La pericia y decoro de Sheinbaum
Reconozco y alabo la manera prudente, hábil y al mismo tiempo digna en que ha llevado la difícil relación de nuestro País con el orate que en hora mala llegó por vez segunda a la Casa Blanca.

Una avispa le picó a don Languidio en su atributo masculino. La esposa del maduro señor le preguntó al médico: “¿Podría quitarle el dolor y dejarle la inflamación?”. Un tipo llamado Zo era aprendiz de mago. Tenía una hermana, y quiso practicar con ella el truco de meter a una mujer en una caja y luego partirla por la mitad con un serrucho. Hizo el ensayo. Ahora tiene una media hermana. El farmacéutico le dijo a Astatrasio Garrajarra: “Este jarabe sabe feo, pero al tomárselo imagine que está tomándose una cerveza”. Sugirió el temulento: “¿No sería mejor tomarme una cerveza, y al tomármela imaginar que estoy tomándome el jarabe?”. Hoy, Día de la Mujer, aplaudo con ambas manos a una mujer: Claudia Sheinbaum, presidenta de México. Reconozco y alabo la manera prudente, hábil y al mismo tiempo digna en que ha llevado la difícil relación de nuestro País con el orate que en hora mala llegó por vez segunda a la Casa Blanca, que tan negra se ha vuelto, si me es permitido ese deplorable juego de palabras. Admito que la mandataria se abatió ante el desbordado gringo cuando contra toda ley y todo derecho le entregó a 29 reos mexicanos, algunos de los cuales posiblemente perderán allá la vida, pero hizo eso presionada por Trump. De paso acalló las voces según las cuales México tiene un narcogobierno, concepto propiciado por la obsequiosa conducta que frente a los cárteles de la droga asumió López Obrador. La presidenta Sheinbaum ha ido sorteando con cautela los obstáculos que el impredecible barbaján yanqui ha puesto una y otra vez para el arreglo de los conflictos que él mismo ha causado entre México y Estados Unidos. La nueva prórroga en la aplicación de los aranceles es una tregua, siquiera sea provisoria y breve, que retrasa el cumplimiento de las amenazas del prepotente gringo. Desde luego, confiar en Trump es como volar a 10 mil metros de altura agarrado a la picha de un zancudo, según afortunado símil del Godoy, simpático paisano mío. El amarilloso déspota usa como una de sus malévolas tácticas la que en su país se llama gaslight, consistente en poner en la incertidumbre y la zozobra a sus adversarios, para de ese modo someterlos. La citada expresión se originó en la extraordinaria película de ese nombre ,”Gaslight”, en español “Luz de gas”, 1944, con Ingrid Bergman y Charles Boyer. Nuestra Presidenta ha manejado con destreza el trato con su intratable homólogo. Este día celebro que México tenga a una mujer como presidenta, cosa que el país del Norte no ha logrado pese a su decantado progresismo democrático. Sigo pensando que el mitin -ahora “festival”- de mañana en el Zócalo es patraña inútil. Para dar a conocer la información y puntos de vista de la mandataria habría sido mejor un mensaje televisivo difundido nacionalmente. Esa crítica colateral no me impide reconocer la pericia y decoro que Claudia Sheinbaum ha mostrado en estos días difíciles. Debemos apoyarla en sus esfuerzos por defender el interés y dignidad de México y afrontar las embestidas del bestial magnate yanqui, más preocupado por ganarse la aprobación de sus despistados seguidores que por cuidar el verdadero interés de su país y la paz y seguridad del mundo en que todos habitamos, incluso él, aunque no se haya dado cuenta. Las malaventuras conyugales de don Cucoldo no terminan. Anoche halló por enésima vez a su mujer entrepernada con un desconocido. Le espetó al sujeto en un solo golpe de voz: “¡Hijodelachingadaméndigocab…!”. El sujeto lo amonestó: “Modere su vocabulario, caballero. No olvide usted que está en presencia de una dama”. FIN.
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