Será demasiado tarde
Al igual que en 1933, cuando el ciudadano lo advierta, será demasiado tarde.
Dicen abrazar una ideología que exige sencillez, al momento de demostrar congruencia se rodean de lujos y privilegios haciendo gala de prepotencia.
Se declaran feministas y desoyen reclamos, absuelven a los violadores premiando la impunidad para sus correligionarios; sostienen un absurdo “humanismo mexicano” que abraza a los criminales haciéndolos aliados, ocultan pavorosas cifras de asesinatos confundiéndolas con las de los desaparecidos, la suma de las dos es espeluznante.
Dicen ser compasivos abandonando a mujeres y niños enfermos sin medicamentos, vacunas y atención médica; aseguran estar comprometidos con la transparencia destruyendo la institución que la garantiza.
Presumen que van acabar con el nepotismo y familiares cercanos a Morena colonizan todo aparato burocrático, no hay institución que no esté contaminada con esta aberración, la ley que intentaba combatirlo la posponen.
Legislan sin consenso y mesura, como si la Constitución fuere una lista de buenos deseos antes que un ordenamiento jurídico, declaran nuevos extravíos para llevarlos al texto constitucional, desfigurándolo y transformándolo en una relación de ocurrencias que hacen pasar como derechos.
Los ecos con un pasado ominoso son perturbadores, hay que tener precaución con las analogías históricas, sin embargo, son tantas las coincidencias que inquietan.
En 1933 los nazis revelaban esa discordancia, la jerarquía de valores se había trastocado. El fascismo alemán avanzaba amenazante hacia quienes demonizaba, demolían instituciones, aniquilaban adversarios entretanto redactaban leyes a su antojo.
Una muestra fue la Ley de Protección Animal del Reich, se comenzaba a erigir campos de concentración al tiempo que se penalizaba el maltrato animal.
Mientras esto sucedía, la prensa contribuía al encumbramiento condenando a la clase política tradicional sembrando la noción de esperanza en los nazis, entre intrigas y componendas los políticos habituales se acomodaban, los ciudadanos permanecían ajenos suponiendo que sus libertades estaban protegidas.
Un vendaval de decretos anuló a la oposición y sin tener mayoría en el Parlamento se apropiaron del mando, la catástrofe estaba sembrada.
Era conocida la afinidad de Hitler por los animales, un vegetariano que aborrecía la carne y quien siendo soldado en la Primera Guerra Mundial adoptó un perro callejero, este le fue robado en las trincheras por sus compañeros para convertirlo en alimento, acto que enfureció y acrecentó el odio en el futuro führer.
En los días finales de Hitler en el bunker, se hizo acompañar de su mascota preferida y en un acto que proyectaba a un personaje antitético y siniestro, sacrificó piadosamente a su perra para acto seguido suicidarse.
Las contradicciones y semejanzas con el presente son manifiestas, se hacen concentraciones alegando que la gente acude por convicción, algunos medios son cómplices de esta falsedad, después del mitin fallecieron 20 personas, para los responsables no importan; se descubren campos de exterminio, las evidencias son aterradoras, el Gobierno y sus afines niegan la veracidad del hallazgo.
Siegmund Ginzberg en: Síndrome 1933 (Gatopardo ediciones, 2024) explica las semejanzas que atestiguamos.
Asegura que para entender este fenómeno la frase de Goebbels: “Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad” no lo explica todo.
El autor afirma: “Lo que importa de una mentira no es su veracidad ni su verosimilitud, sino las emociones que despierta”.
En diciembre de 2024 se publicó en el Diario Oficial la Ley de Protección Animal, al tiempo que los asesinatos, desapariciones y pruebas del contubernio e impunidad ante el crimen son irrebatibles.
Llevan décadas mintiendo, alimentando las emociones larvadas durante un largo tiempo en la población, sentimiento que impide reparar en lo que sucede y sus consecuencias.
Al igual que en 1933, cuando el ciudadano lo advierta, será demasiado tarde.