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¿Y si enfrentar el dolor fuera el camino para dejar de sufrir?

Con frecuencia parecemos negar la realidad de la vida, en donde hay alegrías y tristezas, momentos buenos y momentos malos.

Juan Tonelli

Historias demasiado humanas

Hace un tiempo conversaba con un médico sobre los problemas circulatorios y su impacto en el cuerpo. Me explicó que cuando las personas con estas afecciones caminan, pueden sentir un dolor intenso en las piernas o en los pies. Su reacción natural es detenerse, evitar la incomodidad, evitar el dolor.

Sin embargo, bajo supervisión médica, la indicación es exactamente la contraria: Deben seguir caminando, permanecer en el dolor, “penetrar” el dolor, porque esa es la mejor forma de superarlo, promoviendo la circulación por otras vías, y forzando a que las arterias no estén cada vez peor.

Pensé en la potencia de esta metáfora aplicada a nuestras emociones, a nuestras vidas. Cuando algo nos duele, nuestro primer impulso es evitarlo, alejarnos, distraernos, anestesiarnos. Buscamos cualquier forma de escapar del sufrimiento. Y es comprensible, pero no nos hace bien. No es lo que necesitamos. Al igual que en el caso de las arterias, lo que nos ayuda no es huir, sino enfrentar esa adversidad. Permanecer en ese dolor, sentirlo, comprenderlo. Sólo así podemos sanarlo, evitar que empeore.

Sin embargo, la sociedad en la que vivimos nos enseña lo contrario. Nos inunda con distracciones, nos ofrece un sinfín de escapes, nos inculca la idea de que debemos evitar el sufrimiento a toda costa. Estar triste parece estar mal.

Una persona pierde a su pareja de muchos años y al principio se la acompaña, con todas las personas compungidas. Pero tácitamente, al tercer mes ya se empieza a “exigir” que se ponga bien. ¿En tres meses? ¿Un duelo? Eso habla mucho de nosotros, de nuestra propia intolerancia al dolor.

Y esto nos lleva a otra pregunta: ¿Qué significa realmente ser fuertes? ¿Acaso la verdadera fortaleza no radica en la capacidad de sostener el dolor, enfrentarlo y poder atravesarlo sin huir?

Con frecuencia parecemos negar la realidad de la vida, en donde hay alegrías y tristezas, momentos buenos y momentos malos. Al pretender evitar -huir- de los malos, sin saberlo, estamos huyendo también de los buenos. ¿Cómo se puede separar la cara de la ceca en una moneda? Son indivisibles. Lo mismo pasa con la vida. Las experiencias dolorosas forman parte de ella y es imposible eliminarlas, o al menos, pretender hacerlo sin un alto costo.

No podemos seleccionar nuestras emociones, ni construir una muralla que sólo deje entrar lo bueno y mantenga afuera lo que nos hace sufrir. Porque al levantar esa barrera, estamos bloqueando todo. El miedo a sentir dolor nos vuelve incapaces de sentir placer genuino, de emocionarnos, de conectarnos con el otro, con el mundo, con nosotros mismos.

Construimos una coraza para evitar sufrir, pero esa misma coraza nos impide amar, reír, conectar. ¿Por donde se acaricia a una persona que tiene puesta una armadura? ¿Cómo se lo toca? ¿Puede sentir un beso?

Es entonces cuando nos volvemos rígidos, inertes, muertos en vida. Y lo más paradójico es que el dolor que intentamos evitar no desaparece, simplemente se transforma en otra cosa: En ansiedad, en insatisfacción crónica, en una sensación de vacío que no sabemos cómo llenar.

Aceptar el dolor no significa resignarse ni regodearse en el sufrimiento. Significa reconocerlo, darle su espacio, permitirnos sentirlo sin pretender eliminarlo de un plumazo, porque eso nunca va a suceder. Es entender que el dolor no es nuestro enemigo, sino un maestro. Nos muestra dónde hay heridas que sanar, dónde aún hay partes de nosotros mismos que necesitan ser escuchadas y comprendidas.

Entonces, la verdadera pregunta es: ¿Estamos dispuestos a vivir completamente? ¿Podemos aceptar la vida con todo lo que trae, sin rechazar lo que duele? ¿Qué pasaría si en lugar de huir del sufrimiento, nos permitiéramos experimentarlo, aprender de él, dejar que nos transforme? ¿Cómo cambiaría nuestra existencia si dejáramos de ver el dolor como algo que debe erradicarse y comenzáramos a verlo como una puerta hacia una vida más plena y auténtica?

La vida no es sólo luz ni sólo sombra. Y sólo abrazando esa totalidad podemos realmente vivirla.

Juan Tonelli

Autor de “Un elefante en la habitación”, historias sobre lo que sentimos y no nos animamos a hablar. Conferencista.

https://linktr.ee/juan.tonelli

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