Los invitados de Trump
En el lugar de Claudia Sheinbaum -Dios me libre de encontrarme en él- yo sentiría preocupación por el hecho de no haber sido invitado a la toma de protesta del descastado Trump.
De política y cosas peores
“No puede usted entrar”. Eso le dijo el guardia al briago que pretendía colarse a la fiesta. “¿Por qué?” -preguntó con tartajosa voz el temulento. Respondió el otro: “Porque no lo invitaron”. Adujo el azumbrado: “Pero tampoco me dijeron que no viniera”. En el lugar de Claudia Sheinbaum -Dios me libre de encontrarme en él- yo sentiría preocupación por el hecho de no haber sido invitado a la toma de protesta del descastado Trump. Es cierto: Muchos otros presidentes y presidentas no fueron convocados, pero aun así la exclusión de la mandataria de un país vecino tiene cola, si me es permitida la expresión rabera. Igual sería el caso de Canadá, la otra potencia mundial fronteriza de Estados Unidos. Por el contrario, es significativa la invitación cursada al dirigente chino. Bien sabe Trump dónde le aprieta el zapato, y hoy por hoy China se erige como fortísimo competidor del país del Norte, que tendrá problemas serios para enfrentar al de Oriente por la abundancia y extremada baratura de la mano de obra con que cuenta la nación asiática. En época pretérita se usó una fea frase racista y discriminatoria: “el peligro amarillo”. Hay quienes dicen equivocadamente que las palabras sólo son palabras, pero ese terminajo, xenófobo y discriminatorio, fue causa de muchas muertes, y aun de actos genocidas como el acontecido en Torreón a principios del pasado siglo. Por fortuna, ha dejado de usarse esa expresión, lo mismo que otras igualmente peyorativas: “Son cuentos chinos”, “te engañaron como a un chino”, y algunas más de similar jaez. Ahora China emerge como un gigante en todos los sentidos, y su sombra se cierne sobre el país de Trump. La potencia hegemónica que otrora fue Estados Unidos tiene ahora frente a sí a un tigre que empieza a dar zarpazos. Te suplico, escribiente, que suspendas ahora mismo tu peroración, pues a mí los tigres me ponen muy nervioso, sobre todo después de aquello de Siegfried y Roy. Mejor relata un par de chascarrillos finales y luego haz mutis lentamente, como doña Prudencia Grifell, extraordinaria actriz. De edad madura ya, tenía mucho donde sentarse, por no decir que era abundosa de caderas, a diferencia de otra notable artista dramática, doña Virginia Fábregas, quien poseía notables atributos pectorales. En relación con ambas señoras Salvador Novo hizo un maledicente juego de palabras. Dijo hablando del escenario: “Virginia tarda en entrar lo que Prudencia en salir”. Pero voy a los chascarrillos. El restaurante Stafo, donde dan porciones mínimas y cuentas máximas, estaba abarrotado, pues sobran quienes no van a comer a esos lugares, sino a que los vean comer. La vanidad, una de las más frecuentes formas que la pend… asume, sale cara. De pronto un comensal hizo algo muy extraño: Se metió apresuradamente abajo de la mesa donde estaba con una dama, y se tapó con el mantel. Acudió el jefe de meseros y le preguntó a la mujer: “¿Por qué hizo eso su marido?”. “No es mi marido -aclaró, nerviosa, la señora-. Mi marido es aquel hombre alto y musculoso que acaba de entrar”. En la barra del conocido Bar Ahúnda un sujeto bebía calladamente su tequila. El nivel de la copa no bajaba, pues lo que el tipo bebía se llenaba otra vez con las copiosas lágrimas que derramaba. El cantinero, compasivo de profesión, le preguntó al gemebundo individuo: “¿Por qué llora, amigo?”. Respondió el interrogado: “Tuve una fuerte discusión con mi señora, y cometí el gravísimo error de ganársela. Me dijo que en castigo no tendría sexo conmigo durante tres meses”. “Caramba -se condolió el de la cantina-. Tiene usted razón para estar triste”. “Sí -gimió el otro-. ¡Hoy se cumplen los tres meses!”. FIN.
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