Charleroi: La ciudad más fea del mundo
La ciudad es municipio a 50 kilómetros al sur de Bruselas en Valonia.
Charleroi.- En el casco viejo se ven algunas de esas fachadas estrechas y alargadas típicamente belgas con notas de Art-nouveau. En los alrededores hay fábricas abandonadas, barriadas descuidadas con casas de ladrillo, grafitis y escombros. Se intuye que hubo tiempos mejores.
Esto es, a grandes rasgos, lo que unos ojos extraños se encuentran al llegar a orillas de Sambre para recorrer Charleroi, un municipio a 50 kilómetros al sur de Bruselas, en Valonia, con fama de ser una monstruosidad estética.
El san benito surge de los vecinos Países Bajos y data de 2008, cuando los lectores del periódico neerlandés De Volkskrant eligieron Charleroi como "la ciudad más fea del mundo".
Sin gracia
La broma ha ido calando y Charleroi aparece ahora en las listas de internet con las urbes menos agraciadas que se conocen, junto con Amán, Luanda, Los Ángeles, Brazaville o Ciudad de Guatemala.
"No es tanto que la ciudad sea fea, pero es aburrida. No pasa nada, no es dinámica. Cuando tienes un cierto nivel intelectual o social y quieres progresar, te vas a Bruselas", comenta a Nicolas Buissart junto a unos altos hornos en desuso desde 2008.
Buissart es un multiartista "carolo" de 42 años y hace de guía para descubrir las cosas más feas de la ciudad a través de la agencia Charleroi Adventure, en cuya página web luce un provocador reclamo: "Síguenos en un safari urbano y descubre el lugar donde se suicidó la madre de Magritte".
Charleroi se fundó en 1666, a partir de una fortaleza erigida bajo dominio del rey Carlos II de España, al que le debe su nombre. Por allí pasaron también los franceses, los austríacos y los holandeses. Resplandeció con la revolución industrial gracias al carbón y la industria, siguió creciendo a inicios del siglo XX y aguantó el tipo hasta después de las Grandes Guerras.
En decadencia
Pero en los sesenta empezó a decaer y en el último tramo de siglo aceleró su declive a lomos de la globalización: muchas industrias cerraron y el paisaje urbano se fue regando de paro, droga y delincuencia, problemas que aún persisten.
"Hay un problema de salud mental. La gente estaba acostumbrada a que las grandes empresas ofrecieran todos los servicios, hasta escuelas y piscinas, y cuando se fueron, las personas se convirtieron en zombies", dice Buissart sobre un municipio de 200.000 habitantes (400.000 en la aglomeración urbana) cuyo aeropuerto utilizan aerolíneas de bajo coste.
El último gran zarpazo a Cherleroi se lo dio el cierre de la fábrica de Caterpillar en 2016, que se llevó por delante 2.000 puestos de trabajo. El solar aún está vacío, pero se negocia la construcción de un parque de atracciones Legoland.
Frente a una fábrica de cables, una barca sondea el canal en busca de chatarra, estampa que a Bruissart le sirve para reflexionar sobre el avenir de Charleroi: "el futuro pasa por la industria del reciclaje, aprovechando los canales", dice.