Arancel de 104%
Para Trump los aranceles no son un tema de equidad comercial sino de ego.

Cuanto menos talento tienen, más orgullo, vanidad y arrogancia exhiben”.
ERASMO DE RÓTTERDAM
Para Trump los aranceles no son un tema de equidad comercial sino de ego. Esto quedó claro en su anuncio de ayer de que a partir de hoy aplicará un arancel de 104% a China. La cifra rebasa cualquier monto compensatorio o razonable.
Es verdad que China mantuvo aranceles altos y barreras no arancelarias durante mucho tiempo. En 1992 registraba un impuesto promedio ponderado de 32.17%. En su afán de comerciar cada vez más con el mundo, sin embargo, fue reduciendo la cifra de manera gradual. En 2001, cuando ingresó a la Organización Mundial de Comercio, ya había bajado su arancel promedio a 14.11%. Un paso previo fue el acuerdo bilateral entre China y Estados Unidos del 15 de noviembre de 1999. China cumplió en buena medida con sus compromisos de seguir liberalizando su economía. Para 2021 su arancel promedio ya era de 2.31% (macrotrends.net).
Trump empezó la guerra comercial en 2018 al ordenar impuestos a paneles solares y lavadoras de ropa de China de entre 30 y 50%. Después estableció uno de 25% al acero y otro de 10% al aluminio tanto de China como de otros países. Siguió con otros más. China respondió con gravámenes, pero limitados, a productos por valor de 34 mil millones de dólares. Trump tuvo que decretar la entrega de subsidios a agricultores estadounidenses, equivalentes a una tercera parte de su ingreso, para compensar lo que China había dejado de comprar. Los aranceles afectaron de manera negativa a la economía estadounidense y por eso Joe Biden prometió en campaña eliminarlos, pero mintió: Ya en la Presidencia los mantuvo e incluso los expandió a vehículos eléctricos y semiconductores.
Ya en este gobierno, Trump aplicó el 1 de febrero de 2025 un impuesto adicional de 10% a China, pero este país prefirió no responder. El 4 de marzo impuso otro arancel adicional, también de 10%, pero esta vez China si contestó, el 10 de marzo, con un impuesto, todavía pequeño, de 15%. El 2 de abril Trump volvió a subir los aranceles a China, ahora a 54%. Esta vez la respuesta de China fue inmediata y elevó los aranceles a Estados Unidos a 34%. Un enfurecido Trump anunció ayer un aumento a 104%, aplicable a partir del primer minuto de hoy, aunque declaró que estaba esperando que alguien de China lo llamara para negociar. Hay mucho que cuestionar en las políticas comerciales de China, pero está claro que en este caso Trump ha sido el agresor y quienes han roto los acuerdos firmados ante la Organización Mundial de Comercio. El presidente ha usado los anuncios de aranceles, que nunca fueron una simple compensación a lo que otros cobran, para que los gobernantes de otras naciones lleguen ante él a hincarse y prometer nuevos acuerdos. A Trump le gusta humillar a los demás. China, sin embargo, tiene aspiraciones de ser una nueva potencia mundial y no puede besar el anillo del presidente estadounidense.
Al final, un arancel de 104% rompe cualquier parámetro de racionalidad económica. Los aranceles decretados son suficientes para impedir el comercio entre estos dos países. Y lo que han intercambiado en el pasado no es pequeño: Tuvieron un comercio total de 582 mil millones de dólares en 2024. La ruptura va a causar un dolor enorme a ambos.
Trump piensa que debe estar siempre en una posición de superioridad ante los líderes de otras naciones. Pero es una arrogancia que tarde o temprano tendrá un costo. No es lo mismo un Estados Unidos que defiende la democracia y los derechos humanos que uno que insiste en humillar a los demás para favorecer sus intereses.
PESIMISMO
Los inversionistas estadounidenses siguen buscando razones de optimismo. Ayer los mercados financieros subieron fuertemente en las primeras horas, solo para desplomarse cuando Trump lanzó el arancel de 104% contra China. Quienes invierten conocen el daño que este arancel causará a Estados Unidos.
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