Trump emulando a Fidel Castro

CRITERIO

Apenas antier, mientras un reducido grupo de amigos ex compañeros de la secundaria y preparatoria desayunábamos juntos, surgió una conversación sobre el actual conflicto migratorio y uno de nosotros - historiador muy reconocido - trajo a colación el asunto de gran número de ciudadanos cubanos con pretensión de trasladarse a seguir sus vidas en los Estados Unidos, concretamente en la Florida, allá por 1980, lo hicieron con permiso del gobierno cubano valiéndose de muchas embarcaciones pequeñas que navegaron repletas de migrantes y que estuvieron partiendo durante varios meses del puerto de Mariel con destino a Cayo Hueso, Florida, sumándose un total de 125 mil migrantes.

Ocurrió que el gobierno de Fidel Castro ante el tamaño de tal ola migratoria ya admitida en los Estados Unidos señaló que la mayoría de esos disidentes cubanos eran delincuentes, antisociales y se llegaron a mencionar otras etiquetas como retrasados mentales, prostitutas y homosexuales.

A partir de estas “revelaciones” del gobierno de Cuba la cuestión se apuntó hacia un descuido del gobierno norteamericano de Jimmy Carter, lo que fue, entre otros factores, motivo de que resultara derrotado en las elecciones para su segundo periodo, pero la maniobra cubana no resultó tan útil al gobierno de la isla pues ocurrió que quien más adelante ganó las elecciones al presidente Carter fue Ronald Reagan, que no fue ningún regalo para Castro ya que frenó los pasos de apertura hacia a Cuba que promovía Carter. A aquellos migrantes se les llamó “los marielitos” y a la operación se le quedó la etiqueta de “la crisis migratoria de Mariel”.

Pues bien, ciertamente aquel precedente de alguna forma nos lleva a ver en la actual crisis migratoria México-Estados Unidos una similitud en los dichos que el reestrenado Presidente estadounidense profiere sobre los migrantes que desde México cruzan nuestra frontera Norte y son etiquetados por el gobierno trumpista como criminales, asesinos, violadores, etcétera, lo que le ha sido útil para persuadir a millones de ciudadanos norteamericanos de que las deportaciones incluso crueles son necesarias y justas en términos de una depuración social tal y como lo planteó Castro con los “marielitos” hace cuatro décadas en un intento de congraciarse con su pueblo y al mismo tiempo ridiculizar al gobierno de Carter por haber recibido un gol cubano con el envío de 125 mil indeseables: Por eso decimos que Trump emula a Castro; ambos se han valido de artimañas, armadijos y engaños propios de los gobernantes populistas.

Ahora pasemos a otro tema. Como entrada transcribo el encabezado de un relevante comunicado oficial: “Issste garantiza acceso oportuno, integral y sin discriminación a interrupción legal del embarazo”. Se trata de un acuerdo del director general del citado instituto, Martí Batres Guadarrama, con fecha de antier y que entró en vigor el día de ayer.

Como persona bien informada en el tema, partiendo de realidades científicamente validadas a más no poder, como médico en práctica activa, con el debido y máximo respeto a las diversos entendimientos sobre el particular y agradecido por vivir en el seno de una comunidad libre y plural como lo es la mexicana, expongo el criterio que comprende que en todo embarazo hay al menos dos vidas humanas, la de la madre y la de su hija o hijo; igualmente, que toda vida humana es individual, personal y por ello plenamente digna y merecedora de derechos; que no desconozco las ansiedades, incertidumbres, agobios, tensiones y presiones que pueden incidir sobre la madre en diversas circunstancias; reconozco que tanto los individuos, la familia, la comunidad, la sociedad y el Estado deben garantizar de manera fundamental antes que nada la vida de cada persona, vida que está antes del bienestar mismo de nadie más (sin vida no hay bienestar) y que, todos los entes sociales que he mencionado tenemos la responsabilidad ante todo embarazo de proteger y cuidar a ambos, la madre y el o la hija, haciendo todo lo posible por otorgar a los dos el derecho a lo mejor, entendiendo que tal derecho requiere primero y necesariamente, sin excepción, la vida.