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Zarpazos del oso

Donald Trump lleva meses gruñendo, mostrando las fauces, echando espuma por la boca. Y muchos en México creyeron que el animal agresivo jamás atacaría...

Denise Dresser

Donald Trump lleva meses gruñendo, mostrando las fauces, echando espuma por la boca. Y muchos en México creyeron que el animal agresivo jamás atacaría; que el personal del zoológico sería capaz de mantenerlo en su jaula, detrás de las rejas que le colocó el T-MEC. Pero rompió los barrotes, escapó y dio un zarpazo enfurecido a México, a Canadá y a China con aranceles que entrarán en vigor el próximo martes. La herida que producirán será profunda y dolorosa. Quizás implique la muerte de América del Norte como visión estratégica y realidad económica. Quizás marque el fin de una era de integración, colaboración y regionalización comercial. O tal vez el golpe sólo busca debilitar a los más débiles para ventaja negociadora -en temas comerciales y migratorios- del más fuerte.

No lo sabemos y Trump tampoco lo tiene claro porque carece de visión estratégica o de largo plazo. Si la tuviera, no provocaría una guerra comercial con sus socios norteamericanos, para beneficio de China. No se referiría a Canadá como una amenaza para la seguridad nacional estadounidense o al Gobierno mexicano como aliado intolerable del narcotráfico, sin matiz alguno. No habría desatado “la guerra comercial más tonta de la historia” como fue descrita por el periódico The Wall Street Journal. Es imposible entender las decisiones de un hombre temperamental e irracional, vengativo y disruptivo. Las razones públicas detrás del alza arancelaria cambian casi hora por hora. A ratos culpa al déficit comercial de EU con sus socios. Luego el detonador son las drogas. Después los inmigrantes. O la recaudación esperada por los aranceles. O la frontera.

En la Oficina Oval no hay un hombre racional sino un narcisista serial, al que no le preocupa provocar daño a su país con medidas contraproducentes. El reporte del Council on Foreign Relations -”Lo que la guerra comercial de Trump implica en nueve gráficas”- explica las implicaciones del autogolpe arancelario. Las tarifas impondrían costos muy altos a la economía estadounidense, especialmente en sectores como el automotriz, el energético y el alimenticio. Producirían disrupciones masivas en cadenas de producción binacionales. Llevarían a la pérdida de miles de empleos. Elevarían el costo de la gasolina en 50 centavos por galón. Entrañarían el aumento en 3,000 dólares del precio de los carros que se venden anualmente allá. Desatarían el alza de los precios y con ello la inflación, afectando a la base electoral trumpista, ya que México provee el 60% de las importaciones estadounidenses de verduras y casi la mitad de las frutas. En pocas palabras, daño y dolor.

Pero, según Trump, ese sufrimiento va a ser necesario para inaugurar una “Era dorada”, donde Estados Unidos podrá actuar de manera unilateral. Para él, la retórica importa más que los resultados. Desatendido de las consecuencias, Donald improvisa e impone sin considerar los costos económicos de sus réditos políticos. Para México serían devastadores. Recesión económica con efectos negativos para los pobres, el PIB, el presupuesto y la paridad del peso.

Claudia Sheinbaum tiene la cabeza fría y razón en señalar la hipocresía estadounidense y la doble cara de Donald Trump. Pero a ella le están cobrando dos facturas: La de quien la colocó en el poder y la de quien -desde la Oficina Oval- busca resucitar una Presidencia imperial. Ella ahora paga el precio de seis años de manejar mal la relación bilateral, descuidar la diplomacia profesional, amputar al Estado, cancelar la colaboración ante el crimen organizado, negar la crisis del fentanilo y apostarle a los “abrazos, no balazos” sin estrategias claras. Seis años de desafiar las reglas del T-MEC, subsidiar a Pemex, acrecentar el déficit fiscal, ahuyentar la inversión extranjera, y empujar una reforma judicial que corroe la confianza dentro y fuera del País. AMLO exacerbó nuestra vulnerabilidad y Trump se aprovecha de ella.

El ex embajador Jeffrey Davidow ha descrito a Estados Unidos como un oso arrogante y autosuficiente, y a México como un puercoespín propenso a erizar las espinas nacionalistas a la menor provocación. Durante más de 20 años, el puercoespín aplacó las púas y el oso se mostró dispuesto a abrazarlo en el bosque compartido de América del Norte. Ahora el mamífero iracundo decide pisotear al puercoespín, orillándolo a alzar las púas. Y los dos acabarán lastimados.

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