Edición México
Suscríbete
Ed. México

El Imparcial / Columnas / Columna México

Guerra cultural

Lo primero que conviene explicar es que el aborto legal seguirá existiendo en todos los estados de la Unión Americana que no lo hayan criminalizado en sus congresos locales.

El movimiento provida y los movimientos conservadores de EU no paran de felicidad. Acaban de conseguir que la Suprema Corte de Justicia regresara el reloj a 1973, el año en el que tomó la decisión Roe vs. Wade por la que unió el derecho a la privacidad con el acceso a la interrupción legal del embarazo. Seis de nueve jueces acaban de cambiar radicalmente el panorama político estadounidense y le dieron fuerza a la “marea celeste”, el movimiento provida que celebra los “contrapesos” en la Corte a la Presidencia liberal de Joe Biden y que ahora quiere profundizar los alcances de su revolución conservadora.

Lo primero que conviene explicar es que el aborto legal seguirá existiendo en todos los estados de la Unión Americana que no lo hayan criminalizado en sus congresos locales. **EU es una federación y ahora competerá a cada uno de los 50 estados tomar la decisión sobre cómo regular el derecho a decidir**. Sólo basta con ver la distribución de los asientos legislativos en cada uno de los 50 estados para entender cómo se moverá el aborto a nivel estatal. En los estados con mayorías demócratas que no hayan aún legislado al respecto, lo más seguro es que veremos liberalización del acceso a la interrupción legal del embarazo, mientras que en los estados con mayorías republicanas, seguramente veremos prohibición del aborto y hasta criminalización de las mujeres y personas gestantes que interrumpan su embarazo. El aborto es un diferenciador claro entre los dos principales partidos políticos en EU y uno de los detonantes de la polarización.

La polarización no es un fenómeno en EU. La década de los años sesenta vio el inicio de las divisiones tan marcadas y profundas que persisten respecto a temas como el feminismo, el aborto, los derechos de la diversidad sexual, los migrantes, el racismo, los temas medioambientales, el uso de la mariguana, los derechos de los animales, entre otros. Desde entonces, familias enteras, la clase política y el electorado se dividen en torno a esos puntos y casi de manera perfecta es posible saber si una persona apoya a uno de los dos principales partidos políticos, dependiendo de sus posturas sobre estos temas. Por ejemplo, una mujer que está a favor del derecho a decidir seguramente se identifica como votante demócrata. Un hombre que defiende el matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer, seguramente se identifica como votante del Partido Republicano. Esta división binaria de azul (por los demócratas) y rojo (por los republicanos) ha sido una guía para entender la política estadounidense por décadas.

Y en esa polarización hay quienes hablan de una teoría del péndulo, en la que por momentos las sociedades y la política son más conservadoras y como respuesta a una etapa muy conservadora se sucede una muy liberal. Así hay quienes explican la Presidencia de Donald Trump, como una respuesta conservadora a los ocho años de Barack Obama. Algo de cierto hay en esto, pero en este caso la variable más importante quizás sea el sistema electoral que define al ganador de la Presidencia. Trump fue Presidente y no Hillary especialmente por el Colegio Electoral, ya que ella tuvo casi cuatro millones de votos más. La opción liberal tuvo más votos que la conservadora, pero se impuso el sistema.

La decisión de la Corte se ve como un retroceso desde el lado liberal y como un avance desde el lado conservador y ahí no hay reconciliación posible. Quizás el legado más duradero de la Presidencia de Trump sea el perfil ideológico de la Corte, ya que Trump nominó a tres de los nueve jueces actuales. Hoy seis de nueve jueces tienen posturas conservadoras. Los grupos conservadores quieren aprovechar esa aritmética para revertir otros derechos como el del matrimonio igualitario. Esto es una sacudida enorme para los movimientos como el feminista, el LGBT, el antirracismo y otros. La guerra cultural se va a ahora a los estados y se tendrá que avanzar en lo local. Esto es una lección enorme para otros países con sistemas federales, como el mexicano y un recordatorio de que en las democracias los derechos se defienden y ejercen todos los días.

El autor es politólogo, conductor de un programa de televisión y profesor en el Departamento de Estudios Internacionales de la Ibero.

Sigue nuestro canal de WhatsApp

Recibe las noticias más importantes del día. Da click aquí

Temas relacionados