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Llegó el Tren de Aragua y hay que detenerlo

Omar García Harfuch, confirmó el martes pasado, la presencia en la Ciudad de México de la organización criminal transnacional venezolana denominada Tren de Aragua

Eduardo Ruiz-Healy

EDUARDO RUIZ-HEALY

El secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch, confirmó el martes pasado, la presencia en la Ciudad de México de la organización criminal transnacional venezolana denominada Tren de Aragua, después de informar del arresto de cinco supuestos miembros de esta organización dedicados a la explotación sexual y tráfico de personas. Aseguró que no hay evidencia de una expansión significativa de esta organización y explicó que hasta ahora solo está vinculada con narcomenudistas locales.

Este reconocimiento debe servir como alerta sobre la necesidad de fortalecer la vigilancia y la cooperación internacional para frenar su avance en México, considerando que se trata de un grupo con aproximadamente 5 mil integrantes que, según los expertos, amenaza la estabilidad de los países donde opera, desde América Latina hasta Estados Unidos.

Lo que empezó en 2009 como una red de extorsión dentro de una cárcel venezolana ha evolucionado hasta convertirse en un grupo criminal que explota la vulnerabilidad de los migrantes y desestabiliza comunidades enteras.

En América Latina, su presencia es evidente en países como Colombia, Ecuador, Chile y ahora México. Aprovechándose de las rutas migratorias, el grupo se dedica a la trata de personas, extorsión y otros crímenes. En México, el Tren de Aragua encuentra un terreno fértil en los vacíos de seguridad y la corrupción, utilizando las rutas hacia EEUU para sus actividades ilícitas. Aunque las autoridades han comenzado a tomar medidas, es fundamental intensificar los esfuerzos para prevenir su expansión y desmantelar sus redes.

En EEUU, el grupo ha encontrado oportunidades para infiltrarse, especialmente en ciudades como Nueva York, Chicago y Salt Lake City, donde se reportan delitos vinculados a su operación. Las estrategias de control migratorio y sanciones implementadas por las autoridades de ese país deben complementarse con un enfoque regional que aborde las causas profundas del problema, como la migración forzada y la falta de oportunidades en los países de origen.

El impacto del Tren de Aragua trasciende sus crímenes. Su expansión pone en evidencia la fragilidad de los sistemas judiciales y de seguridad en los países afectados, además de la falta de coordinación entre ellos. Combatirlo requiere una estrategia conjunta que incluya compartir inteligencia, fortalecer las instituciones judiciales y atacar las raíces del problema: desigualdad, pobreza y corrupción.

México, como puente entre América Latina y EEUU, tiene un papel clave en estos esfuerzos. Su experiencia en la lucha contra el crimen organizado puede ser fundamental para impulsar la cooperación regional y enfrentar esta amenaza de manera integral. Es positivo el hecho de que García Harfuch reconozca que el Tren de Aragua ya llegó a México, porque ignorar el peligro que representa solo agravaría sus consecuencias, poniendo en riesgo la estabilidad y el futuro de millones en todo el continente.

Este grupo criminal es más que una organización delictiva; es un reflejo de un sistema político-económico que falla en proteger a los más vulnerables. Enfrentar este reto requiere no solo voluntad política, sino un compromiso sostenido para abordar las causas estructurales que permiten su existencia.

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