La chica que huyó del baile y el hombre que decidió no huir de sí mismo
Frente a algo que no tiene solución, ¿qué hacemos?, ¿nos victimizamos?, ¿nos rendimos?, ¿o vemos qué es lo que podemos hacer con la vida tal como es?

Historias demasiado humanas
Luis tenía 13 años cuando le amputaron su brazo izquierdo por un tumor maligno que amenazaba su vida.
“Al principio, no sentí el impacto de la pérdida. Creo que fue un mecanismo de defensa. Pero con los años, cuando la adolescencia me enfrentó a la realidad de mi cuerpo, entendí el peso de lo que me había pasado”, dice con una serenidad que impresiona.
A los 18 años, cuando sus amigos practicaban deportes que él no podía, la sensación de no encajar se hizo más fuerte.
“No me faltaban amigos, pero con las chicas era distinto. Siempre era el confidente, el amigo… pero nunca más que eso”, recuerda.
Utilizó prótesis entre los 19 y los 22 años. Era bioeléctrica, permitía abrir y cerrar la mano, pero nunca la sintió parte de sí.
En un carnaval, bailaba con una chica cuando llegaron las canciones lentas para bailar con los cuerpos bien pegados.
“En un momento ella me agarró el brazo sin saber que era una prótesis. Casi se muere de un infarto cuando se dio cuenta. Aunque siguió bailando cinco minutos más para guardar las formas, en el acto me di cuenta que todo se había derrumbado. Desde entonces nunca más volví a usar la prótesis. Mejor que me conozcan de entrada como soy”.
Durante años, su mayor batalla no fue física, sino emocional: La aceptación de sí mismo. “Mientras yo me rechazaba, parecía que el mundo también lo hacía”.
Hasta que un día, un profesor de Filosofía le dijo: “Estás poniendo la falta de tu brazo en el medio de tu relación con los demás, y tú eres más que eso”.
Fue un punto de quiebre para Luis, un “insight” que lo hizo cambiar la mirada. ¿Cuántas veces nos definimos por lo que nos falta en lugar de por lo que tenemos, o por lo que podemos?
“La clave estuvo en cambiar la perspectiva -me cuenta-. Hasta entonces, me enfocaba en todo lo que no podía hacer. Un día pensé: ‘Mi vida no va a alcanzar para hacer todas las cosas que sí puedo hacer’. Y ese pensamiento fue el inicio de una gran transformación”.
El amor llegó con María Alicia. Hoy llevan 45 años casados, con hijos y nietos.
“A lo largo de mi vida he aprendido que la mayoría vive con problemas invisibles. El mío está a la vista, pero hay quienes cargan con dolores y problemas más grandes que nadie percibe”, me dice Luis. ¿Cuántas veces pasamos por alto el sufrimiento ajeno sólo porque no lo podemos ver?
Su relato me recuerda a la historia que se cuenta sobre el gran violinista Itzhak Perlman, famoso no sólo por el virtuosismo en sus interpretaciones sino también por la fuerza de su espíritu. Sufrió de polio en la infancia y se desplaza con dificultad, pero jamás permitió que eso lo definiera.
Una noche, en pleno concierto, una de las cuerdas de su violín se rompió. Cualquier otro músico habría detenido la presentación, pero Perlman cerró los ojos y siguió tocando. Con sólo tres cuerdas, reinventó la pieza en el momento, sacando del instrumento sonidos que nadie imaginaba posibles. Al finalizar, con el teatro en pie, dijo algo que Luis seguramente entendería a la perfección: “A veces, el trabajo del artista es descubrir cuánta música puede hacer con lo que le queda”.
La historia de Luis y la de Perlman hablan de lo mismo: La actitud frente a las pérdidas. Frente a algo que no tiene solución, ¿qué hacemos?, ¿nos victimizamos?, ¿nos rendimos?, ¿o vemos qué es lo que podemos hacer con la vida tal como es?
Todos en algún momento nos enfrentamos a lo que nos falta: Un ser querido, una oportunidad, la salud, una certeza. Luis no volvió a ser el mismo tras la amputación, pero encontró la manera de de seguir adelante. Perlman, en ese concierto, nos enseñó que las limitaciones pueden ser el punto de partida para algo extraordinario.
Al igual que ellos, cada uno de nosotros tiene la oportunidad de decidir qué hacer con lo que nos queda.
En el juego de la vida no tiene sentido perder mucho tiempo quejándonos por los naipes que nos tocaron. La clave es jugar lo mejor posible con las cartas que nos tocaron.
¿Y tú? ¿Vives protestando contra tu mala suerte, o estás determinado a encontrar caminos frente a los distintos obstáculos y limitaciones que son parte inevitable de la vida?
Juan Tonelli
Autor de “Un elefante en la habitación”, historias sobre lo que sentimos y no nos animamos a hablar. Conferencista.
www.youtube.com/juantonelli
Sigue nuestro canal de WhatsApp
Recibe las noticias más importantes del día. Da click aquí