La pintura de Salvador Dalí que pasó 40 años en prisión (y después fue robada)
En febrero 1965, Salvador Dalí tenía una cita para visitar la prisión de Rikers, en Nueva York, como parte de un programa con el que la comisionada del Departamento de Corrección Anna Moscowitz, la primera mujer comisionado, buscaba demostrar que el arte era esencial para rehabilitar a los presos.
REDACCIÓN.- En febrero 1965, Salvador Dalí tenía una cita para visitar la prisión de Rikers, en Nueva York, como parte de un programa con el que la comisionada del Departamento de Corrección Anna Moscowitz, la primera mujer comisionado, buscaba demostrar que el arte era esencial para rehabilitar a los presos.
Días antes, Moscowitz se reunió con Nico Yperifanos, socio de negocios de Salvador Dalí (aka el dueño del bigote más icónico), y lo convenció de organizar la visita para el día 26 de febrero, cuando el legendario maestro del surrealismo, que pensaba que esta podría ser una buena estrategia de publicidad, llegaría a la prisión acompañado de su esposa, Gala, y su ocelote mascota. Pero, llegado el día, el pintor español se despertó con fiebre y se sentía fatal, así que no había forma de que pudiera realizar la visita.
Desde su habitación en un hotel de Manhattan, Dalí llamó a Yperifanos, se puso a pintar rápidamente y le pidió a su socio que enviará la pintura a Rikers como disculpa. Una vez ahí, Nico le presentó la pintura a Moscowitz, formada por una serie de locas pinceladas con las que se formaba Cristo en la cruz y con la firma del pintor en la esquina inferior derecha, sin saber que un día se convertiría en el objeto de un escándalo.
Moscowitz terminó por colgar la pintura en el comedor de la prisión de Rikers y con el tiempo todos se olvidaron de que era una obra de Dalí. En 1981, uno de los presos lanzó una taza de café contra la obra, rompió el cristal y dejó una mancha en la obra, así que fue retirada y al poco tiempo fue enviada a un experto en arte para ser valorada, para después ser enviada a una galería de Virginia para una exposición sobre arte en las prisiones.
Un Dalí en el basurero
La exposición terminó y la obra de Dalí, que no tenía título, fue enviada directamente a una bodega donde pasó al olvido, eventualmente acabó en un bote de basura y fue solo gracias a un guardia que la rescató que no y terminó en un basurero municipal. La pintura después pasó a ser la decoración de la oficina del encargado de la prisión y a una pared en el vestíbulo del Eric M. Taylor Center, una de las diez cárceles de Rikers.
Los oficiales del Department of Corrections jamás notaron que tenían la obra de uno de los pintores más famosos del mundo en la pared de una de las prisiones de Rikers, pero los presos, que notaban cada detalle, descubrieron que la pintura tenía una placa que decía que valía más de un millón de dólares, y eso les dio una idea brillante (después de todo a nadie le importaba esa pintura y pocos le ponían atención).
En marzo de 2003, un simulacro de incendio tuvo lugar en el Eric M. Taylor Center de Rikers a la 1 a.m, lo que provocó que la prisión se cerrara y que cientos de presos quedarán encerrados mientras los guardias hacían lo que les habían enseñado durante su entrenamiento (reunirse en una de las alas del complejo). El simulacro dejó el lobby completamente desierto, lo que le dio la oportunidad perfecta a los ladrones.
De acuerdo con la historia, un hombre hizo de guardia, otro robó la pintura de Dalí al sacarla de su caja protectora y un tercero se mantuvo al tanto del simulacro para avisar a sus compañeros en caso de tener problemas o de que todos fueran a volver. Los ladrones colocaron una réplica poco convincente de la pintura en lugar de la original y se fueron con el “tesoro”.
Los sospechosos
A la mañana siguiente, dos guardias se dieron cuenta de que algo estaba mal con la pintura, era más pequeña y el marco era diferente y rápidamente comenzaron a investigar. ¿Quién había sido? Los presos supuestamente estaban encerrados por el simulacro, pero la cámara de seguridad había dejado de grabar y ahora todos eran sospechosos.
