¿Debo ponerme una dosis de refuerzo si me he contagiado con ómicron?
Meses después de la vacunación sigue existiendo una protección alta frente a la enfermedad grave y la muerte por covid-19.
Salvador Iborra Martín, Universidad Complutense de Madrid; Carlos del Fresno Sánchez, Instituto de Investigación Sanitaria del Hospital Universitario La Paz (IdiPAZ) y Virginia García de Yébenes Mena, Universidad Complutense de Madrid
Tras una infección, nuestro sistema inmunitario nos puede proteger contra el mismo patógeno durante meses e, incluso, años. Ni los anticuerpos ni los linfocitos B que los secretan desaparecen de golpe. Asimismo, los linfocitos “asesinos” o T CD8, que reconocen fragmentos del patógeno (antígenos), tampoco desaparecen totalmente.
Una pequeña parte de estos linfocitos generan una población de memoria capaz de “recordar”. Gracias a ella, podemos desarrollar vacunas con los fragmentos del patógeno que reconocen estos linfocitos B y T.
Tras una infección o vacuna, estos linfocitos se multiplican. En cuanto a los linfocitos B, las dosis de refuerzo mejoran además la “calidad” de los anticuerpos que secretan, siendo más eficaces en su unión al virus.
Sin embargo, por muy abundantes que sean los linfocitos CD8, no lograremos una inmunidad esterilizante, ya que estos reconocen las células que se han infectado, no el virus fuera de la célula.
¿Es necesaria la tercera dosis?
Meses después de la vacunación sigue existiendo una protección alta frente a la enfermedad grave y la muerte por covid-19. Pero la cantidad de anticuerpos capaces de unirse al virus e impedir la infección de las células disminuye con el tiempo.
A los 6 meses de la pauta completa de vacunación solo queda aproximadamente una quinta parte de los anticuerpos neutralizantes capaces de impedir la infección con la variante original de covid-19. La velocidad de disminución depende de la edad y ocurre antes en personas mayores.
Sin embargo, una nueva vacunación (o infección con el virus) activa las células B de memoria generadas inicialmente por la vacuna y provoca su diferenciación en células plasmáticas, que producen de nuevo grandes cantidades de anticuerpos neutralizantes del virus.
Además, los anticuerpos generados a partir de la activación de células B memoria tienen la capacidad de reconocer e impedir la infección no solo de la cepa original del virus, sino parcialmente también otras variantes del virus SARS-CoV-2 como las delta y ómicron.
Protección generada por las vacunas y por infección natural
Como ya sabemos, las vacunas administradas en España se basan en un fragmento de la proteína S (espícula) del virus SARS-CoV-2, cuya secuencia de aminoácidos corresponde a la primera variante (Wu01) del SARS-CoV-2. El genoma de este virus codifica otras 19 proteínas.
Al infectarnos, nuestro sistema inmune puede responder frente a un mayor número de antígenos del virus, frente a los que también se generan anticuerpos que, sin ser neutralizantes, activan otras células o componentes del sistema inmunitario.
La infección con el virus produce, como las vacunas, una inmunidad sistémica en los órganos linfoides, sangre y linfa. Dicha respuesta es, en general, equivalente o superior a la inducida por las vacunas, también cuando la infección ha ocurrido con la variante ómicron del virus.
Pero la infección con el virus induce, además, una respuesta inmune en los sitios de entrada (mucosas oral y respiratoria) y los tejidos infectados. Estas respuestas incluyen un tipo de anticuerpos denominados IgA que juegan un papel importante en la protección de mucosas y reducen la capacidad de infección del virus.
Además, nos proporciona una población de células T y B de memoria residentes en el sitio de infección, como el pulmón. Estos linfocitos detectarán mucho más rápidamente al virus en una nueva infección. La vacuna, que se inocula por vía intramuscular, no genera de manera tan eficaz este tipo de inmunidad en el tejido.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que las infecciones más recientes por covid-19 han sido principalmente por la variante ómicron. Por tanto, proporcionan una inmunidad más específica frente a esta variante, que es la predominante actualmente.
Con estos datos, la evidencia sugiere que la infección natural por covid-19 en personas previamente vacunadas con la pauta completa tendría un efecto similar al de administrar una dosis de recuerdo de la vacuna. Por eso se valora el tiempo que debe pasar posteriormente para inocular una nueva dosis de recuerdo.
Cuándo inocular la tercera dosis tras la infección
En este escenario, es normal preguntarse cuándo debemos vacunarnos tras una infección. Para dar una respuesta precisa a esa pregunta, necesitamos saber cuánto tiempo perduran los altos niveles de anticuerpos neutralizantes en sangre tras la infección con la variante ómicron en personas vacunadas. Pero también cómo responden las poblaciones de linfocitos T y B memoria de vacunados e infectados frente a antígenos específicos de otras variantes del virus.
Hay otras cuestiones epidemiológicas, como la evolución de nuevas variantes del virus SARS-CoV-2 y la incidencia de la pandemia tras la sexta ola, que también tienen importancia para decidir las pautas de refuerzo de la vacunación.
En cualquier caso, con la información disponible, sería recomendable esperar al menos cuatro o seis meses desde la infección y conocer las próximas recomendaciones de las administraciones sobre la necesidad de administrar dosis de refuerzo adicional de la vacuna (una cuarta dosis).
Según la nueva actualización del Ministerio de Sanidad se debe aplazar la tercera dosis de la vacuna cinco meses tras superar el covid-19.
La cuarta dosis
Algunos países como Israel y Chile ya están administrando la cuarta dosis de la vacuna. También tendremos pronto datos sobre la protección y calidad de la respuesta inmune que induce, pero algunas agencias reguladoras, como la Agencia Europea del Medicamento (EMA), no son partidarias de que la cuarta dosis se administre a la población general por el momento.
Se ha sugerido que uno de los efectos perjudiciales de administrar dosis de recuerdo en exceso (y con la cepa original del virus) es que se genere una “impronta”. Es decir, que la respuesta de anticuerpos dominante se centre en regiones de la proteína S que solo estaban presentes en la variante ancestral, pero no en las nuevas variantes.
Por tanto, estos anticuerpos no podrían neutralizar las nuevas variantes. Sin embargo, esto no ha ocurrido con la tercera dosis y podría no ocurrir con dosis adicionales.
Una alternativa es adaptar las dosis de refuerzo a las nuevas variantes. En este sentido, cabe mencionar que se ha empezado a evaluar una vacuna basada en la proteína espícula de ómicron, que podría ser empleada para una cuarta dosis.
Salvador Iborra Martín, Personal Docente e Investigador. Inmunología e infección, Universidad Complutense de Madrid; Carlos del Fresno Sánchez, Investigador Miguel Servet, Instituto de Investigación Sanitaria del Hospital Universitario La Paz (IdiPAZ) y Virginia García de Yébenes Mena, Profesor e Investigador en Inmunología. Departamento de Inmunología de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, Universidad Complutense de Madrid
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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