Qué hábitos agravan la ansiedad
Desde la alimentación hasta el sedentarismo y las redes sociales, hay factores cotidianos que empeoran este trastorno mental.
La ansiedad que adjudicamos a causas emocionales tiene, sin embargo, elementos de importancia por fuera de esa estrecha circunscripción conceptual. Costumbres, hábitos y comportamientos de rutina, que repetimos de manera frecuente, hacen que la ansiedad empeore y en algunos casos está basada, fundamentalmente, en ellos.
Buscamos algo de alivio en ansiolíticos y con ese escudo protector a veces no les damos atención o menospreciamos a varios factores y hábitos cotidianos, dado lo simple o básico de los mismos. Los factores se presentan por separado, pero se verá que interactúan y varios potencian entre si, sino todos ellos.
Factores que influyen
Consumo de alcohol: Sumado al consumo de ansiolíticos, hay que añadir otro patrón cultural desde hace siglos, se trata del alcohol. Dado el efecto sedativo a veces se cree que es una posibilidad inocua, pero vimos cómo afecta el sueño y al ser un depresor del sistema nervioso central, aumenta a mediano plazo la ansiedad. En particular, al desaparecer rápidamente su efecto, tanto en el sueño como en la ansiedad, se produce un efecto rebote de síntomas.
Escasa cantidad y calidad de sueño: Se cree que el “escudo protector” al insomnio será algo de alcohol, sin embargo, sabemos que este desestructura la arquitectura de los ritmos del sueño. Las medidas de higiene de sueño, como no tener contacto con luz artificial por televisión o dispositivos portátiles, darse un lapso de menos de 2 horas de redes sociales, así como todos que hacen a una higiene de sueño, está demostrado que ayudan a disminuir la ansiedad. Las diferentes patologías del sueño generan e incrementan a su vez un estado de ansiedad importante.
Actividad física: La relación entre actividad física, ansiedad y depresión está establecida. A veces creemos que debemos contar con una rutina estructurada y clara, como ir al gimnasio o correr todos los días si no, no sirve; pero en realidad se trata de tomar conciencia de la necesidad de mover el cuerpo como sea, indica Infobae.
Existe mucha literatura científica que apoya que, con cantidades de ejercicio en apariencia muy escasas pero cotidianas, los efectos son parecidos a los de rutinas más extensas e intensas. Tomar escaleras en lugar de ascensor; caminar unas pocas cuadras en lugar de transporte público o particular; hacer programas de 5 minutos de los cuales hay varios en las redes; utilizar los teléfonos o relojes inteligentes para que nos avisen cada cierto periodo de tiempo que debemos movilizarnos y levantarnos de la silla, pueden servir bastante.
Aire libre y sol: El contacto con la naturaleza de la forma que sea, estar expuestos cierta cantidad de tiempo al sol, trabajar y “alimentarnos” con el aire, es algo fundamental. Luz solar, ritmos circadianos, melatonina, y vitamina D, entre otros, son importantes.
La importancia de una buena alimentación
Las comidas muy procesadas o dietas con excesos de azúcares, harinas, entre otras, claramente impactan de forma negativa en nuestro estado psíquico.
Hay que llevar una buena dieta porque por ejemplo, la ausencia del hierro contribuye a estados de astenia, insomnio, y ansiedad. Lo mismo pasa con varios nutrientes y aminoácidos esenciales.
Otro factor crucial es la cantidad de agua, debido a nuestra composición física, cierto grado de deshidratación, así sea leve, cambia el medio interno, es decir los componentes de los diferentes fluidos de un organismo predominantemente líquido como el cuerpo humano.
El papel de las redes sociales
También sobre el uso de las redes sociales y el estado anímico, hay amplia evidencia científica, pero empírica, es decir la que uno mismo puede experimentar.
Estar alerta a la última novedad de algo o alguien que seguimos, ya no sabemos porqué, o las comparaciones, van relacionadas a un comportamiento que se confirma en algunos casos es adictivo y obviamente cursa con una fuerte ansiedad.