Aeropuerto, una vergüenza
...tras declarar mi orgullo por el aeropuerto de Guadalajara, reitero mi vergüenza de saber que la capital de México, mi patria, tiene dos aeropuertos: Uno que parece tianguis de villorrio y el AIFA, incomunicado, inaccesible, incómodo, inactivo, ineficaz e inútil.
DE POLÍTICA Y COSAS PEORES
“El doctor me dijo que es peligroso hacer el amor con exceso”. Tal noticia le dio Capronio a su mujer. Opuso ella: “No lo hacemos con exceso”. Replicó el inurbano sujeto: “Tú no, pero yo sí”. El severo genitor reprendió a su hija: “No me gustó la forma en que tu novio te besó anoche”. “A mí tampoco, papi -respondió la chica-, pero ya aprenderá”. (En Guanajuato oí a una niñita -no más de 7 años tendríaque con voz cantarina relataba a los turistas la leyenda del Callejón del Beso. Adornó la narración enumerando diversas clases de besos. Uno de ellos era el “de jaulita”. Dijo la pequeña sin saber lo que decía: “Es el que se da con el pajarito adentro”. ¡Bendita inocencia!)... Mentirá quien diga que el Aeropuerto Internacional “Benito Juárez”, de la Ciudad de México, es un aeropuerto de tercer mundo. Es de cuarto, quinto o sexto mundos. El extranjero que llegue a él sentirá que ha llegado a la central camionera de un poblacho empobrecido, abandonado. Esa terminal aérea, deslucida, degradada, sucia, constituye una vergüenza nacional. Muchos y muy graves daños infirió López Obrador a nuestro País. Uno de los mayores fue impedir la construcción del aeropuerto de Texcoco, que habría figurado entre los mejores del mundo. Cometió ese atentado por puro capricho, a fin de mostrar el poder que recientemente había adquirido, y a un altísimo costo para la nación, que sigue pagando los efectos de su torpe soberbia. No todo, por fortuna, está podrido en este desgarrado País. El fin de semana último volé a Guadalajara. Cuando llegué al aeropuerto de la ciudad tapatía no daba crédito a lo que mis ojos contemplaban, si me es permitida esta entusiasta expresión admirativa. La antigua terminal aérea ha sido sustituida por otra modernísima, amplia, cómoda, e incluso -no vacilo en decirlo- lujosa. Sentí alegría al saber que en México hay un aeropuerto que inspira orgullo en vez de provocar vergüenza. Bello motivo tuve para ir a Guadalajara, uno de los más cordiales corazones de nuestro País, ciudad hermosa en la que tengo muchos y gratísimos recuerdos. Decir por qué fui allá merece extenso comentario aparte que después haré. Mientras tanto, tras declarar mi orgullo por el aeropuerto de Guadalajara, reitero mi vergüenza de saber que la capital de México, mi patria, tiene dos aeropuertos: Uno que parece tianguis de villorrio y el AIFA, incomunicado, inaccesible, incómodo, inactivo, ineficaz e inútil. Jactancio es un tipo egocéntrico, narcisista y pagado de sí mismo, tanto que no dice: “¡Dios mío!”; dice: “¡Yo mío!”. En el Bar Ahúnda conoció a una atractiva mujer. “Estás de suerte -la felicitó-. Te invito a ir conmigo al Motel Kamawa”. En la habitación 210 de ese establecimiento tuvo lugar el consabido trance. Al final le preguntó Jactancio a su pareja a fin de oír el esperado elogio: “¿Cómo estuve?”. Para su sorpresa y mortificación le contestó la dama: “Pudiste haber estado peor”. Herido en su vanidad le demandó Jactancio hecho una furia: “¡Te exijo que te retractes inmediatamente!”. “Está bien -concedió ella-. No pudiste haber estado peor”. Aquellos hombres de la Edad de Piedra perseguían a un mamut acosándolo con sus lanzas y sus hachas. “¡Tiznada madre! -masculló el animal mientras corría para escapar de sus perseguidores-. ¿Dónde chin… se mete la Sociedad Protectora de Animales cuando más la necesita uno?”. (Cierta mujer de ese mismo antediluviano tiempo llegó con sus amigas luciendo una finísima piel de tigre sable. “Felicítenme, chicas -les dijo alegremente-. ¡Acabo de inventar la profesión más antigua del mundo!”). FIN.
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