fueron reducidas por Trump a narrativas centradas en su género y juventud, como si esos fueran sus principales atributos en lugar de sus capacidades y logros.
En EU, el panorama no es mejor. Hillary Clinton, Kamala Harris y Nancy Pelosi han sido objeto de constantes ataques personales. Trump las calificó como “Hillary la corrupta” o “crazy Nancy” antes de participar en una discusión sustantiva sobre sus políticas o posturas. Es su estrategia favorita: Descalificar antes que debatir.
Claudia Sheinbaum enfrenta ahora este desafío. Como la primera mujer en ocupar la Presidencia de México, su liderazgo rompe barreras de género y redefine el papel del País en la política internacional. Sin embargo, su relación con Trump estará marcada por las tensiones que el ex Presidente no parece saber evitar cuando se trata de líderes femeninas.
El reto principal radica en sus profundas diferencias de estilo y narrativa. La Presidenta ha mostrado un enfoque pragmático y humanitario, especialmente en temas como migración y derechos humanos. Durante su primera conversación con Trump, destacó la atención que México brinda a las caravanas migratorias y su campaña contra el fentanilo. Trump, en su estilo característico, tergiversó el diálogo para alinearlo con su agenda migratoria, declarando que México cerrará su frontera Sur y detendrá la “invasión ilegal” a EU. Como siempre, los hechos fueron secundarios frente a su narrativa.
Además, la condescendencia de Trump hacia las mujeres podría complicar cualquier relación constructiva. Líderes como Mette Frederiksen, primera ministra de Dinamarca, y Nicola Sturgeon, ex primera ministra de Escocia, ya enfrentaron insultos simplemente por oponerse a sus iniciativas. La historia sugiere que Trump no responde bien a las mujeres que lo contradicen, algo que Sheinbaum probablemente tendrá que hacer para proteger la soberanía de México frente a posibles imposiciones.
No todo es pesimismo. El pragmatismo de Sheinbaum podría suavizar las tensiones. Al enfatizar la continuidad en comercio y seguridad, existe la posibilidad de mantener una relación funcional que beneficie a ambos países. Sin embargo, México necesita un socio, no un jefe. Está por verse si Trump entenderá esta diferencia fundamental.
Eduardo Ruiz-Healy
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