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Woke

El uso del lenguaje incluyente quizás sea uno de los principales puntos que dividen a las generaciones hoy en día y de los que más escozor causan entre quienes sienten un ataque a la lengua.

Genaro  Lozano

ESCENARIOS

Recientemente falleció The Vivienne, una artista drag que ganó el popular concurso Drag Race de RuPaul en el Reino Unido. Su muerte fue reportada por el New York Times respetando el pronombre de “elle”, que prefería le fallecide.

El uso del lenguaje incluyente quizás sea uno de los principales puntos que dividen a las generaciones hoy en día y de los que más escozor causan entre quienes sienten un ataque a la lengua. En efecto, hay un grupo de personas que se sienten agraviadas por lo “woke” y lo ven como una plaga que merece ser exterminada.

En general, quienes critican “el exceso de la corrección política” son personas que se ubican ideológicamente en la derecha. Son los seguidores de Donald Trump, los de Milei o incluso los de un sector de los demócratas que han visto como un exceso el que su partido use los pronombres no binarios. Quizás, su aversión al uso del lenguaje incluyente sea el común identificador entre estos grupos, aunque también los une su creciente rechazo a las causas de las personas trans. Son un sector amplio que parece sentirse amenazado o vulnerado por estas causas e incluso utilizan el término “woke” como peyorativo, pero que están a nada de usar el de “zurdos de mierda”.

Woke no es un concepto nuevo. De hecho, su historia se remonta a las luchas por los derechos civiles de los afroamericanos que lo usaban en sus cantos de protesta como un llamado a mantenerse despiertos (awake) a las injusticias raciales. El movimiento antirracista de “Black Lives Matter” retomó el concepto y lo volvió a popularizar, pero incorporó otras causas, como las ecologistas, las LGBT, las feministas, las anticolonialistas, las antiespecistas, las pacifistas, las laborales, las anticapitalistas, etcétera, etcétera. Es decir, el término woke es un concepto paraguas de causas por la justicia social. En la mejor tradición democrática, el wokismo defiende la ampliación de derechos y entiende la vida como un campo de batalla.

Coincido en que en algunos casos el ser woke se ha convertido en una carga pesada. Tal vez en los grupos más duros del wokismo todo esté a un click de ser cancelado. Si mañana Jane Goodall confesara que comió recientemente una gelatina con grenetina no vegetal no faltaría quien quisiera cancelarla por tal incoherencia con su lucha antiespecista. Si mañana el cantante andrógino (o queer-bait) Harry Styles se riera de una broma homofóbica quizás terminaría su carrera por ello.

A los wokes también se nos acusa de ser incoherentes por la causa palestina. Hay quienes ven como un absurdo que un gay defienda la autonomía Palestina, ya que ven a Israel como la “única democracia en Oriente Medio” y por ello invitan a cualquier persona de la diversidad sexual a “irse a defender a los palestinos a Gaza junto a Hamas”. Esta crítica considera que como Tel Aviv tiene un Pride muy grande se debería ignorar la matanza de niños palestinos por el ejército israelí. A estos críticos se les resbala la idea de la interseccionalidad de las causas o la simple obligación ética de levantar la voz ante el genocidio que comete Israel en pleno siglo 21.

La cuestión trans está desplazando al lenguaje incluyente como el pegamento que une a los trumpistas con J.K. Rowling. Muchas personas critican al wokismo porque piensan que la defensa de las identidades trans sea excluyente con el avance de las causas feministas. Piensan que al defender la identidad trans se “borra” a las mujeres y ven al movimiento feminista y al movimiento trans como antagonistas. En realidad, la lucha trans aprendió del feminismo muchas de sus herramientas teóricas y desde la postura woke el feminismo y el movimiento trans son inseparables, son movimientos hermanados. Además de que la cuestión trans también incluye a los hombres trans y a las personas trans no binarias.

Me gustaría pensar que en la oposición a lo woke hay un miedo irracional en lugar del odio. El miedo se resuelve con educación; el odio es más difícil de erradicar. Por lo pronto, prefiero la promesa, la curiosidad y el desafío que plantea lo woke al resentimiento anquilosado de su antítesis.

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