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Ríos de Alaska se vuelven naranjas y ácidos por calentamiento global

La alta concentración de metales tóxicos y la acidez extrema del agua están amenazando la vida acuática en los ríos de Alaska

Ríos de Alaska se vuelven naranjas y ácidos por calentamiento global

Los ríos de Alaska están cambiando de color y volviéndose más ácidos debido al derretimiento del permafrost, un fenómeno que ha llamado la atención de científicos y ambientalistas en todo el mundo. Un estudio reciente, publicado el 20 de mayo en la revista Communications Earth & Environment y liderado por Jon O’Donnell, ecologista del National Park Service’s Arctic Inventory and Monitoring Network de Estados Unidos, revela que este cambio está ocurriendo a un ritmo preocupante.

El impacto del Permafrost en derretimiento

El permafrost una capa de suelo permanentemente congelada que cubre vastas áreas del Ártico, está descongelándose a medida que las temperaturas globales aumentan debido al cambio climático. Este proceso libera metales tóxicos, como zinc, níquel, cobre y cadmio, atrapados durante milenios en el suelo congelado.

Ríos naranjas y altamente ácidos

El deshielo del permafrost ha llevado a un aumento en la presencia de estos metales en los ríos de Alaska, causando un dramático cambio de color en el agua, que ahora se torna brillantemente naranja. Además, la acidez del agua ha aumentado considerablemente, con algunos arroyos registrando un pH tan bajo como 2.3, comparable al ácido del jugo de limón o el vinagre.

Consecuencias para la vida acuática

La alta concentración de metales y la acidez extrema del agua representan una amenaza para la vida acuática en los ríos de Alaska. Los peces que desovan en estas aguas pueden verse especialmente afectados, lo que a su vez tendría un impacto negativo en las pesquerías de Estados Unidos.

La magnitud del cambio en los ríos de Alaska es tal que puede ser observado desde el espacio. Imágenes satelitales muestran claramente la extensión de los ríos naranjas, lo que subraya la gravedad del problema.

Los investigadores temen que el derretimiento acelerado del permafrost, impulsado por el aumento de las temperaturas globales, solo empeore la situación en los próximos años. Este ciclo de retroalimentación podría resultar en una liberación aún mayor de metales tóxicos en los ríos, exacerbando los problemas tanto para el medio ambiente como para las comunidades que dependen de estos ecosistemas.

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