Lo que me da miedo en 2025
Este no es el Estados Unidos que yo imaginé. La cuenta regresiva ya empezó. Por eso el 2025 me da tanto miedo.
JORGE RAMOS
Sí, lo que más miedo me da en este año que comienza es lo que Donald Trump pueda hacer con los inmigrantes indocumentados en Estados Unidos. Trump toma posesión el 20 de enero pero, en la práctica, ya opera como el líder del país.
Joe Biden sigue siendo el mandatario aunque hace tiempo que no parece así. Recientemente viajó a Brasil, Perú y Angola, y pasó casi desapercibido. Una tambaleante caminata por la selva del Amazonas generó más preocupación por su fragilidad física que impacto a favor del medio ambiente.
Lame duck es el grosero término que usan los estadounidenses para definir a ese presidente ineficaz que está a punto de irse. La traducción -pato cojo- es dolorosa. Es casi imposible imaginarse que Biden, de 82 años, en un momento dado pensó que podía gobernar cuatro años más. O ganarle a Trump. Siete de cada 10 votantes en la pasada elección, según una encuesta a la salida de las urnas, creen que Estados Unidos va en la dirección equivocada. La elección fue un claro rechazo al pasado, a los altos costos y una apuesta por las ideas extremistas del candidato republicano.
Desde que Trump se lanzó a la política ha utilizado a los inmigrantes para ganar votos. En el 2015 nos llamó “criminales” y “violadores” a los inmigrantes mexicanos, y en el 2024 prometió a los votantes la más grande campaña de deportaciones en la historia del país. Y eso es lo que me aterra.
Trump no siempre cumple sus promesas. Varias veces dijo durante su primera presidencia que construiría un largo muro en la frontera entre México y Estados Unidos, y que México lo pagaría. No fue cierto. De hecho, Trump apenas construyó 47 nuevas millas de muro fronterizo durante su presidencia, según comprobó The New York Times. Y México no pagó ni un centavo.
Pero aun si Trump no cumpliera del todo su promesa de deportaciones masivas durante su segunda presidencia, una implementación incompleta causaría muchísimo daño. La posibilidad de separar a muchas familias latinas es real. Actualmente hay cuatro millones de familias con niños nacidos en Estados Unidos -y que, por lo tanto, son ciudadanos estadounidenses- que tienen al menos un padre o madre sin documentos.
¿Y qué quiere hacer Trump con esas familias? Deportarlas completas. “Yo no quiero separar familias”, dijo Trump en una entrevista con la cadena NBC. “Así que, para no separar a las familias y mantenerlas juntas, tienes que deportar a todos.” Esta frase es de una crueldad inusitada y, en caso de ponerse en práctica, dañaría irremediablemente a niños que son ciudadanos de Estados Unidos.
Quien tendrá la responsabilidad de detener a los indocumentados, ponerlos en campamentos y luego deportarlos será Tom Homan, designado por Trump como el nuevo zar de la frontera. Él ya dijo que necesitaría “100 mil camas” en centros de detención para implementar las deportaciones prometidas. Esto, según su cálculo, es tres veces más de la capacidad actual del gobierno federal.
Homan será la cara de esta política de crueldad, así como alguna vez lo fue Joe Arpaio, quien durante 24 años fue el sheriff del condado de Maricopa, en Arizona, y quien se dio a conocer por su dureza y excesos contra los inmigrantes indocumentados. Cuando le preguntaron hace poco a Homan en el programa 60 Minutes si se podrían evitar las separaciones de familias, su despiadada respuesta sacó escalofríos: “Sí, las familias pueden ser deportadas juntas”. Si esto de verdad ocurre, las redes sociales van a estar plagadas de dolor e indignación.
Hablemos claro. En este 2025 es literalmente imposible que Trump pueda deportar a los 13 millones de indocumentados que hay en Estados Unidos, de acuerdo con el estimado hecho por el American Immigration Council. No existe la infraestructura ni el personal para hacerlo. Pero “empecemos con un millón”, dijo en una entrevista el futuro vicepresidente J.D. Vance.
No sería la primera vez. Este odio es muy viejo. El general Joseph Swing, bajo órdenes del presidente Dwight Eisenhower, deportó a un millón de personas -en su mayoría mexicanos- durante la llamada Operación Wetback en 1954. Las consecuencias fueron trágicas. Hubo muertos, familias separadas, frecuentes violaciones a los derechos humanos, deportaciones a lugares aislados sin agua o comida, y hasta ciudadanos estadounidenses arrestados por error.
Eso es lo que quiere repetir Trump. La idea es tan descabellada e injusta que ha tenido que buscar una vieja ley -de 1798- para justificar la expulsión masiva de “enemigos extranjeros”. Pero el problema con utilizar esa ley es que Estados Unidos no está en guerra, ni está siendo invadida, ni los inmigrantes son criminales o enemigos extranjeros.
Y aquí vale parar para aclarar algunas cosas. La gran mayoría de los indocumentados no son delincuentes y estudio tras estudio confirma que los inmigrantes cometen menos crímenes que los ciudadanos estadounidenses. Además, pagan impuestos, hacen los trabajos que nadie más quiere, crean nuevos negocios y no se nos puede olvidar que gracias a ellos sobrevivimos la pandemia.
Por todo lo anterior me preocupa enormemente la promesa de las deportaciones masivas de Trump. Aunque no sea ni un millón de migrantes por año. Las consecuencias a nivel humano serían desastrosas, con muchas vidas destruidas. Incluso ahora, antes que Trump tome posesión, ya es medible el terror que existe dentro de la comunidad inmigrante de Estados Unidos. Muchas familias ya están haciendo sus planes en caso de que uno de sus miembros sea detenido y deportado.
Este no es el Estados Unidos que yo imaginé. La cuenta regresiva ya empezó. Por eso el 2025 me da tanto miedo.