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Desorden global

Los vemos, lo percibimos, lo tememos. El fin del orden global existente desde la Segunda Guerra Mundial.

Denise Dresser

Denise Dresser


TAIPÉI, China.-

Los vemos, lo percibimos, lo tememos. El fin del orden global existente desde la Segunda Guerra Mundial. La sensación colectiva de algo predecible que termina y algo amenazante que comienza. Donald Trump y Elon Musk, destruyendo el andamiaje internacional, desmantelando al Estado, acurrucándose con Putin, normalizando la arbitrariedad y los arranques de hombres que quisieran ser reyes. El mundo como lo conocíamos -basado en reglas, normas y organizaciones multilaterales- cede el lugar a la incertidumbre. A la sinrazón. Al aislacionismo y al proteccionismo y al racismo y al imperialismo cuando el País más fuerte lo quiera. Nuestra generación que aplaudió la caída del Muro de Berlín y la liberación de Europa del Este, ahora enfrentará lo impensable. Rusia resurgente, China acechante y Estados Unidos en retirada del papel como hegemón “benévolo” que jugó durante 80 años. La Pax Americana ha terminado y Trump fue quien la sepultó.

Al sacar a Estados Unidos de la OMS, al salirse del Acuerdo Climático de París, al anunciar la pretensión de quedarse con Groenlandia, Canadá y el Canal de Panamá, al poner en riesgo el T-MEC, al colocar a Ucrania a merced de Rusia. En apenas unas semanas en el poder, Trump destruye alianzas, dinamita acuerdos y empuja a su país hacia un lugar insólito; el lugar de los autoritarismos competitivos y las autocracias electas. Empoderados por “la voluntad del pueblo”, la trifecta Trump-Vance-Musk arrasa con todo aquello que consideran una contención a su poder. La burocracia federal estadounidense, las cortes, las leyes, los precedentes jurídicos, la división de poderes, la propia Constitución. Y lo mismo que hacen hacia adentro, proyectan hacia afuera.

En Munich, J.D. Vance no fue a reforzar los lazos con Europa, sino a destazarlos. No reiteró el compromiso de Estados Unidos con la seguridad del continente, sino anunció que ese tema ya no le preocupa. Pronunció un discurso en el cual buscó exportar la polarización de su propio país y se paró del lado la derecha xenófoba que intenta ganar elecciones cercenando derechos, expulsando migrantes y cerrando mentes. Los líderes sentados ahí no le aplaudieron, ni se sumaron a su agenda iliberal. Sí cobraron conciencia de que, como lo señala la historiadora Anne Applebaum, Estados Unidos ya no quiere negociar sino extorsionar. Ya no busca acuerdos sino transacciones.

Trump está produciendo una realineación de poder global, más parecida a la promovida por Putin que a la forjada desde la posguerra. Y en ese nuevo tablero, Europa está sola; Ucrania está sola. El paraguas protector estadounidense se cierra mientras el puño de Putin cobra fuerza. Si los europeos van a enfrentar el expansionismo de los rusos, tendrán que hacerlo sin los estadounidenses. Si Ucrania quiere la “paz”, tendrá que pagarle a Trump por ella, con concesiones económicas como la cesión de derechos ad infinitum sobre recursos minerales, petróleo, gas y puertos. Estados Unidos ya no será la potencia protectora -vía la OTAN- de los zarpazos del oso ruso. Venderá su amor a quien lo pague mejor, y en este momento Putin es la pareja elegida.

En aras de ese nuevo amorío, Trump-Vance-Musk mimetizan las mentiras provenientes de Moscú. Que Zelensky es un dictador, cuando la Constitución ucraniana prohíbe elecciones en tiempo de guerra. Que Zelensky comenzó el conflicto, cuando Rusia inició la invasión porque no cree que Ucrania tiene derecho a existir como país autónomo. Que Putin quiere la paz, cuando bombardea a la población civil en Kyiv y Kharkiv y Odesa, noche tras noche. Trump se ha convertido en el perico de Putin.

Y desde la Oficina Oval donde Musk también manda, el narcisista naranja permitirá que Putin siga jugando a la intervención y a la desestabilización para acabar con la democracia liberal en Europa. Abrazará al dictador ruso mientras se distancia de los demócratas europeos. Forjará relaciones de conveniencia para contener a China, que en realidad avanza y se beneficia con la autodestrucción de Occidente. Trump se volverá el portavoz de gobiernos de democracias iliberales que no creen en las garantías individuales ni en los contrapesos ni en la tolerancia ni en la diversidad ni en las instituciones representativas. Gobiernos que normalizan el expansionismo y la xenofobia y la retórica de la rabia. Trump ha decidido desordenar al mundo y putinizarlo.

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