Leche bronca
Un colectivo poco numeroso y disperso, pero creciente, surgido hace algunas décadas en algunos países de Europa y en los Estados Unidos, propone el libre consumo de leche no pasteurizada.
CRITERIO
Un colectivo poco numeroso y disperso, pero creciente, surgido hace algunas décadas en algunos países de Europa y en los Estados Unidos, propone el libre consumo de leche no pasteurizada, es decir, leche no pasada por un proceso de calentamiento para eliminar microbios hostiles a la salud humana, la llamada leche cruda mejor conocida entre nosotros como leche bronca; a esta iniciativa se le conoce como el “movimiento de la leche bronca”.
De entrada esta propuesta se considera arriesgada pues la pasteurización de la leche no humana ha conseguido evitar o reducir notablemente el riesgo de que esta sea un vector o acarreador de microbios responsables de enfermedades infecciosas, que van desde leves a graves e incluso mortales, seguramente en millones de personas a lo largo del tiempo. Para darnos una idea, se ha registrado que en 1938 la leche bronca fue el vehículo para una de cada cuatro infecciones sufridas por el consumo de alimentos en seres humanos; fue así que las autoridades sanitarias comenzaron a exigir la pasteurización de la leche con lo que se minimizó notablemente ese riesgo.
El citado movimiento que aboga por la no regulación del consumo de leche cruda o bronca encuentra hoy una oportunidad dorada toda vez que el recién designado por Donald Trump como secretario de los Servicios Humanos y de Salud de los Estados Unidos, Robert F. Kennedy Jr. (foto adjunta), es un promotor del consumo de leche bronca en su País, lo que ha implicado que sea un crítico contra las regulaciones de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) en relación al consumo libre de leche cruda y, como clara muestra de ello, el nuevo secretario ha apuntalado a uno de los principales productores estadounidenses de leche bronca para ocupar un sitio como asesor al interior de la FDA.
Se trata de Mark McAfee, director de una compañía interesada en una modalidad de alimentación “diferente” y que es promotor de la leche bronca para libre consumo humano. Kennedy, dicho sea de paso, es también conocido desde años atrás por su criterio anti-vacunas aunque recientemente matizó esta postura durante un interrogatorio en una comparecencia oficial.
El centro de gravedad de este tema radica, o debe radicar, en los hechos objetiva, real y científicamente demostrados y con suficiente evidencia. De un lado está el beneficio que, para la prevención de enfermedades infecciosas, ha mostrado la pasteurización de la leche pero por otro lado se han reportado resultados de estudios, varios de ellos efectuados en poblaciones de regiones agrícolas de algunos países europeos, y que indican ciertos beneficios del consumo de leche bronca, destacando la observación de menos enfermedades alérgicas y asma entre los niños cuando se les compara con los que han consumido siempre leche pasteurizada.
Estos estudios no solo advierten la presencia de tales beneficios sino que algunos han llegado a vislumbrar cuáles serían los mecanismos por los cuales la leche bronca tendría algunas ventajas sobre la leche previamente procesada por calentamiento. Algunos mencionan que calentar (pasteurizar) la leche le hace perder ciertas cualidades nutricionales o sufrir algunas modificaciones químicas que podrían explicar la mayor prevalencia de asma y alergias en los consumidores de leche pasteurizada.
De otra parte, en estos temas de iniciativas alternativas y de ambientes “conspiracionistas”, a veces incluso politizados -como ocurre con el maíz transgénico- se añade el riesgo de inducir sesgo o prejuicio incluso en los investigadores lo que hace más complejo el asunto por las tensiones que se imponen sobre la autoridad regulatoria. Por eso decimos que la oportunidad para el “movimiento de la leche bronca” es hoy como nunca antes.
El sentir científico y epidemiológico percibe, en general, el riesgo de ver ignorada la evidencia en relación a la pasteurización -como ha ocurrido con la vacunación, por ejemplo- pero teme oponerse a probar a ver qué pasa con el consumo de leche bronca antes de tener evidencia científica para poder decir que no surte ningún efecto benéfico o que el beneficio es considerablemente menor que el riesgo.
Conocer la verdad suele ser complicado, a veces doloroso. ¡Menudo enredo entre ciencia, pasión, ideología y política!
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