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“Nearshoring”: Otros países ocuparán felices el espacio que México puede dejar vacío

Los datos no mienten: Si bien ha habido un repunte moderado en la Inversión Extranjera Directa (IED), ésta no ha sido la avalancha que muchos esperaban.

Eduardo Ruiz-Healy

EDUARDO RUIZ-HEALY

El “nearshoring” se ha convertido en el tema de moda cuando se habla del desarrollo económico de México. La cercanía geográfica con Estados Unidos, los tratados comerciales como el T-MEC y los costos laborales competitivos colocan al país como un candidato natural para atraer inversiones extranjeras que buscan optimizar sus cadenas de suministro. Sin embargo, la realidad es más compleja. ¿Está México realmente listo para aprovechar esta oportunidad o quedará, como tantas veces antes, viendo cómo pasa el tren?

Los datos no mienten: Si bien ha habido un repunte moderado en la Inversión Extranjera Directa (IED), ésta no ha sido la avalancha que muchos esperaban. Gran parte de este capital proviene de reinversiones de empresas ya establecidas en lugar de nuevas inversiones extranjeras. Esto apunta a un problema estructural más profundo. La inseguridad, el deficiente Estado de Derecho y los cuellos de botella en infraestructura - particularmente en electricidad y agua - son barreras que no pueden seguir ignorándose.

El mercado laboral, a menudo citado como una de las fortalezas de México, también enfrenta sus propios retos. Si bien el país cuenta con una fuerza laboral joven y competitiva, el aumento de salarios y las posibles reformas laborales están generando incertidumbre. Además, la formación técnica sigue siendo insuficiente para las necesidades de industrias avanzadas, lo que limita el atractivo de México frente a otras naciones que han invertido en la capacitación de su fuerza laboral.

Por si fuera poco, el panorama se complica con la inminente renegociación del T-MEC en 2026. Estados Unidos ya ha levantado banderas rojas sobre los fabricantes chinos que utilizan o pretenden utilizar a México como base para exportar vehículos eléctricos y otros productos de bajo costo. Si las reglas de origen o las regulaciones comerciales se endurecen, el atractivo del país podría esfumarse rápidamente. Esta incertidumbre podría retrasar decisiones de inversión clave en los próximos años y poner en juego la credibilidad de México como socio confiable.

Sin embargo, y pese a lo anterior, México sigue siendo una pieza clave en el rompecabezas global del nearshoring. Pero convertir este potencial en resultados tangibles requiere un compromiso real del gobierno y del sector privado. Es indispensable invertir en infraestructura crítica, garantizar un entorno empresarial seguro y confiable, y abordar proactivamente las preocupaciones de los socios comerciales.

Es momento de abandonar las promesas y diagnósticos repetidos. México necesita un plan claro y ejecutable que priorice las reformas estructurales y resuelva las barreras existentes. La historia ya ha demostrado que el país es experto en desperdiciar oportunidades. Esta no debe ser una más. Si no se actúa con la urgencia que el momento demanda, otros países, como Vietnam o incluso algunos en América Latina, estarán más que felices de ocupar el espacio que México deje vacío.

La pregunta no es si México puede ser un destino líder en “nearshoring”. La verdadera cuestión es si tomará las medidas necesarias para serlo. Porque el tiempo no espera y las oportunidades se van si no se aprovechan. ¿Dará el paso el país o permitirá que otros tomen la delantera, una vez más?

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