El Imparcial / Columnas | Noticias de México | EL IMPARCIAL /

We speak español

Aún no está muy claro el impacto de esta medida; podría traducirse en menos servicios gubernamentales en otros idiomas.

Jorge  Ramos

El mismo día en que Donald Trump estableció, por decreto, al inglés como idioma oficial de Estados Unidos escuché los detalles en dos noticieros en español, hablé por teléfono con mi mamá en México y con un grupo de amigos, también en español, y visité un par de tiendas en Miami sin tener que usar otro idioma. Más tarde, con mi familia y con una adolescente de 14 años, hablamos en “spanglish” durante la cena y, al igual que millones, nos despedimos diciendo “buenas noches”. No, ese día Estados Unidos no explotó, ni se deshizo, ni estuvo más desunido.

El argumento del nuevo gobierno es que “la designación de un solo lenguaje a nivel nacional está en el centro de una sociedad unificada y cohesiva, y Estados Unidos se fortalece por una ciudadanía que pueda expresar abiertamente sus ideas con una lengua común”. Pero la realidad es que por casi 250 años Estados Unidos no había necesitado de un idioma oficial para sobrevivir. Al contrario, como una nación conformada por inmigrantes, es la tolerancia, la diversidad y las libertades las que han mantenido unido al país, no el idioma.

Aún no está muy claro el impacto de esta medida; podría traducirse en menos servicios gubernamentales en otros idiomas. Por ejemplo, operadores de la oficina de impuestos que no hablen español o tarjetas de votación solo en inglés. Pero el mensaje de fondo es directo: Estados Unidos se está cerrando para los extranjeros y los inmigrantes.

Y a pesar de todo, la realidad se impone a la firma en un papel.

Estados Unidos ya es el segundo país del mundo donde más se habla el español. Mientras que en México hay unos 132 millones de personas que hablan español, le sigue Estados Unidos con 57 millones, Colombia con 52 millones, España con 48 millones y Argentina con 47 millones. Esta clasificación fue publicada en el estudio “El español: Una lengua viva 2024” realizado por David Fernández, profesor en la Universidad de Alcalá en España.

Los hispanos o latinos -uso indistintamente ambas palabras- ya somos uno de cada cinco habitantes de Estados Unidos (un 19.1% en el 2023) Y cada vez seremos más. Estados Unidos está en camino de convertirse en un país de minorías -para el año 2044, según la Oficina del Censoy eso significa que se seguirán hablando muchos idiomas, no uno solo.

Lo que decreta la Casa Blanca no cambia la dinámica de lo que ocurre dentro de las casas de las familias latinas. Ni en las calles de algunas de las principales ciudades del país. Imponer un idioma a nivel oficial no implica que puedes cambiar la manera en que millones se expresan cuando lloran, gritan, trabajan, hacen ejercicio o el amor.

Vivo en Miami, una ciudad donde se habla más español que inglés. De hecho, hay tiendas que tienen carteles a la entrada que dicen “We speak English”.

Cada vez que hay una crisis en América Latina, “Mayami” recibe con los brazos abiertos a los que huyen de la violencia, la pobreza o la persecución política. En los últimos años ha llegado mucha gente de Venezuela. Pero hace décadas fue de Nicaragua y Cuba. Y en el intermedio llegaron de todos los países de centro y Sudamérica. Todos hablamos español y, no por eso, Miami ha dejado de ser parte de Estados Unidos.

Un poquito más al Sur, en Homestead y en Immokalee, es fácil detectar un acento mexicano y hasta lenguas mayas entre los trabajadores agrícolas. Esta es la temporada del jitomate y no hay nada más rico que esas inmensas bolas rojas, cortadas como si fueran un pedazo de carne, y con un poquito de limón, sal y mayonesa, como lo hacía mi mamá en México. Y así como yo, el resto de Estados Unidos se alimenta de las frutas y vegetales que producen campesinos hispanohablantes. Si Estados Unidos dependiera de su suministro alimenticio solo de trabajadores que hablan inglés como idioma principal, se moriría de hambre.

En las pasadas elecciones, donde la mayoría votó por el actual presidente, hubo un grupo de “Latinos por Trump” (que luego se convirtió en “Latinoamericanos por Trump”) y que hicieron entrevistas y propaganda en español. Y lo hicieron porque creían que así podían conseguir más votos. O sea que, en ese caso, sí estaban de acuerdo en usar el castellano. Al igual que lo hizo Jackie Kennedy en un comercial en español en 1960 por su esposo John F. Kennedy o el ex presidente George W. Bush.

Vivo ahora en un país donde el inglés es el idioma oficial y, sin embargo, nada ha cambiado. Puedo hablar inglés, todavía con acento, pero la verdad es que, en muchos de mis viajes a California, Texas, Illinois y Nueva York, no lo necesito. Y no es ningún secreto que, en algunos de los mejores restaurantes italianos, japoneses o franceses del país, el chef y casi todos sus asistentes son latinos. La comida no sabe distinta solo porque quienes la preparan hablan español.

Es cierto que hablar inglés es esencial para tener éxito en Estados Unidos. La gran mayoría de los latinos que conozco son bilingües. Pero ¿qué sería de los hoteles y miles de negocios en Estados Unidos sin el batallón de trabajadores que se comunican fundamentalmente en español?

La decisión de convertir el inglés en el idioma oficial de Estados Unidos es innecesaria e inútil. En este país, “we speak español”, y estamos muy bien así, muchas gracias.