El papa Francisco y su salud
El buen papa Francisco parece estar recuperando la salud después del apurado trance en el cual se vio, y que dio origen a especulaciones acerca de quién lo sucedería...

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES
Laboriosa población es Ciudad Ramos Arizpe, Coahuila, conurbada ya con Saltillo, mi solar. Incansables trabajadores han sido desde siempre sus habitantes. Las mujeres hacen mole, chorizo, tamales, chocolate, pan de huevo; sus hombres, antes cultivadores de la tierra, fabrican ahora automóviles y camiones. Afincado en la modernidad, el lugar no ha perdido su estilo ni sus tradiciones. La gente de Ramos posee su especial modo de hablar, y hasta de oír. Una señora que tenía sirvienta maldiciente le gritó una vez: “¡Recluta!”, en alusión a su lenguaje, como de soldado rudo. “¡Así me han hecho sus hijos!” -respondió encalabrinada la mucama, que confundió la voz “recluta” con otra menos militar pero de igual terminación. Singulares personajes ha tenido siempre Ramos Arizpe. De ahí fue don José el Mudo, llamado así porque lo era. Mesero de cantina, para indicarle al barman que un cliente quería un Presidente con cola se cruzaba el pecho en alusión a la banda presidencial y luego se señalaba la parte posterior del cuerpo. Si otro deseaba una cerveza Indio él hacía el ademán de disparar con arco una flecha. Otro señor de Ramos tenía la peregrina habilidad de soltar a voluntad aires de estómago. En cierta ocasión pasó junto a un grupo de damas y dio salida a uno particularmente sonoro. Sin tomar en cuenta el azoro y turbación de las presentes el pedorro las amonestó, severo: “Digan ‘salú’, señoras, que no se peyó un perro: Se peyó un cristiano”. Ramos Arizpe es dueño de un repertorio de vocablos que nada más ahí se usan. En época por fortuna ya pasada a los gays se les llamaba ahí “yulolones”, rarísimo terminajo que en ninguna otra parte he escuchado. La palabra “chileta” es de pura cepa ramosarizpense. Su exacta definición es difícil de explicar. He preguntado por su significado tanto en “La Roca” como en “El Casinito”, las más insignes y espléndidas cantinas del poblado, y he obtenido diversas explicaciones acerca de esa voz. Parece que tiene que ver con el eufemismo “chile”, una de las mil formas que existen para nombrar al atributo masculino de la generación. El caso es que el término sirve para designar tanto lo que no tiene importancia -“Vale pa' pura chileta”- como para manifestar negativa terminante, como hizo aquel señor a quien todos conocieron como “el tío Chileta” después del suceso que en seguida voy a relatar. Enfermo de gravedad, agónico, abrió los ojos en el lecho de muerte y vio que su esposa y sus hijos habían comprado ya el ataúd para enterrarlo, y lo tenían recargado en la pared de la recámara para usarlo pronto. Al ver el féretro el señor se enderezó en la cama con renovada fuerza y lleno de enojo pronunció estas vindicativas palabras: “¡Ah, cab…! ¿Conque ya hasta el cajón me tienen preparado? ¡Pos ora, pa' que se les quite, pura chileta que me muero!”. Y no sólo no se murió, sino que año con año engendró cuatro o cinco hijos más. Quizá también de ahí le vino aquel apodo. Digo todo esto para celebrar el hecho de que el buen papa Francisco parece estar recuperando la salud después del apurado trance en el cual se vio, y que dio origen a especulaciones acerca de quién lo sucedería en el solio pontificio. Desde luego él no dirá aquello de: “¡Pos ora, pa' que se les quite, pura chileta que me muero!”. Él sabe que esos misterios que son la vida y la muerte están solamente en manos del Misterio al que llamamos Dios. Pero yo deseo sinceramente, pues el sucesor de San Pedro me es muy simpático, que el Santo Padre -reverente tratamiento con el que mi catolicísimo tío Refugio se refería al Papa- viva muchos años más, y que yo los vea. FIN.
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