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Los problemas con Trump

Una de las peores cosas que te pueden suceder, aparte de haber padecido el sexenio de AMLO, es tener un mal vecino.

. Catón

De política y cosas peores

Noche de bodas. Al terminar el primer trance de amor le comentó la recién casada a su flamante esposo: “No has sido el único, pero si te sirve de consuelo te diré que tampoco has sido el peor”. En tiempos patriarcales ya pasados, cuando la mujer se estaba en su casa y debía cocinar para su marido, llegó a su domicilio don Ataúlfo y no había nada qué comer. Razón tienen los sajones cuando afirman; “A hungry man is an angry man”. Un hombre hambreado es un hombre enojado. Así, le pidió a su esposa, molesto: “Mi amor: Quiero comer”. Al punto ella empezó a desabotonarse la blusa y a desabrocharse la falda. “¡Jod…! -exclamó don Ataúlfo con enojo-. ¡A más de desobligada, sorda!”. Una de las peores cosas que te pueden suceder, aparte de haber padecido el sexenio de AMLO, es tener un mal vecino. Eso le aconteció a un cierto señor cuyo nombre no diré por respeto a su memoria, que se ha salvado del olvido. Al lado de su casa en el pueblo estaba la de un hombre que peleaba hasta consigo mismo, y que por quítame allá estas pajas, que no estas vigas, profería altisonantes voces de amenaza. Pugnaz y conflictivo era el sujeto, a más de borracho destemplado. A su infeliz esposa la traía a mal traer y peor llevar. La maltrataba de pensamiento, palabra, obra y omisión; sus hijos corrían a esconderse cuando llegaba a la casa, ebrio como siempre. En su casa faltaba todo porque él no trabajaba en nada. El dinero con que pagaba los pestilentes chíngueres y marrascapaches con que se embriagaba lo conseguía prestado, y luego era su mujer la que tenía que pagarlo. Una obsesión tenía ese talísimo: Se la pasaba diciendo que se iba a suicidar, pues no aguantaba ya las fatigas de esta vida, y quería irse a la otra. Si no se quitaba la existencia, declaraba, es porque carecía de los medios necesarios para emprender el viaje al otro mundo. No tenía con qué ahorcarse; no podía conseguir algún tósigo letal, y en el pueblo la mayor altura para arrojarse al vacío era la de la iglesia parroquial, que apenas levantaba unos cuantos metros sobre el suelo. Así las cosas, la promesa de suicidio no se cumplía nunca, y el maldito seguía siendo la desgracia de todos los que lo rodeaban. Estaba como para una canción de Paquita la del Barrio. Harto ya de aquel su mal vecino, el señor que al principio mencioné puso en el frente de su casa un letrero que a la letra decía: “Se presta nogal con mecate”. No tengo conocimiento de que el tipo haya aprovechado la generosa oferta, pero si en mis manos estuviera le pondría yo ese cartel frente a la rojiza y amarillosa cara -enchilada- a Donald Trump, cuya partida al otro mundo aliviaría en todos los sentidos a éste. Desde luego no le deseo el óbito a ese bad hombre, pero ciertamente le es aplicable uno de los mil cuentos de Pepito. El maestro les pidió a los niños que escribieran un ensayo de 100 palabras sobre algún insecto. Pepito escogió a la mosca como tema para su trabajo, y escribió: “La mosca es un insecto que no sirve para nada y nomás se la pasa chin… y chin… y chin….”. Y con más de esos “chin… y chin…” completó las 100 palabras que demandaba el profesor. (También a mí me sirvieron para completar los 3,670 caracteres que debe medir este artículo). Así se la pasa Trump, a quien no le importa que el precio de los automóviles suba en Estados Unidos con tal de fastidiar a México. A nadie le deseo mal -únicamente Hitler me ha inspirado pensamientos homicidas-, pero sí le pondría a Trump aquel letrero dedicado al mal vecino. Él es el peor que en los últimos tiempos ha tenido nuestro País. ¿Me estás oyendo, Trump? Se presta nogal con mecate. FIN.

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