Sin corridas

Genaro Lozano

El fortalecimiento de la democracia participativa ha sido una de las banderas de la Cuarta Transformación desde el 2018. En muchos sentidos han cumplido. Las consultas ciudadanas, los presupuestos participativos, las iniciativas ciudadanas en los congresos, la revocación de mandato, son algunas de las herramientas que hoy tenemos en la democracia mexicana. Herramientas que merecen ser mejoradas, pero que es mucho mejor que existan a que no las tengamos. Este martes 11 de marzo se cumple el plazo para que una iniciativa ciudadana preferente sea votada en el Congreso de la CDMX. Me refiero a la iniciativa ciudadana para prohibir las corridas de toros.

A inicios de enero pasado, el colectivo “Cultura sin tortura” recolectó más de 30 mil firmas para apoyar la iniciativa “Prohibición de espectáculos públicos y privados con animales”. El 9 de enero el Instituto Electoral de la Ciudad de México (IECM) certificó la validez de 27 mil 477 firmas, lo cual equivale al .35% de la Lista Nominal de Electores de la CDMX. El requisito legal pide por lo menos el .25%. El 28 de enero, la Comisión de Puntos Constitucionales del Congreso de la CDMX emitió un acuerdo de procedencia y a partir de ahí la ley obliga a un plazo no mayor de 45 días naturales para que el Congreso vote la iniciativa ciudadana. Ese plazo vence este mismo martes.

La prohibición de las corridas de toros no es un tema nuevo ni siquiera un tema “woke”. Desde inicios de este siglo, varios colectivos han demandado que se cierre la Plaza de Toros a las corridas y que sea un espacio dedicado a otras actividades, ya sea musicales o culturales. En estos 25 años el termómetro ciudadano ha cambiado mucho. Cada vez son más las personas que consideran que las corridas son violencia y cada vez son más los estudios de mercado que demuestran que tienen poca demanda y que otras actividades generarían más recursos y empleos para la CDMX.

Los colectivos animalistas que presentan la iniciativa este año argumentan que esa Ley es inconstitucional porque contradice tanto la Constitución de la CDMX como la Federal y buscan modificaciones a la Ley de Protección Animal de la CDMX y a la Ley de Celebración de Espectáculos Públicos para garantizar la protección animal. Cuentan con el respaldo de diputados de Morena como Víctor Romo, de la bancada del PV y de casi todos los legisladores del PAN, PRD y MC, según integrantes de la organización Anima Naturalis. En otras palabras, la iniciativa ciudadana tendría los votos necesarios para ser aprobada.

Sin embargo, el 27 de enero el diputado morenista Alberto Venegas promovió un amparo ante la Sala Constitucional del Tribunal de la CDMX argumentando que la iniciativa afecta empleos, cultura y hasta la democracia y la libertad en la CDMX. El recurso fue desechado ayer lunes.

La bola está en la cancha de la jefa de Gobierno. Clara Brugada es conocida por su apoyo a las causas animalistas. En el texto de la iniciativa ciudadana están cubiertos todos los ángulos para prohibir los toros, entre ellos el tema de derechos laborales, culturales e incluso beneficios económicos. Los colectivos también parecen dispuestos a negociar en torno a las peleas de gallos, porque éstas sí parecen tener una raíz cultural fuerte en la CDMX. Brugada y el Congreso de la CDMX pueden hoy reafirmar que fortalecen la democracia participativa y la vocación de izquierda progresista de la CDMX y mandar un mensaje al resto del País.

Además, en varios estados, como en Tamaulipas, hay iniciativas locales que buscan prohibir las corridas. Recientemente colectivos denunciaron que legisladores de Morena están bloqueando esa iniciativa tamaulipeca. Actualmente, las corridas están prohibidas en Sonora, Guerrero, Coahuila, Quintana Roo y Sinaloa, así como en varios municipios de Veracruz, Michoacán y Nayarit. Los estados de Baja California Sur, Chihuahua, Jalisco, SLP y Tabasco también las prohíben. Es decir, las corridas aún están permitidas en 20 estados y en la CDMX. Los legisladores estatales tienen la oportunidad de prohibir las corridas y con ello contribuir a la construcción de la cultura de la paz en un país sumido en la violencia.