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¿Qué ocurrió cuando los primeros caballos llegaron a la Nueva España?

Los primeros caballos y yeguas llegaron al continente americano en 1493 durante una de las expediciones de Cristóbal Colón.

¿Qué ocurrió cuando los primeros caballos llegaron a la Nueva España?

Cuando los españoles descendieron de sus navíos en el Puerto de Cempoala, también lo hicieron los caballos y yeguas que les acompañaban, dejando sus huellas en la playa. Desde ese momento, la figura del caballo se volvió inseparable de la del español. Esta relación fue tan significativa que los escribas indígenas plasmaron en los lienzos de conquista, como el Lienzo de Tlaxcala y el Lienzo de Quauhquechollan, los caminos recorridos alternando imágenes de huellas humanas y de herraduras. En la época prehispánica, las huellas humanas dirigían el orden de lectura y producción de sentido en los códices. Con la llegada de los españoles, estas huellas se combinaron con las de las herraduras.

Los primeros caballos y yeguas llegaron al continente americano en 1493 durante una de las expediciones de Cristóbal Colón. Estos animales, acompañados de perros, cerdos, gallinas, cabras y ovejas, fueron fundamentales durante la Conquista. Las fuentes sobre la cantidad exacta de caballos y yeguas que llegaron varían, pero su constante mención resalta su importancia.

Bernal Díaz del Castillo, en su “Historia verdadera de la conquista de la Nueva España”, describe detalladamente los caballos y yeguas que llegaron desde Cuba con Cortés. En su relato, menciona a once caballos y cinco yeguas, detallando sus pelajes, destrezas ecuestres y propietarios. Por ejemplo, menciona: “Francisco de Montejo y Alonzo de Ávila, un caballo alazán tostado: no fue para cosa de guerra… Ortiz El músico, y un Bartolomé García, que solía tener minas de oro, un muy buen caballo oscuro que decían ‘el arriero’: este fue uno de los buenos caballos que pasamos en la armada”.

La “Historia verdadera” también señala lo costosos que eran los caballos, comparándolos con el valor de los esclavos negros. Bernal escribe sobre Juan Sedeño, quien llevó una yegua castaña que parió en el navío, destacando que en ese tiempo “no se podía hallar caballos ni negros si no era a peso de oro”.

El cronista Diego Muñoz Camargo proporciona una de las primeras representaciones gráficas de estos animales desembarcando en la Nueva España. En la lámina 26 de su “Descripción de la Ciudad y Provincia de Tlaxcala”, se observa un navío en llamas y, en primer plano, el desembarco de los caballos mediante poleas.

En Mesoamérica, los únicos animales comparables en tamaño y anatomía con los caballos eran los venados. Por ello, los equinos eran llamados quiej y mazatl en kaqchikel y náhuatl, respectivamente, significando ‘venado’.

El Lienzo de Tlaxcala y el Códice Florentino, que representan la visión de la conquista desde la perspectiva tlaxcalteca y mexica, muestran diversas actividades de los caballos. Estos documentos relatan cómo algunos caballos se ahogaron en la Noche Triste, recibieron tributo en forma de yerba y sal, y fueron objeto de sacrificio. En el capítulo 35 del Libro XII del Códice Florentino, se describe cómo los mexicas mataron a 53 españoles y sus aliados, y junto a ellos a cuatro caballos cuyas cabezas fueron colocadas en el Tzompantli.

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La llegada de los caballos a la Nueva España no solo transformó la vida de los conquistadores, sino también la de los pueblos indígenas, marcando una nueva era en la historia mesoamericana.

Con información de Noticonquista de la UNAM.

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