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La duda, arma de doble filo

¿Cuándo comienza y qué define la vida propiamente humana en cada individuo?

Jesús Canale

La duda es el motor de la curiosidad, ésta a su vez lo es del estudio y de éste resulta el conocimiento.

Por otro lado la duda puede ser el primer paso para la vulneración del conocimiento, causa de incertidumbre y de desconfianza y finalmente ceguera para la verdad; la duda es un arma de dos filos.

Al mundo actual lo agobian dos grandes dudas. Una ya ancestral: ¿El universo tuvo principio y tendrá fin o es eterno; fue creado o surgió por sí mismo de la nada? La otra duda es muy contemporánea:

¿Cuándo comienza y qué define la vida propiamente humana en cada individuo?

En relación a la primera podría suponerse que la respuesta no es relevante, que aceptar un universo creado o bien existente desde sí mismo no contribuye ni resuelve nada, pero es innegable que como duda, es la más profunda que podemos imaginar y de la cual depende absolutamente todo. Admitir que el universo no fue creado y que absolutamente todo parte y camina al azar, solo puede concebirse por un acto de fe en la materia, tanto desde la más elemental de las partículas subatómicas hasta la forma más compleja de existencia, llegando al mismo ser humano capaz de razonar, escuchar su conciencia y tomar decisiones.

Por otro lado, de admitirse la total potencialidad de la materia significa hacer de ella un dios pero tal cavilación parte del y conduce al absurdo. Ahora bien, admitir que el universo tuvo un comienzo y tendrá un fin -por cierto ambos momentos sostenidos por la física contemporáneada entrada a la idea de creación y desaparición, esta última porque por principio termodinámico el calor cederá, cesará y en consecuencia el movimiento desaparecerá.

En esta creciente y contemporánea concepción del universo, la más aceptada idea del origen es precisamente la mano de Dios: Aquí surge una diferencia abismal frente a la postura materialista, y, en esta visión encontrada de la existencia del todo, se debate el mundo entre la ausencia total de Dios (atea) y por otra la admisión probable (agnóstica) o certera (creyente) de Dios; esto es, la creación con principio y fin, o bien la existencia sin principio ni fin que forzosamente supone que la materia es omnipotente. En la vida real, aceptar la presencia de Dios o rechazarla absolutamente plantea una enorme diferencia y esto no necesita de mayores detalles para entenderse.

En relación al otro punto que anticipaba arriba ¿qué hace y desde qué momento lo hace, que un ser vivo, individual y completo conforme a su etapa de desarrollo, -es decir, desde su preciso principio hasta el fin de su vidasea o no sea un ser humano, es decir, sea una persona o simplemente sea cualquier otra cosa? La respuesta, que habría de ser pronta y clara a la razón, resulta que para mucha gente no lo es, y en nuestra época nuestra esta duda conduce con frecuencia a desconocer la calidad personal y en consecuencia los derechos personales (humanos, individuales) de millones de seres humanos, ya sea vivos pero aún no nacidos o ya sea de trate de seres humanos improductivos ya sea por serias enfermedades de la mente (demencia u otras) o del cuerpo (parálisis extensa, dolor agobiante) a grado tal que se da cabida a la eliminación de ellos incluso con procedimientos de apariencia médica como la eutanasia (eufemísticamente aludida como “muerte digna”) o el aborto intencional. Cada vez se termina más comúnmente en considerar -como lo fue en el programa T4 de la Alemania Nazi- que “son vidas carentes de valor”. Hitler, en 1939, adoptó entre estos “merecedores de eliminarse” a los improductivos y poco después a los judíos, y lo cito aquí textualmente: “Un judío, independientemente de su edad, claro que es un ser vivo; ahora bien, no puede afirmarse que sea un ser humano, no hay base científica para ello”. Otra expresión textual, ahora de Bibiana Aido, política y ex ministra de igualdad del gobierno de España dijo en 2009: “Un feto de 13 semanas es un ser vivo, claro, lo que no podemos hablar es de ser humano, porque eso no tiene ninguna base científica”. Son -entre miles- solo dos sembradores de duda, cada uno con sus miles -millones- de seguidores.

El origen del universo, la vida humana…dos temas fundamentales, que marcan grandes diferencias en la vida diaria; ambos comenzaron con una simple duda, condujeron después a una profunda incertidumbre y terminaron en una asimilación ideológica, frecuentemente fanatizada, nada científica, en lo absoluto.**

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