Infidelidad financiera: Cuando el dinero se convierte en un tabú de la pareja
¿Por qué alguien oculta sus gastos a su pareja?

Historias demasiado humanas
Un grupo de amigas en un bar hablan fuerte y me convierten en testigo involuntario de su charla.
“Yo gano casi el doble que mi marido, pero no se lo digo. Le blanqueo mi sueldo oficial, pero la parte que me pagan informalmente la mantengo oculta. No es por mentir, sino que no quiero que se sienta mal. Él es muy orgulloso y tiene esa idea arcaica del macho proveedor”.
“Yo voy guardando en un fondo propio, para no tener que dar explicaciones ni escuchar reclamos cada vez que me compro algo que para él es superfluo”.
“Yo también tengo mi “fondo secreto”, pero por seguridad. El ‘hasta que la muerte nos separe’ es poco realista”.
Todas se ríen, cómplices, hasta que una lanza el dardo: “Al final, por un motivo o por otro, todas mentimos. Condenamos una infidelidad sexual o emocional… Pero esto ¿qué viene a ser?”.
El dinero, además de ser un medio de intercambio, es un símbolo de poder, seguridad y, en muchos casos, de conflicto. En la economía de pareja, el manejo financiero puede volverse un terreno sensible, donde la transparencia se enfrenta a las emociones más profundas: Miedo, culpa, necesidad de control, libertad.
Uno de los fenómenos menos hablados, pero profundamente presentes en muchas relaciones, es la infidelidad financiera: Ocultar gastos, mantener cuentas o ahorros secretos, o tomar decisiones económicas sin el conocimiento del otro. A diferencia de lo que muchos piensan, no siempre se trata de compulsión o irresponsabilidad, sino de dinámicas mucho más complejas que tienen que ver con la historia de vida de cada uno de los miembros, de las que en algún sentido, necesitan protegerse.
¿Por qué alguien oculta sus gastos a su pareja? Las amigas enunciaron algunas razones: La disparidad de ingresos cuando hay prejuicios y expectativas tradicionales sobre el rol económico de cada género, el juicio del otro ante las diferencias en la forma de administrar el dinero. A veces, es un intento de preservar un espacio personal. Otras veces, es una estrategia de protección ante una posible separación, un reaseguro económico que brinde autonomía si las cosas no salen como se espera.
Reflexionaba en que el problema central no es el dinero en sí, sino el secreto. La imposibilidad de conversarlo, de ser transparentes, crea una tensión sutil pero constante en la pareja. Casi siempre, el “engañado” percibe, “sabe sin saber”. Intuye que algo está pasando, que hay una distancia, aunque no pueda ponerla en palabras. Como ocurre con la infidelidad tradicional, hay señales, vacíos, silencios incómodos que se perciben sin necesidad de confirmación explícita. Y esa sensación de algo oculto, aunque no se exprese, erosiona el vínculo.
El dilema es que, aunque la sinceridad absoluta parezca un ideal deseable, en la práctica no siempre es viable. La verdad, en toda su crudeza, puede ser intolerable. ¿Cuántas relaciones se sostienen gracias a pequeñas omisiones, a verdades edulcoradas o a pactos implícitos de ignorancia mutua? La franqueza extrema puede ser un arma de doble filo. ¿Realmente queremos conocer todo lo que nuestra pareja oculta? ¿Estamos preparados para tolerar la verdad sin que destruya la relación?
El desafío no radica en erradicar cualquier atisbo de reserva económica, sino en encontrar un equilibrio entre la independencia y la confianza. Me vino a la memoria el célebre adagio de Aristóteles: “En lo esencial, unidad; en la acción, libertad; en lo demás, confianza”.
Quizás el problema de fondo no sea la infidelidad financiera en sí, sino la incapacidad de hablar de lo que realmente nos inquieta, que es la contracara de nuestra intolerancia a escuchar lo que al otro le pasa.
¿Habría necesidad de mentir si cada uno fuera capaz de recibir al otro tal cual es?
Juan Tonelli
Autor de “Un elefante en la habitación”, historias sobre lo que sentimos y no nos animamos a hablar. Conferencista.
https://linktr.ee/juan.tonelli
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