Imagen pública y neurociencia para retener talento
Todos hemos escuchado frases como: “Aquí no hay futuro”, “Mi trabajo no es valorado”, o el clásico “Mi salud mental está primero”.

Si eres empresario o líder de equipo, ya sabes lo que viene después de estas frases… ¡la temida carta de renuncia! Es un fenómeno tan común que a estas alturas, deberíamos tener una plantilla de respuesta automática que diga: “Lamentamos tu decisión, éxito en tu camino”, pero ¿y si en lugar de resignarnos, entendemos por qué ocurre? y mejor aún, ¿cómo evitarlo?
México es uno de los países con mayor movilidad laboral en América Latina, lo que advierte la enorme relevancia del tema en nuestro país; antes de culpar a la “generación de cristal”, entendamos que las personas no renuncian sólo por dinero, sino por la historia que su empresa les está contando, o la que no les está contando.
El cerebro humano está programado para buscar seguridad, reconocimiento y pertenencia; cuando alguien siente que su esfuerzo es invisible o que es sólo un número más en la nómina, su cerebro reacciona literalmente como si estuviera experimentando dolor físico.
No es drama, es biología; si algo nos ha enseñado la neurociencia es que un ambiente donde el reconocimiento es escaso y la comunicación es fría, genera estrés y tarde o temprano, la urgencia de escapar.
Las personas no sólo buscan un empleo: buscan un lugar donde su trabajo tenga sentido; si la historia que una empresa cuenta es monótona, predecible y sin oportunidades, sus colaboradores inevitablemente buscarán otro guion más atractivo.
Aquí viene la pregunta incómoda: ¿Tu empresa tiene un plan claro de crecimiento para su gente? ¿Comparte historias de éxito de quienes han ascendido? ¿O todo se reduce a promesas que se pierden en la bruma de los “Ya veremos”?
El reconocimiento es otro ingrediente clave: no todo es dinero (aunque nadie le hace el feo a un buen bono), un simple “Buen trabajo” puede disparar en el cerebro dopamina, el neurotransmisor de la felicidad. No es magia, es ciencia.
Sin embargo, muchas empresas siguen actuando como si valorar el esfuerzo fuera opcional, cuando en realidad es una de las mejores estrategias para la retención de talento.
Claro, no podemos olvidar el liderazgo porque aunque suene duro, la realidad es que la gente no renuncia a las empresas, renuncia a sus jefes; un liderazgo basado en la confianza y la empatía genera un ambiente donde las personas quieren quedarse.
Retener talento no es cuestión de suerte, es cuestión de la imagen pública real que la empresa proyecta internamente; ¿qué ven, qué sienten y qué viven los colaboradores todos los días? Porque pueden decirles mil veces que “Son lo más valioso de la empresa”, pero si su experiencia diaria les dice lo contrario, adivina qué van a creer.
Al final del día, una organización no es solo su producto, ni sus cifras, ni sus discursos corporativos. Es la historia que construye con su gente; la buena noticia es que aún se puede reescribir, la pregunta es: ¿vas a hacerlo a tiempo, o vas a esperar a recibir otra carta de renuncia en tu escritorio?
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