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¿Por qué nos aterra lo desconocido?

Nuestro profundo miedo a lo desconocido no solo nos asusta, sino que puede llegar a revolver nuestro cerebro. ¿Por qué nos inquieta tanto la incertidumbre?

¿Por qué nos aterra lo desconocido?

Imagina que estás esperando la respuesta de un posible nuevo empleador sobre una emocionante oferta de trabajo.

El entrevistador es difícil de descifrar: simplemente no hay forma de adivinar cuál será el resultado. A medida que pasan los días, ¿desearías saber la decisión -aunque sea una mala noticia- en lugar de soportar un solo minuto más de la espera agonizante?

Y qué tal tus sentimientos durante las citas amorosas, ¿preferirías que alguien te dijera de una vez que no quiere volver a verte, en lugar de esperar a que tu teléfono suene por un nuevo mensaje? ¿O arriesgarías tu dignidad pidiendo señales de compromiso en un momento inoportuno?

En ambos casos -y en muchos más- la sensación de incertidumbre puede provocar un gran malestar. Incluso, para algunas personas, la incapacidad para procesar situaciones indefinidas podría alimentar trastornos de ansiedad crónicos.

"La incertidumbre puede intensificar la sensación de amenaza de una situación", afirma Ema Tanovic, psicóloga del Boston Consulting Group de Filadelfia, que también ha investigado las consecuencias de la incertidumbre en la Universidad de Yale.

Los expertos, como Tanovic, están avanzando mucho sobre la explicación de por qué la incertidumbre puede ser tan insoportable, así como en la descripción de las consecuencias que tiene para nuestra toma de decisiones y nuestro comportamiento.

Ponerse en una situación incierta puede ser aterrador, pero existen enfoques conductuales que pueden ayudar a disminuir la ansiedad.

Si comprendemos estos mecanismos, podemos aprender a aliviar esos sentimientos y, tal vez, lograremos incluso prosperar bajo el miedo a lo desconocido.

La ansiedad por la incertidumbre

Nuestro conocimiento de los efectos de la incertidumbre en el cerebro y el cuerpo proviene de una serie de estudios un poco sádicos.

En un típico experimento, los participantes están conectados a electrodos, capaces de administrar una descarga eléctrica a la piel, inofensiva, pero levemente dolorosa, al tiempo que los investigadores miden las respuestas fisiológicas que tienden a correlacionarse con el estrés.

Puede ser la sudoración de la piel o los cambios en el tamaño de la pupila.

Estudio tras estudio, los investigadores encontraron que cualquier elemento de imprevisibilidad aumenta significativamente el malestar de las personas, a pesar de que no hay una diferencia objetiva en la intensidad del impacto.

Los participantes muestran un mayor estrés si hay un 50% de posibilidades de que puedan recibir una descarga, por ejemplo, en comparación con situaciones en las que hay un 100% de certeza de que se electrocutarán.

"Si pensamos en términos puramente racionales, esto no tiene sentido: un 50% de probabilidad de una descarga debería provocar la mitad de ansiedad que un 100% de probabilidad, si lo único que nos importa es la amenaza en sí", dice Tanovic.

"Pero no es así como funcionan nuestras mentes".

En muchos casos, una sensación de incertidumbre puede provocar un malestar agudo e incluso desencadenar trastornos de ansiedad.

Y no solo la incertidumbre de una amenaza es lo que causa incomodidad: también somos reacios a colocarnos en situaciones potencialmente rentables si implican un elemento de imprevisibilidad.

Tanovic pidió recientemente a los participantes que jugaran a un juego llamado "Tareas de espera inciertas".

No se necesita mucha habilidad: a lo largo de varias pruebas, los participantes tienen la oportunidad de ganar un poco de dinero. El resultado de cada ensayo es puramente aleatorio, pero los participantes tienen la opción de conocer el resultado de inmediato, en lugar de esperar unos segundos antes de descubrirlo.

Sin embargo, el conocimiento inmediato viene con una penalización: el premio será menor.

A pesar de ser la opción más racional, solo el 37% de los participantes optaron por esperar en cada reto. El resto estaba dispuesto a recibir un golpe financiero para evitar la ansiedad de la espera en un estado de incertidumbre.

"Hipervigilancia"

Tanovic dice que muchas situaciones cotidianas provocan el mismo tipo de reacción.

"La gente puede esforzarse mucho para reducir la incertidumbre y la ansiedad que la acompaña, como llamar repetidamente a un ser querido para asegurarse de que está bien, enviar mensajes de texto a un enamorado incesantemente cuando no han respondido, refrescar compulsivamente la bandeja de entrada cuando espera escuchar sobre una entrevista de trabajo", dice.

"A veces funciona y el comportamiento resuelve la incertidumbre, pero estas acciones a menudo pueden ser bastante costosas en términos de tiempo, esfuerzo y efecto en las relaciones".

Los neurocientíficos han comenzado a rastrear la actividad cerebral detrás de este tipo de toma de decisiones defectuosa.

La investigación aún está en curso, pero los resultados hasta ahora ofrecen algunos indicios de la respuesta neuronal a la incertidumbre.

Parece haber una mayor actividad en la amígdala, por ejemplo, lo que puede reflejar un estado de "hipervigilancia", por lo que estamos más alerta ante los riesgos potenciales.

Nuestras reacciones a la incertidumbre pueden haber tenido sentido en la evolución.

El cerebro está constantemente tratando de predecir lo que sucederá, lo que le permite preparar el cuerpo y la mente de la manera más eficaz posible.

