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“Yoísmo”

Quien se ama tanto a sí mismo siempre está compitiendo contra los demás, es la reina bruja del cuento de Blanca Nieves, infeliz, sola, amargada hasta la frustración: Es lo que deja el “yoísmo”.

Jesús Canale

Las excesivas fotografías de uno mismo, la selección compleja y minuciosa de los colores, marcas y estilos de la ropa de cada quien, el largo tiempo invertido en el espejo, el gasto desmedido en cosméticos y otras características que rodean el acabado de la propia imagen corporal y ya ni mencionar lo extendido de estas costumbres que para darnos una idea basta saber que casi 100 millones de imágenes personales se suben diariamente solamente a Instagram y basta ver la proliferación de gimnasios (pero sobretodo de espejos en los gimnasios) en ciudades grandes, medianas y pequeñas son un reflejo incuestionable de la desmedida admiración que tenemos por nosotros mismos en esta civilización que nos toca hoy vivir. A esto debe sumarse el descuido e incluso el desamor por el otro aún en el seno de la propia familia, del propio matrimonio, y ya no se diga por los compañeros de trabajo, vecinos y paisanos. La sociedad actual -y con esto no excluyo las de otras épocas- es marcadamente narcisista pues está claro que las mujeres y los hombres invierten demasiado tiempo y esfuerzos en la propia imagen y el reconocimiento que los demás tienen de cada quien, eso que propiamente hemos venido a llamar “éxito”. Si Narciso -el del mito- se hiciera hoy realidad se ufanaría al ver cuántos seguidores cosecha en la sociedad actual. A Narciso le importaba tanto él mismo que perdió el interés por los demás, su amor propio le agotaba tanto que no tenía fuerzas para amar a los demás de manera que la amistad, lo grupal, lo colectivo no aparecía en su lista de interés. Hoy a muchos les basta con sí mismos, de allí que gozan mucho sus espejos en soledad o bien se nutren de la admiración de los demás. Así se va logrando vivir sin amigos pues los que se tienen no son más que escalones para subir cada vez más alto donde cada vez más demás los admiren. Tampoco saben mostrarse o entregarse por el otro, no se casan y si lo hacen duran poco en ese amargo trance de “tener” que olvidarse de uno mismo y aprender a ceder para beneficio ajeno. Las relaciones sociales del narcisista existen o son para su propio provecho y nunca prevalece el bien ajeno en esa relación. El narcisismo es una enfermedad del corazón, del corazón afectivo que tarde o temprano ese mal progresará en una espiral sin freno hasta impedirle disfrutar incluso ser de los mejores pues él está no para ser de los mejores sino para ser el mejor y no quiere saber de segundos ni terceros lugares. Quien se ama tanto a sí mismo siempre está compitiendo contra los demás, es la reina bruja del cuento de Blanca Nieves, infeliz, sola, amargada hasta la frustración: Es lo que deja el “yoísmo” -forma incorrecta pero semejante de llamar al egoísmo. En el pueblo de narcisos el político gestiona para ganar votos y mantenerse muy alto donde todos lo vean, el trabajador es una maquinaria de producción en serie que compite por escalar simplemente por escalar, la educación termina por ser una capacitación para la información, destrezas y habilidades, el amor a los demás no existe, la entrega menos, la renuncia a las preferencias personales no aparece en su diccionario. Está claro que así no se puede vivir sanamente ni atisbar la felicidad.

Hablando de otro asunto: ¡Saldo blanco! La campaña gestionada por el Departamento de Tránsito Municipal de Hermosillo para alejar al máximo las probabilidades de tragedias por accidentes vehiculares en esta capital fue una demostración de que, cuando a la comunidad se le sabe llegar bien y cuando la comunidad responde bien a la autoridad porque se trata de alcanzar objetivos que el sentido común y el clamor general reclaman, entonces los resultados se empatan muy bien con los objetivos planeados.

En este caso, y según decir del vocero del Departamento de Tránsito Municipal -Ovier Quintero Pérez- en una entrevista radiofónica de hace dos días, el saldo de tragedias de tránsito en esta recién pasada Noche Buena y Navidad fue de color totalmente blanco. Ojalá tengamos el mismo escenario en la noche de fin de año.

Jesús Canale

jesus.canale@gmail.com

Cardiólogo por la UNAM.

Maestría en Bioética.

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