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Inventando otro macondo

El reto es gigantesco. ¿Cómo convertir en una película o serie de televisión uno de los libros más importantes e influyentes de nuestra época?

Jorge  Ramos

JORGE RAMOS

El reto es gigantesco. ¿Cómo convertir en una película o serie de televisión uno de los libros más importantes e influyentes de nuestra época? Durante décadas nadie se atrevió. Hasta que Netflix, con la autorización de la familia de Gabriel García Márquez, se lanzó a la casi imposible aventura de visualizar Cien Años de Soledad.

El primer párrafo del libro, uno de los más conocidos de la lengua española, es tan perfecto y evocativo que seguro detuvo muchos intentos de convertirlo en voz e imagen. El párrafo dice así: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”.

Prendí mi televisor, inserté una clave para ver los primeros cuatro capítulos, y casi cerré los ojos. Pero lo que encontré me gustó. Mucho. La serie está increíblemente pensada, producida y trabajada. Hicieron la tarea y no dejaron al azar ningún detalle. Aunque no sea lo que siempre me imaginé.

El libro dice que “Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos”. El Macondo que vi en Netflix era mucho más limpio, verde y organizado del que construí con varias relecturas en mi mente. Mi Macondo siempre fue más seco, triste, pobre y desaventurado.

“Lo importante era dar un espacio para que la gente que está haciendo la serie tuviera su propia interpretación de Cien años de soledad”, me dijo en una entrevista Rodrigo García Barcha, productor ejecutivo de la serie, y uno de los dos hijos del escritor, quienes, junto a su madre, vendieron hace tiempo los derechos del libro. (Ella luego murió y no alcanzó a verla.) “Creo que no puede haber algo más molesto que el hijo del autor esté encima diciendo ‘no, así no’…Realmente me quité del camino para que los que están haciendo la serie la puedan interpretar como ellos quieran”.

¿Por qué una serie -de 16 capítulos- y no una película? “Mi padre tuvo ofertas para hacer la película y siempre dijo que no por varias razones”, me dijo Rodrigo, quien es director y guionista con una muy exitosa carrera. “Una de las razones es porque el libro no cabía en una película de dos horas, ni de tres y quizás no de cuatro. Ahora, con el auge de las series…eso fue lo que cambió”.

El “reto” de García Márquez, me dijo su hijo, fue “contar seis generaciones y 100 años de vida en 400 páginas”. Y no fue fácil. En una vieja entrevista de televisión García Márquez cuenta que estuvo encerrado durante meses en un cuarto de la ciudad de México, casi sin ver a su familia, pero que “era una época muy buena porque estaba escribiendo como un tren, que es lo mejor que le puede pasar a un escritor”.

Cuando terminó la novela no tenía suficiente dinero para enviarla a la editorial a Buenos Aires. La partió, envió la mitad, y cuando consiguió más dinero, puso en el correo lo que faltaba. Es en ese cuarto en México y en esas condiciones donde nace el Macondo original.

El Macondo de Netflix fue mucho más costoso y ambicioso. La escenografía -40 mil metros cuadrados de construcción- es una verdadera ciudad que se creó cerca de Alvarado, Tolima, en Colombia. Los Buendía jamás imaginaron tantas luces y tantos lujos, ni siquiera cuando Melquiades y el circo llegaban a Macondo.

El reto de la serie era, en el mejor de los casos, complementar al libro y dar una visión, entre millones, de cómo era la vida en Macondo. Y lo logra. Agradezco las narraciones tomadas íntegramente del libro y las magníficas actuaciones marcadas por las páginas más que por las improvisaciones. Pero tengo una sola observación: Muchos de los que llegamos a la serie, pasamos antes por el libro. Y por más bien logrado que estén los efectos especiales, el lugar natural del realismo mágico es en nuestras propias cabezas, junto a los sueños, no en las pantallas de un celular o de un iPad.

Una de las cosas más valiosas de la serie es cómo se sostiene en el 2024 una historia publicada en 1967. Las sensibilidades de entonces están muy lejos de los avances tecnológicos que tenemos ahora. Pero lo curioso y único es cómo se casaron historia y tecnología para que Cien Años de Soledad saliera en video 57 años después de ser publicada.

Me faltan ver 12 capítulos. Y me urge que Netflix los suelte. Estoy atrapado. Pero al igual que con el primer párrafo, tengo enorme curiosidad de cómo van a resolver el último. Ese que dice que “las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra”.

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