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Nos echan la basura a México

Estados Unidos, a más de considerar a México su patio trasero, lo usan también como su basurero. Acá vienen a dar millones de toneladas de nocivos desechos que contaminan el ambiente y ponen en riesgo la salud de las personas.

. Catón

De política y cosas peores

Susiflor, hermosa chica, invitó a su departamento a Babalucas. Ahí le dijo, insinuativa: “Mi cama es de agua”. Replicó el badulaque: “Gracias. No tengo sed”. (Cierto señor de edad ya muy madura compró igualmente una cama de agua. Su esposa la llamaba “el Mar Muerto”). Evoco de nueva cuenta a Juanito de la Peña, apodado “El Toca” por razones que él mismo ignoraba. Les decía a sus alumnos en la clase de Química: “El plomo es un metal oscuro, pesado, maloliente y venenoso”. Añadía en seguida: “Y no es que hable yo mal del plomo: Es que el plomo así es”. Tóxico, en efecto es dicho metal. Indro Montanelli, ameno historiador, sostuvo que la decadencia del imperio romano se debió en buena parte a que las tuberías del agua en Roma eran de plomo. Así, los habitantes de la gran urbe sufrían sin darse cuenta un paulatino envenenamiento del cuerpo y de la mente. Poseo una linda colección de soldaditos de plomo. La reuní quizá como nostalgia de mi época de niño, que ahora vuelvo a vivir en el recuerdo. Los tengo con uniformes de todos los colores y banderas de numerosos países. Unos son de infantería, de caballería otros, y puestos en su anaquel parecen desfilar al compás de los claros clarines, como en la “Marcha triunfal” de Darío. Muchos de esos soldaditos los compré en una tienda de Puebla llamada Ikebana, frente al templo de San Cristóbal, santo que fue descontinuado por la Iglesia, lo cual explica el aumento en el número de accidentes vehiculares. También el Concilio desautorizó a San Jorge, patrono de Inglaterra, y eso ha hecho que desde entonces proliferen en la isla los dragones. Guardo bellos recuerdos de la tienda que dije, pues ahí la amada eterna solía comprar arreglos florales para adornar nuestra casa, mientras yo me entretenía escogiendo una nueva serie de figuras. Abuelo querendón -querer sin condiciones es condición de abuelos-, les pedía a mis nietos que solamente vieran los soldaditos, pero que no jugaran con ellos, por la toxicidad del plomo. Bien habría querido hacer como mi abuela materna, mamá Lata -se llamaba Liberata-, que en su sala tenía numerosos platitos y tacitas de fina porcelana. Mis padres nos prohibían entrar al cuarto, por temor de que quebráramos algo, y ella se enojaba: “En mi casa a mis nietos no se les prohíbe nada. A ver hijitos: ¿qué quieren quebrar? ¿Taza o plato?”. El plomo con que los soldaditos están hechos me impedía imitar en mis nietos la cariñosa permisión de la amorosa abuela. Ahora me entero por Reforma de que los Estados Unidos, a más de considerar a México su patio trasero, lo usan también como su basurero. Acá vienen a dar millones de toneladas de nocivos desechos que contaminan el ambiente y ponen en riesgo la salud de las personas. En especial se cita el enorme número de baterías de vehículos, ya gastadas, provenientes de Estados Unidos y que contienen plomo, ese peligroso metal que amenaza a los habitantes de diversos sectores en la zona metropolitana de Monterrey a donde llegan los desechos. Para colmo, dentro de unos días nos amenazará otra basura: Trump. La mamá de Pepito le comentó a su esposo, preocupada: “Mi tío está en la cama muy enfermo”. Al punto intervino el chiquillo: “Llévale a la muchacha de la casa”. “¿Para qué?” -se extrañó la señora. Explicó Pepito: “Anoche oí que mi papá le dijo en su cuarto: ‘Me reviviste, chula’”. El joven recién casado se quejó con su padre: “A mi esposa no le gusta el sexo. Parece que me casé con una monja”. “Hijo mío -suspiró con pesaroso acento el genitor-. Entonces yo estoy casado con la madre superiora”. FIN.

Mirador

Por Armando FUENTES AGUIRRE

¿Recuerdas, Terry, perro mío, la primera vez que viste una rana en el estanque?

Eras apenas un cachorro. Conocías los gatos, las gallinas y los guajolotes, pero ese raro animalejo era algo extraño para ti. No te acercaste a la rana. Ya sé que lo hacías por prudencia; no por miedo. Sobra la explicación. Espero sin embargo que no te hayas dado cuenta de que sonreí al ver tu cautelosa conducta frente al bicho. Lo miraste, atento, y elevaste la naricilla para oliscarlo desde donde estabas. Después volteaste hacia mí como preguntándome: “¿Qué es eso?”.

Era una rana, Terry, solamente una rana, pero tanto tú como yo nos hemos quedado suspensos ante lo desconocido, aunque no lo reconozcamos. Cuando pienso en la muerte yo también vuelvo la vista hacia mi Dios y le pregunto: “¿Qué es eso?”. Algún día me responderá en igual manera que yo te respondí: “Es la muerte, hijo. Es solamente la muerte”.

¡Hasta mañana!

Manganitas

Por AFA

“Pasa el tiempo”

Sobre el tema opinan otros

que al decir eso fallamos,

pues más bien los que pasamos

somos en verdad nosotros.