El criminal más tonto del mundo: Intenta cobrar la recompensa de su captura
En medio de una campaña policial poco convencional, las autoridades decidieron distribuir pósteres de “Se busca”, ofreciendo una recompensa de 100 dólares por la captura de Mohamed, individuo señalado como responsable de ataques con bombas contra la policía
MÉXICO.- En un insólito giro de los acontecimientos, un episodio ocurrido en el año 2012 ha dejado perplejos a propios y extraños, revelando la peculiar historia de Mohamed, catalogado como el terrorista más inusual de la historia.
En medio de una campaña policial poco convencional, las autoridades decidieron distribuir pósteres de “Se busca”, ofreciendo una recompensa de 100 dólares por la captura de Mohamed, individuo señalado como responsable de ataques con bombas contra la policía.
Esta estrategia, inédita hasta entonces, se enfrentaba a un desafío sin precedentes: el miedo arraigado en los aldeanos, quienes temían represalias por parte de los talibanes si cooperaban con las autoridades.
Sin embargo, el desenlace de esta trama superó cualquier expectativa imaginable. Apenas unos días después de la distribución de los pósteres, un individuo se presentó ante las autoridades, reclamando la recompensa prometida.
Para sorpresa de todos, este individuo era nada más y nada menos que el mismísimo Mohamed. Con absoluto desparpajo, se plantó frente a la policía con uno de los pósteres en mano, señalando su propia imagen y declarando: “Soy yo, ¿dónde está mi dinero?”.
La incredulidad se apoderó de las autoridades, quienes, incrédulas ante lo que presenciaban, optaron por verificar la identidad de Mohamed contactando a las autoridades estadounidenses. Tras confirmar su identidad, Mohamed fue detenido, poniendo fin a su breve pero peculiar carrera delictiva.
Cuando se le interrogó sobre su inesperada entrega, la respuesta de Mohamed no dejó lugar a dudas sobre su singularidad. Con una sinceridad desconcertante, declaró: “Con 100 dólares puedo comprar cinco cabras bien gordas”.
Sin embargo, sus esperanzas de obtener la recompensa se desvanecieron, ya que ni el dinero ni las cabras llegaron a sus manos.
Esta anécdota, que parece haber salido de las páginas de un cuento absurdo, sirve como un recordatorio de la imprevisibilidad de la vida y la capacidad humana para sorprender incluso en los momentos más inverosímiles.