En situaciones inciertas, esa planificación es mucho más difícil, y si potencialmente te enfrentas a un depredador o un enemigo humano, la respuesta incorrecta podría ser mortal.

Como resultado, podría ser útil pecar de cauteloso, ya sea evitando la incertidumbre por completo o poniendo el cerebro y el cuerpo en un estado de excitación que esté listo para responder a una situación cambiante.

La respuesta del miedo y nuestra inclinación a ser parte de una comunidad han sido claves en nuestra evolución.

"Tratar las incógnitas como amenazas potenciales habría sido adaptativo, siempre y cuando la ansiedad asociada no comprometiera [actividades esenciales] como buscar comida y refugio o seleccionar pareja", explica Nicholas Carleton, profesor de psicología en la Universidad de Regina, Canadá.

En su opinión, lo "desconocido" representa uno de los "miedos fundamentales" de la humanidad, quizás incluso más importante que nuestro miedo a la muerte.

Una cuestión de interpretación

A pesar de esta base evolutiva común a nuestros miedos a lo desconocido, las personas pueden variar mucho en sus percepciones de la incertidumbre.

Eso puede moldear las respuestas y sus consecuencias para la salud y el bienestar de alguien.

Psicólogos como Carleton miden estas actitudes utilizando la escala de "intolerancia a la incertidumbre".

Para tener una idea de qué resultados podrías obtener, califica las siguientes afirmaciones de 1 (nada característico de mí) a 5 (completamente característico de mí):

  • Los imprevistos me trastornaron mucho
  • Me frustra no tener toda la información que necesito
  • Debería poder organizar todo por adelantado.

y

  • Cuando llega el momento de actuar, la incertidumbre me paraliza
  • La menor duda puede detenerme de actuar

Las personas que obtienen una puntuación alta de intolerancia a la incertidumbre tienden a mostrar respuestas de mayor estrés ante situaciones de incertidumbre.

Curiosamente, también tienden a tener dificultades para "olvidar" los miedos, una vez que se encuentran seguros.

En los experimentos de descargas eléctricas, por ejemplo, los participantes pueden llegar a asociar una señal, como una imagen o un sonido en particular, con la sensación de dolor. Sin embargo, después de un tiempo, los investigadores simplemente dejan de dar la descarga.

Con el tiempo, la mayoría de las personas dejarán de mostrar un mayor estrés cuando se encuentren con la señal. Pero aquellos con una alta intolerancia a la incertidumbre necesitan mucha más exposición a la señal que se volvió inofensiva, que las personas con poca intolerancia a la incertidumbre.

"Presentan dificultades para actualizar las antiguas asociaciones de amenazas a nuevas asociaciones de seguridad", dice Jayne Morriss, investigadora de la Universidad de Reading, Reino Unido, que ha realizado muchos de estos estudios.

Esta puede ser una de las razones por las que la alta intolerancia a la incertidumbre aumenta en gran medida la vulnerabilidad de una persona a una variedad de trastornos de ansiedad y depresión, ya que los temores persisten mucho después de que ha pasado la amenaza potencial.

¿Cómo se puede minimizar la intolerancia?

La incapacidad para procesar lo desconocido también podría aumentar la "rumia", otro contribuyente conocido de muchas enfermedades mentales, cuando la mente recorre cada posible resultado de la situación en cuestión.

"En la mayoría de los casos, la incertidumbre parece ser un elemento central de la ansiedad", dice Carleton.

Él y Morriss señalan que muchas psicoterapias existentes pueden aumentar la tolerancia de las personas a la incertidumbre.

La terapia cognitivo-conductual, por ejemplo, puede enseñar a las personas a detener los pensamientos "catastrofistas" que podrían desencadenarse por un evento impredecible y a cuestionar su capacidad para hacer frente a la incertidumbre.

Algunas personas pueden asumir que simplemente no pueden funcionar sin resolver todas las incógnitas, lo que las lleva a sentirse paralizadas cuando las cosas no salen exactamente según lo planeado.

Pero con un suave estímulo para salir de su zona de confort, pueden encontrar que los sentimientos no son tan malos como temen y que una pequeña cantidad de caos en sus vidas puede incluso ofrecerles una oportunidad para aprender y crecer.

En el trabajo, por ejemplo, puedes ofrecerte como voluntario para hacer un trabajo desconocido y ver si puedes manejarlo mucho mejor de lo que crees, a pesar de tener dudas.

Ya sea que sufras o no de un trastorno clínico, vale la pena recordar que los intentos de predecir el futuro a menudo son completamente inútiles.

"Cuando nos preocupamos, pensamos en los posibles resultados de una situación incierta en un intento de prepararnos de alguna manera", dice Tanovic.

"En realidad, preocuparse no reduce la incertidumbre que enfrentamos y, en cambio, nos prepara para sentirnos más ansiosos".

Como nos enseñaron los antiguos estoicos, haríamos mucho mejor en aceptar nuestra incapacidad para controlar las situaciones.

En algunos casos, incluso podemos reconocer que la incertidumbre puede ser una fuente de emoción. Puede que no nos guste la incomodidad en ese momento, pero en retrospectiva, a menudo es el elemento sorpresa lo que hace que nuestros éxitos sean aún más dulces.

La vida sería muy aburrida, después de todo, si el resultado de cada evento se supiera de antemano, y si aprendemos a reconocer ese hecho, podríamos estar mejor equipados para navegar esos momentos inquietantes del limbo emocional.


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