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Mar de mentiras

Vivimos en un mar de mentiras. Y el agua se va a poner aún más espesa. Las grandes compañías en las redes sociales prácticamente han renunciado a la tarea de determinar qué es verdadero y qué es falso.

Jorge  Ramos

El video tiene casi tres millones de vistas en Facebook. Otro video, similar, en TikTok tiene más de dos mil comentarios. En ambos aparecen mi imagen y mi voz promoviendo una supuesta cura mágica contra la diabetes. Ambos videos son falsos. Fueron hechos, seguramente, con inteligencia artificial (IA) y sin mi autorización. No es la primera vez. Ya en el 2023 había denunciado otra página en la Internet que utilizaba mi nombre para vender gomitas (o gummies en inglés) con una sustancia que se encuentra en las plantas de mariguana. También usaron mi imagen en un anuncio falso de un producto para incrementar “la intimidad sexual”.

La diferencia entre esos primeros anuncios de hace más de un año y los que acabo de ver es la sofisticación de las nuevas tecnologías de IA. Han logrado replicar mi imagen, mis expresiones y mi voz casi a la perfección. El sonido que sale de mi boca coincide con el movimiento de mis labios. Y, sin embargo, todo es falso. Hay muchísimos casos como el mío y es prácticamente imposible demandar a los responsables. Más allá de las ligas donde piden dinero y datos personales, están escondidos detrás de sus computadoras y en varias partes del mundo. Solo están esperando que alguien caiga en la trampa para robarles su identidad y su dinero. Basta con un clic en la página equivocada.

Vivimos en un mar de mentiras. Y el agua se va a poner aún más espesa. Las grandes compañías en las redes sociales prácticamente han renunciado a la tarea de determinar qué es verdadero y qué es falso. Meta -la corporación que maneja Facebook, Instagram y WhatsApp- anunció esta semana que iba a terminar con su política de verificación de datos. Ahora va a depender más de los propios usuarios para corregir información equivocada, imprecisa, incompleta o abiertamente prejuiciada. Traducción: Que cada quien diga lo que quiera decir sin importar si es cierto o no. El árbitro se va a casa. Esta es la definición de una jungla digital.

“Este es el momento de regresar a nuestros orígenes alrededor de la libre expresión”, explicó en un video Mark Zuckerberg, el fundador y líder de Meta. Y luego dio las razones de este radical cambio de política. El sistema de verificación de datos “llegó a un punto en que cometía muchos errores y censuraba mucho… Esto significa que vamos a cachar menos cosas malas pero también vamos a reducir el número de mensajes y cuentas de personas inocentes que cancelamos accidentalmente”.

¿Qué son “cosas malas”? Conspiraciones, injustificables ataques personales, difamaciones, anuncios falsos y un larguísimo etcétera. Las redes se han convertido en una pelea de espadachines. Ya está claro que no podemos depender de las plataformas ni de las empresas cibernéticas para establecer la verdad. Meta seguirá el mismo camino de X, propiedad de Elon Musk, para corregir o identificar información falsa a través de las llamadas “notas comunitarias”. Eso es algo parecido a lo que yo estoy haciendo con esta columna. Puedo denunciar que algo es falso, pero no tengo ninguna garantía de que lo van a sacar de circulación.

¿Cuál es la solución en esta era de desinformación? Más periodismo. Me explico. El periodismo es una de las pocas profesiones en nuestra sociedad que fue creada, precisamente, para determinar la verdad. Estudiamos y nos entrenamos para verificar lo que nos dicen, reportamos lo que vemos, corroboramos nuestras fuentes y publicamos la versión más cercana a la verdad, independientemente de nuestras preferencias, prejuicios o puntos de vista. Si algo es verde decimos que es verde y si murieron 17 en un accidente, decimos 17, no 14 ó 10.

A muchos políticos y gobiernos no les gustan los periodistas independientes porque suelen cuestionar los datos que publican y las cosas que hacen. Pero para eso estamos. Y ante una Internet revuelta de noticias falsas, nos toca a los reporteros rescatar lo que es cierto, descartar lo que no es y denunciar a los que se aprovechan de las mentiras. Ante la duda, más periodismo.

Todos tenemos a un pequeño grupo de periodistas en quien creemos y dependemos para nuestra vida diaria. Y ahora que las grandes empresas de redes sociales han decidido que las audiencias se autorregulen, el periodismo es más esencial que nunca. No tengo diabetes, afortunadamente. Ni hago comerciales. Nunca lo he hecho. Y ahora, debido a la inteligencia artificial, es preciso dudar hasta de lo que vemos. Ante un mar de mentiras, nos queda el periodismo.

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