Cien días: Trump en problemas
En Estados Unidos, aún no se siente -y eso es vital- que la voz del gobierno sea la única voz. Cada abuso del gobierno y cada error ha sido objeto de escrutinio y crítica, sin excepción.

Al acercarse a los 100 días de su segundo mandato, la aprobación de Donald Trump se desploma a mínimos históricos: Apenas alrededor del 40% de los estadounidenses respalda su gestión, el nivel más bajo para un presidente moderno en este punto.
Las encuestas atribuyen la caída a la inquietud generalizada por sus políticas económicas -en particular, por el impacto de nuevos aranceles-, así como a la percepción de que Trump ha excedido sus poderes presidenciales y menospreciado el Estado de Derecho. Su manejo de la inmigración, la política exterior y sus embestidas contra instituciones como Harvard han terminado de sellar el rechazo. Aunque conserva el respaldo sólido de los votantes republicanos, su apoyo entre independientes y jóvenes se ha erosionado de manera considerable, marcando un “periodo de luna de miel” inusualmente turbulento para un presidente que regresa al poder.
Este derrumbe incluye, además, a la población hispana: Trump apenas alcanza 27% de aprobación entre los latinos, una cubetada de agua fría para quienes auguraban que su avance en este sector sería irreversible o, al menos, claramente generacional.
Conviene preguntarse cómo ha ocurrido semejante caída. Buena parte de la respuesta radica en la impericia del presidente y de sus asesores. Pero no solo en eso. En su afán desmedido, Trump ha pisoteado instituciones, atacado a la academia, puesto en entredicho la división de poderes, desoído al poder judicial y atropellado derechos ciudadanos en nombre de una supuesta eficiencia gubernamental.
La lista de sus errores es extensa. Sin embargo, quizá haya una enseñanza aún más valiosa. La caída de Trump -que puede ser pasajera, pero ya deja lecciones- demuestra que una parte significativa de la ciudadanía posee la conciencia cívica suficiente para entender que todo impulso destructivo debe tener un límite. Aunque no todos los medios han estado a la altura, el periodismo, en general, ha cumplido su tarea esencial. También los programas de sátira política, que día tras día exhiben los abusos del poder.
La oposición, si bien lejos de la contundencia que podría esperarse, mantiene su presencia activa. Voces locales, estatales y federales contrastan y denuncian las acciones del Presidente.
En Estados Unidos, aún no se siente -y eso es vital- que la voz del gobierno sea la única voz. Cada abuso del gobierno y cada error ha sido objeto de escrutinio y crítica, sin excepción.
El resultado son las encuestas recientes, que ponen a Trump por los suelos. Cuando existen exigencias de rendición de cuentas en la arena pública, la sociedad responde. Esa es, por ahora, la gran lección de estos 100 días. Faltan muchos más, pero la lección ya está escrita.
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