“Ponte a lavar platos”

Los coros que resonaban en la Cámara de Diputados eran un absurdo, la cacofonía de la degradación tronaba desde la tribuna, mujeres legisladoras defendiendo a un personaje que representa lo más nefasto de la política mexicana, amparando con sus estridentes consignas a un acusado de violación.

Este ex jugador y legislador logró la voz en la tribuna anulando a la víctima, quien sin defensa ni apoyo quedó sepultada por la actitud de las mujeres simpatizantes de Morena, solidarias con el poderoso e injustas con la perjudicada.

En este desfiguro se acompañaron del PRI, confirmando que la dirigencia encabezada por Alejandro Moreno ha convertido a esa fuerza política en la bisagra del oficialismo, muy lejos de la dignidad del opositor y muy cerca de los intereses y las componendas.

La lucha por el reconocimiento, la igualdad en derechos y oportunidades de la mujer es más que una lucha política, es una batalla cultural de la humanidad que este régimen dinamitó la tarde que defendieron ignominiosamente a Blanco.

Suponen que las cuotas arreglan la desventaja, esta Cámara legislativa ha alardeado la paridad que han nulificado de forma humillante, se abusa de gastados lugares comunes como “techo de cristal” o “llegamos todas” mientras la realidad derriba las frases agotadas quedando un descalabro para la realidad de la mujer en nuestro País.

Después del bochornoso espectáculo, se sumó la conducta despectiva y misógina del coordinador parlamentario de Morena, quien intentó ridiculizar a las pocas legisladoras que protestaron usando expresiones de un pretencioso perdona vidas, calificándolas de “heroínas temporales”.

Desde el pasado más remoto la lucha femenina se asoma, esta batalla lleva milenios, Mary Beard, historiadora inglesa especialista en estudios clásicos lo expone en un esclarecedor texto: Mujeres y Poder, Un manifiesto, Ed. Crítica. Beard, narra con agudeza cómo desde lo más remoto de nuestra cultura la mujer es sometida, acompañándose de reflexiones para comprender la trascendencia del fenómeno y también su banalización.

Analiza la presencia cultural, los relatos y las actitudes de las sociedades pasadas y actuales ante el arribo de la mujer en los diferentes ámbitos, explica cómo se intenta ubicarlas en esferas que llevan una dedicatoria a su condición de mujer, algo profundamente sexista, incluyendo hasta ciertos términos, como la palabra gimotear:

“¿Realmente importan estas palabras? Por supuesto que sí, porque apuntalan una expresión que sirve para despojar de autoridad, fuerza e incluso humor aquello que dicen las mujeres. Se trata de un término que restituye con eficacia a la mujer a la esfera doméstica (la gente lloriquea por cosas como fregar los platos); trivializa sus palabras o las sitúa en el ámbito de lo privado, contrariamente a lo que ocurre con el hombre de voz “grave”, con todas las connotaciones de profundidad que aporta la simple palabra grave”.

En el año 2004 la primera mujer arbitro mexicana, Virginia Tovar, hizo su aparición, Blanco era delantero del América y durante el encuentro tuvo una actitud petulante y alevosa en contra de la autoridad femenina, al finalizar el partido, el delantero contrariado por la presencia de la mujer se le acercó y le abroncó molesto: “Ponte a lavar platos”.

Este es el personaje por el que el régimen acabó su política feminista, entre tanto escándalo y a sólo seis meses de la administración presidida por una mujer, el Gobierno recurre al viejo manual soviético de la defensa inútil: Negarlo todo, no admitir nada, exigir pruebas y responder con más acusaciones sin pruebas.

La realidad es contundente, por más expresiones que ensayen en un feminismo hueco, protegieron a un misógino sacrificando a las mujeres.