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La tomadura de pelo de los toros

Lo que da coraje es la tomadura de pelo de la propuesta del Gobierno de la Ciudad de México. No quieren prohibir las corridas de toros sino reinventarlas. Típico de los políticos que quieren quedar con todo el mundo.

Leo Zuckermann

Soy taurino. Nunca lo he ocultado.

La fiesta brava siempre me gustó desde que mi primo Samuel me invitó a una novillada en la Plaza México cuando éramos adolescentes.

En mi programa de televisión he organizado varios debates sobre si prohibir o no la tauromaquia. Es una discusión que despierta pasiones.

Desde hace mucho, a mis amigos taurinos les he dicho que ese debate lo tenemos perdido.

La realidad es que los argumentos a favor de la prohibición son más racionales y convincentes para los valores humanos del siglo XXI. Los taurinos suelen apelar más a las emociones, la historia, la cultura y la tradición.

El único motivo racional a favor de seguir con la fiesta brava es que, de desaparecer, también lo haría la raza de toros de lidia. Los antitaurinos más apasionados dicen que, si ese es el precio que hay que pagar para que los animales no sufran, pues que así sea.

No estoy de acuerdo. Parte del encanto de la tauromaquia es el atractivo de los bureles.

Nada como ver a un toro bien presentado, con casta, nobleza y bravura.

Los taurinos no tenemos por qué negar que los toros sí pueden sufrir, y mucho, en una lidia. No hay nada peor que ver cómo un torero fracasa con la espada o el descabello. Y le pasa, me consta, hasta a los mejores matadores.

En fin, compañeros taurinos, que hemos perdido este debate, por lo menos en la Ciudad de México.

Así es la humanidad. Los valores cambian en el tiempo. En la época de los romanos se toleraba ver luchas a muerte entre gladiadores. Impensable algo así hoy en día.

No solo aplica a espectáculos o demostraciones culturales. Durante siglos se autorizó la caza comercial de ballenas. Sin embargo, por la barbaridad que entrañaba, cada vez más países la fueron prohibiendo.

En fin, que los taurinos vamos a extrañar a la fiesta brava en la capital. Como lo preví hace mucho tiempo, llegaría el momento en que perderíamos este debate en los hechos.

Lo que da coraje es la tomadura de pelo de la propuesta del Gobierno de la Ciudad de México. No quieren prohibir las corridas de toros sino reinventarlas.

Típico de los políticos que quieren quedar con todo el mundo.

De acuerdo con la propuesta de Clara Brugada, apoyada por el Congreso local, podrá haber toros, pero no lastimarlos ni matarlos. No se usarán varas, picas, banderillas, estoques o descabellos. Solo podrán torearlo con el capote y la muleta por un periodo máximo de 10 minutos.

El que inventó este engendro no tiene idea alguna de la tauromaquia. Eso que están proponiendo ni es factible ni es interesante ni es atractivo. Ningún torero serio se enfrentará a un toro de lidia por 10 minutos solo con el capote y la muleta. Para que haya una buena faena se requiere que el burel humille (baje la cabeza y exponga su testuz) cuando embiste frente a la muleta. Esto se logra precisamente picando al toro.

Mi propósito no es dar clases de tauromaquia. Lo que quiero decir es que, si Brugada y la 4T políticamente correcta van a prohibir los toros, que los prohíban y se dejen de vaciladas, por no llamarlas con una palabra más altisonante.

En el caso de las peleas de gallos, parece que quedarán intocables. No se justifica ningún pretexto porque, si se trata de evitar el sufrimiento de los animales, vaya que los gallos experimentan mutilaciones y heridas que, por lo menos al perdedor, suelen llevarlo a su muerte.

Aquí vemos hipocresía por parte de un gobierno que se dice pro-animalista.

Dos efectos veremos con esta prohibición no prohibición de los toros muy al estilo de la 4T.

Primero, no faltará el empresario taurino que vea en esta política la oportunidad de hacer dinero en el Estado vecino de la Ciudad de México, es decir, el Estado de México. Ya sucedió en el pasado cuando algún regente del Distrito Federal decretó la prohibición de la fiesta brava en la capital.

Segundo, estamos entrando en una pendiente resbaladiza de qué prohibir debido al presunto sufrimiento animal.

Siguiente en la lista podría estar cualquier espectáculo que involucra a un caballo. Ya hay quienes piensan que los equinos son seres sintientes que pueden angustiarse durante el proceso de doma que utiliza técnicas de coerción. El uso reiterado de la equitación puede causar deformidades en los caballos, especialmente en su columna vertebral. El dolor puede llevarlos a morder, patear y pisotear.

Considérese, entonces, la prohibición de las carreras de caballo, el salto ecuestre y varias suertes de la charrería.

Ya ni qué decir del sufrimiento de todos los animales que son sacrificados diariamente para consumo de su carne como proteína animal.

¿A dónde parará la pendiente resbaladiza de los derechos de los animales?

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