“Chemsex”: Una práctica que pone en riesgo la salud de miles de jóvenes
Entre las consecuencias más preocupantes están el aumento de infecciones de transmisión sexual (ITS) como el VIH, intoxicaciones, sobredosis y la dependencia a las drogas.
México.- El chemsex, entendido como la práctica de consumir sustancias psicoactivas para prolongar o intensificar las experiencias sexuales, plantea serios desafíos en términos de salud pública y social. Esta práctica, común principalmente entre hombres que tienen sexo con hombres, está asociada a sustancias como las metanfetaminas, el GHB, la mefedrona y la ketamina, que generan riesgos significativos para la salud física y mental, según una nota del portal web de El Economista.
Entre las consecuencias más preocupantes están el aumento de infecciones de transmisión sexual (ITS) como el VIH, intoxicaciones, sobredosis y la dependencia a las drogas.
A nivel psicológico, el chemsex puede derivar en sentimientos de culpa, soledad y estigmatización, además de agravar problemas preexistentes como ansiedad y depresión. Muchas personas que lo practican enfrentan conflictos internos y sociales, al sentirse juzgadas tanto por su orientación sexual como por el consumo de sustancias. Este estigma, combinado con el aislamiento, limita la búsqueda de apoyo profesional y comunitario, perpetuando un ciclo de vulnerabilidad y riesgos para la salud.
El acceso a la atención médica se ve obstaculizado por diversos factores, como la discriminación y el desconocimiento. Los profesionales de la salud no siempre están capacitados para tratar las urgencias derivadas del chemsex, como las sobredosis de GHB o las consecuencias psicológicas del consumo crónico.
Además, la criminalización del uso de estas sustancias refuerza el miedo a buscar ayuda, dejando a muchas personas atrapadas en situaciones de riesgo sin opciones claras de intervención.
¿Cómo abordar el tema para posibles soluciones?
Abordar este fenómeno requiere un enfoque multidisciplinario y coordinado. Es fundamental desarrollar estrategias de reducción de daños que incluyan información sobre el uso seguro de drogas, la prevención de ITS y el manejo de emergencias.
Además, la creación de espacios comunitarios donde las personas puedan compartir experiencias y encontrar apoyo resulta clave para reducir el aislamiento y promover alternativas saludables. Estas intervenciones deben ser culturalmente competentes y libres de juicio, para generar confianza en las comunidades afectadas.
La educación también desempeña un papel central. Es necesario concienciar tanto a los profesionales de la salud como al público en general sobre los riesgos del chemsex y las mejores formas de abordarlo.
Esto incluye talleres, campañas de sensibilización y programas que integran la prevención y el tratamiento de las adicciones. Asimismo, las políticas de salud deben replantear el consumo de drogas como un problema sanitario y no exclusivamente legal, priorizando el bienestar y los derechos humanos.
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En última instancia, el chemsex no solo es un desafío individual, sino también una cuestión de justicia social y derechos humanos. Las comunidades afectadas necesitan intervenciones integrales que combinen empatía, educación y apoyo institucional.
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