El legado de AMLO
Si algún día en este país llegan a prevalecer la justicia y la razón, Andrés Manuel López Obrador será llamado a cuentas para que responda por los inmensos daños que con su ineptitud y prepotencia causó a México.
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De política y cosas peores
“Me contaron que anoche te gastaste 10 mil pesos en una mujer de mala nota”. Eso le dijo, furibunda, la esposa de don Chinguetas a su liviano cónyuge. “¡Alabado sea el Señor! -exultó jubiloso el tarambana alzando los brazos al cielo-. ¡Yo pensé que se me habían perdido!”... Don Sufricio se hallaba en el lecho de la última agonía. Con feble voz le indicó a su mujer: “Cuando me haya ido, Gorgolota, cásate otra vez”. Ella se sorprendió. “¿Por qué me pides eso?”. Contestó don Sufricio: “Quiero que por lo menos haya un hombre que lamente mi fallecimiento”. Ya conocemos a Capronio. Es un sujeto ruin y desconsiderado. Su suegra se quejó hecha un mar de lágrimas: “En la calle un hombre me dijo ‘vieja cara de changa’”. “No se mortifique, suegrita -la consoló Capronio-. Para que se le pase el sentimiento voy a traerle un platanito”. Si algún día en este país llegan a prevalecer la justicia y la razón, Andrés Manuel López Obrador será llamado a cuentas para que responda por los inmensos daños que con su ineptitud y prepotencia causó a México. El destierro o la prisión serían su castigo, y en la Historia aparecería su nombre como uno de los presidentes que mayores y más graves males hizo a la Nación. Astuto demagogo, consumado embaucador, mantuvo en el engaño a millones de mexicanos, los más de ellos pobres e ineducados, antes quienes se presentó como redentor de la Patria, adalid de una cuarta transformación equiparable a las que consumaron Hidalgo, Juárez y Madero. La verdad es que dejó a la República en un estado de postración del que tardará décadas en recuperarse, y más porque el partido que creó, Morena, buscará perpetuarse a la manera en que lo hizo el PRI. Ojalá me equivoque, pero todo indica que el sexenio de Claudia Sheinbaum será sólo un interregno al cual seguirá un nuevo López, el hijo del padre, fundador éste de una dinastía que hará de México su propiedad particular, por encima de toda ley y aplastamiento de toda forma de justicia. Los incondicionales del cacique de la 4T dicen que no hubo corrupción en su sexenio. La hubo, sí, y mayor y más nociva que la de sus antecesores, pues éstos se conformaban con robar dinero, y López se robó las instituciones en que se fincaba la vida republicana y democrática de México. El mismo camino ha seguido la Presidenta actual, quien ha cohonestado ese engendro sin pies ni cabeza que es la reforma judicial, cuya aplicación habrá de traer consigo mayúsculos problemas que no podrán resolverse sino por medio del engaño y la simulación, igual que todas las “consultas populares” que a lo largo de su nefasto sexenio llevó a cabo el tabasqueño. En situación lamentable se halla nuestro País, incapaz de hacer frente por su desunión, su debilidad y su ruinosa economía a Trump, tan enemigo de México y tan amigo de López Obrador. No será profeta de catástrofes quien diga que nos aguardan días difíciles. Será sólo un observador de la realidad. Sirvan de lenitivo a ese ominoso augurio algunos cuentecillos que seden nuestro desasosiego, siquiera sea por instantes. Noche de bodas. Ya en el tálamo nupcial el novio sintió la inoportuna urgencia de ir al baño a desahogar una necesidad menor. Le dijo a su anhelosa mujercita: “¿Me permites un segundo?”. Respondió ella, mortificada: “¡Pero si todavía no ha habido un primero!”. Empleando su estuche de química Pepito confeccionó un líquido con el cual hizo que un gusanito adquiriera la consistencia y solidez de un clavo. Su abuelo le dijo: “Haré con tu líquido una prueba hoy en la noche. Si da el resultado que espero tu abuela se pondrá feliz, y tú y yo nos haremos millonarios”. FIN.
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