En ese momento, Benny Nuzzo, assistant warden del centro, recibió una llamada en la que le revelaron que el Dalí había sido robado, y que además él era uno de los sospechosos del robo (que fue explorado en un artículo del New York Times y muchos otros medios que no podían creer lo que había pasado). Nuzzo pensó que todo eso era una tontería, además tenía una coartada y podía explicar dónde estuvo en cada momento del simulacro.
La investigación comenzó y Mike Caruso, inspector general del Department of Investigation, fue llamado para resolver el caso, y los ladrones no eran exactamente los que tenían en mente. Según documentos judiciales, el robo se planeó en la bodega Rikers, una tienda dentro del enorme complejo (que también tenía sus escuelas, campos de juego, barberías y panadería,). Dos subdirectores adjuntos, uno de los cuales tenía acceso a la llave de la vitrina de plexiglás del cuadro, y dos oficiales creían que podían vender el cuadro por un millón de dólares y planeaban dividir las ganancias.
La investigación llevó a Timothy Pina, quien reveló rápidamente que Nuzzo y otro guardia llamado Mitchell Hochhauser se habían acercado a él para organizar el robo cuatro meses antes, y fue él quien le dijo a Caruso que pensaron que nadie iba a notar la pieza falsa en el lugar de la original. El robo también involucró a Gregory Sokol, un guardia Rikers que compartía coche con Pina para llegar al trabajo.
Pina dijo que Nuzzo le confirmó en febrero que el robo se iba a llevar a cabo y él debía formar parte debido a que estaba encargado de vigilar el escritorio de la entrada principal del lobby, que era un punto esencial para poder cometer el atraco. Pina se llevaría 50 mil dólares, mientras que Nuzzo y Hochhauser dividirían el resto de las ganancias.
Después, el guardia aceptó usar un micrófono secreto para que Caruso pudiera atrapar a Sokol, los dos hombres se reunieron en un café y comenzaron a hablar sobre el robo, dándole a los investigadores toda la información que necesitaban, lo que les permitió detener a Sokol, quien explicó que habían usado una llave para retirar la pintura de Dalí, se la entregaron a Nuzzo y él la sacó de Rikers por la puerta principal, y después volvió con la réplica que colocaron en su lugar, el problema era que la réplica era claramente falsa y los ladrones intentaron colgarla con grapas debido a que no se podía colgar correctamente.
Nuzzo había escondido la pintura en el techo de la casa de su madre en Brooklyn, pero se la llevó después de escuchar que era sospechoso y Caruso tenía que encontrarla para poder atraparlos, así que pidió a Sokol que usara un micrófono para que confesaran.
Sokol se reunió con Nuzzo y Hochhauser y les dijo que estaba preocupado de que Pina fuera a delatarlos, pero antes de continuar ellos le pidieron que se quitara la ropa para demostrar que no estaba usando un micrófono. Por suerte, Sokol lo había colocado en su bolsillo, así que los dos guardias no encontraron nada y eventualmente logró que hablaran sobre lo que habían hecho, además le aconsejaron que lo negara todo ya que no había pruebas suficientes para incriminarlo.
Nuzzo salió de la habitación y Hochhauser le dijo a Sokol que le había dicho que destruiría la pintura, pero él pensaba que todavía la tenía por algún lugar y no iba a regresarla, y eso fue suficiente para conseguir una orden para registrar la casa de su madre, pero solo pudieron encontrar una caja con materiales de Rikers que no debía tener, así que lo acusaron de robo, lo encerraron y Caruso aprovechó la oportunidad para intentar convencerlo de que revelara el escondite de la pintura.
Los cuatro hombres fueron atrapados, pero para evitar un juicio Hochhauser se declaró culpable y recibió una sentencia de uno a tres años, Pina fue sentenciado a 5 años de libertad condicional y Sokol recibió un trato por su cooperación y testimonio. Nuzzo fue el único que siguió diciendo que era inocente, así que fue llevado a juicio en mayo de 2004, y se enfrentaba a una pena de hasta 15 años.
Sorprendentemente, el jurado declaró a Nuzzo inocente y el ladrón se fue de ahí como un hombre libre y, al día de hoy, nadie sabe dónde está la pintura de Salvador Dalí que fue ignorada durante décadas.
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