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Perder el equilibrio por amor es parte de una vida equilibrada

En ciertas circunstancias la vida nos pone a prueba y exige esa clase de templanzas: Saltar sin red. Saltar confiando en que aparecerá el piso, aunque ahora no lo veamos.

Juan Tonelli

Historias demasiado humanas

“Nos merecemos algo mejor que seguir juntos por el miedo a separarnos”, le dice Elizabeth Gilbert a su marido, Michael Cooper, en una escena recreada por Julia Roberts en la ya mítica película “Comer, Rezar y Amar”.

La idea, tan audaz que nos interpela a muchos. ¿Por qué seguimos juntos? ¿Por amor, por inercia, o por miedo?

Pero la película recién empezaba y la protagonista decide emprender un largo viaje para encontrarse a sí misma. Primero pasa un tiempo en Italia, donde espera recuperar la pasión: Disfruta la maravillosa comida y tiene muchos momentos hermosos con nuevas amistades.

De ahí viaja a la India en donde aprende a controlar sus pensamientos, emociones, y recuperar el equilibrio perdido tras la crisis que atravesó.

Sin embargo, el gran aprendizaje se da en Bali. Ella había llegado ahí con la idea de sentirse plena, gozosa, en paz, antes de regresar a Nueva York. En esa búsqueda la guía el maestro Ketut.

Cuando todo parecía estar en orden el diablo mete la cola y ella conoce a un hombre que la moviliza mucho. ¿Volver a amar? Siente que todo lo que aprendió tambalea. Que todo el equilibrio que tanto le costó conseguir puede desaparecer de la noche a la mañana.

Decidida a evitar que eso pase, piensa en anticipar su regreso a Nueva York, como forma de ponerse a salvo del amor. Pero antes de hacerlo le confiesa esos miedos a su maestro.

Ketut la escucha compasivamente, y con toda la serenidad del mundo le dice una frase lapidaria: “A veces, perder el equilibrio por amor es parte de una vida equilibrada…”.

En ciertas circunstancias la vida nos pone a prueba y exige esa clase de templanzas: Saltar sin red. Saltar confiando en que aparecerá el piso, aunque ahora no lo veamos.

Elizabeth Gilbert se casa con ese amor, José Nuñez.

Todo parece funcionar de maravillas varios años, hasta que un día se entera que su gran amiga, Rayya Elías, está enferma de cáncer y con un muy mal pronóstico.

La muerte pone al descubierto todo lo que no es real. En este caso, el tema principal no es que su mejor amiga tiene cáncer, sino que la perspectiva de que se muera hace que Elizabeth se dé cuenta de que está enamorada de Rayya.

Hay verdades que nos queman y eso le pasa a Elizabeth: Toma conciencia de que su matrimonio está acabado, así que después de hablar con su marido, cancela todas sus actividades y decide ir a estar junto a su amor. Separarse, salir del clóset y estar con su antigua amiga y actual amor, ocurren simultáneamente.

Lo que parece un acto de impulsividad, no lo es. Elizabeth llega a decir: “Rayya y yo estamos juntas. La amo y ella me ama. Camino por esta experiencia con el cáncer con ella no sólo como su amiga, sino como su pareja. Estoy exactamente donde necesito estar, el único lugar en el que quiero estar…”.

El amor no consigue impedir lo inevitable, y finalmente Rayya muere. Las palabras de Elizabeth no pueden ser más conmovedoras: “Te quería tanto Rayya. Gracias por haberme dejado caminar contigo hasta la orilla del río. Fue el mayor honor de mi vida…”.

Esta historia real interpela. Y la pregunta principal que me resuena es: ¿Cómo estoy viviendo mi vida? ¿Le doy lugar a lo que siento, o lo que rige mi vida es el miedo?

Juan Tonelli

Autor de “Un elefante en la habitación”, historias sobre lo que sentimos y no nos animamos a hablar. Conferencista.

https://linktr.ee/juan.tonelli

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