Consecuencias de la discordia
Hoy el régimen demanda unidad ante los Estados Unidos, cuando lo que ha fomentado es la discordia, la recriminación sin fundamento, la denigrante connivencia con el crimen, la pulsión vengativa en contra de las instituciones democráticas.
En el siglo XIX México experimentó dos imperios, el primero encabezado por Agustín de Iturbide, quien después de consumar la independencia se convence que es necesaria su magnificencia, se transforma en Agustín I, imponiendo una monarquía hereditaria.
El intento es efímero, a los meses se derrumba, aquel personaje que en el pasado había sido recibido como héroe al tiempo se exilia, termina fusilado en 1824 al ser descubierto intentando regresar al País.
Los tiempos políticos mexicanos transcurren por aquel siglo colmado de turbulencias, aspiraciones febriles, asonadas, guerras, invasiones y desmembramientos, en el último tercio llega una invasión europea y en colusión con notables y la Iglesia imponen un noble austriaco como emperador de México, Maximiliano de Habsburgo. El signo de aquellos días es la desunión, la República se encontraba fragmentada en una colusión de intereses particulares sobre los intereses nacionales.
El experimento fracasa al igual que al inicio del siglo, el monarca es fusilado y la emperatriz olvidada en Europa con la razón extraviada.
A raíz de todos estos acontecimientos aparece el gran unificador nacional, Benito Juárez, quien con inteligencia y honestidad se rodea de acreditados profesionales y se entiende con los Estados Unidos.
En una carta a su yerno Pedro Santacilia (Patricia Galeana: Juárez, el hombre y el símbolo, Ed. Planeta) el Presidente mexicano definió claramente su posición ante nuestros vecinos: “Siempre es un buen auxilio no tener por enemigo a un pueblo vecino y esto nos basta”.
En octubre de 1864 Margarita Maza de Juárez llega al exilio en Nueva York, su presencia adquiere un papel relevante en la relación binacional, se muestra como una interlocutora confiable entre el Gobierno norteamericano y el Presidente itinerante.
La relación con el secretario de Estado William H. Seward es respetuosa y directa, una conversación con el funcionario lo demuestra: “Espero que dentro de un año veré en México a mis dos amigos, a Juárez y a Santa Anna”.
Margarita le dijo al ministro de Colombia que hacía de intérprete: Dígale usted a mister Seward que verá a uno o a otro, pero no a los dos”. (Ángeles Mendieta Alatorre, Margarita Maza de Juárez. Epistolario, Antología, Iconografía y Efemérides. México, 1972. Pág. 102).
El triunfo de las fuerzas republicanas sobre los invasores no envaneció a Juárez, todo lo contrario, convoca a elecciones, triunfa y faculta al Congreso no a él, a promulgar nuevas leyes y auspicia una política de reconciliación nacional que incluía a la Iglesia y a los monárquicos. La unidad nacional se obtiene mostrando altura de miras ante los demás, Juárez lo logró dando una lección de tolerancia, dignidad y respeto. Después de este periodo crítico de la vida mexicana llegará lo que se conoce como la Republica Restaurada, donde el disentimiento político tenía un lugar preponderante en la agenda nacional.
Hoy el régimen demanda unidad ante los Estados Unidos, cuando lo que ha fomentado es la discordia, la recriminación sin fundamento, la denigrante connivencia con el crimen, la pulsión vengativa en contra de las instituciones democráticas.
Si la unidad pasa por abrazar al crimen organizado, privilegiar el nepotismo, la corrupción y el despilfarro, consentir obra pública por capricho, derruir la democracia, apoderarse a la mala del Poder Legislativo y Judicial, utilizar los medios públicos de información para atacar y desprestigiar a los opositores, acusar a cualquier antagonista de traición a la Patria y pervertir la educación, se encuentran muy lejos de Juárez y su legado.
En una declaración reciente la Presidenta afirmó: “Las decisiones unilaterales no ayudan”. Demanda a un Gobierno extranjero lo que no practica.
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